Memorias de un huapanguero: la Fiesta Anual del Huapango Amatlán 2009 (3)

café negro, otras con refresco de cola. Por supuesto, he omitido señalar que el sábado bebí refino (aguardiente de caña) y “aguacate” –aguardiente de caña preparado por Leo de Swaan– y el domingo las infaltables cervezas frías.

Saludé a la huapanguera regiomontana y buena amiga Rosy Alejandro. Volví a encontrarme a mi buen amigo Tempach, quien preparó un DVD para la ocasión: “Nuestros recuerdos huapangueros. Edición Especial XX Aniversario Amatlán, Veracruz”, cuyas portadillas son dos hermosas fotos: una de la iglesia y otra del Palacio amatecos, pero con la característica de que las capturó sin gente, algo sólo posible muy temprano en un día cualquiera. Estos recuerdos huastecos son un verdadero homenaje a grandes huapangueros, como don Samuel Martínez Segura (Q.E.P.D.), el maestro Polo Palencia (Q.E.P.D.), don Goyo Melo “El huracán del huapango huasteco” –a quien nuevamente tuve el placer de saludar y con quien charlé unos minutos– y otros documentos audiovisuales valiosos para todos los amantes del son huasteco. La duración del DVD es de 110 minutos. Ya sabe, o por si no, puede conseguirlo directamente con Tempach (330910@prodigy.net.mx).

Después de charlar con Tempach, a quien dejé tomando fotos de los alrededores de la iglesia, me encontré en la plaza a don Humberto Munguía Morones y a don Gilberto Ortega Raga, más conocido como don Beto, como dice Ludivina Nieto Ornelas que le dicen sus amigos. Ambos bardos veracruzanos le cantan a la tierra que los vio nacer y a sus costumbres. Claro, cabe añadir que don Beto ha hecho su vida en Tamaulipas, como otros miles y miles de veracruzanos. Fue una plática enriquecedora y memorable con este hombre de ojos claros, quien lleva más de diez años asistiendo a Amatlán. Nuevamente me invitó a su cumpleaños en González el próximo año, como lo hizo cuando lo entrevisté en 2005 en Ciudad Valles. Si Dios me lo permite, me encantaría acompañar ese día al autor de esta décima:

Yo digo en el canto mío
Que ser huasteco es mi orgullo
Que en el huapango me arrullo
Y cuando estoy con un trío
Mi verso se los envío
Cuando me pongo a cantar
Me satisface trovar
Porque el huapango me gusta
Y el trovo nunca me asusta
Y siempre lo he de gozar.

Una de las grandes ventajas de asistir a este tipo de cónclaves es que uno se topa a cada paso con personajes icónicos, como los que he mencionado en estas “Memorias…”, prácticamente al alcance de la mano, nada presuntuosos; eso sí, algunos más accesibles que otros o algunos más conscientes de la importancia de la difusión de sus trabajos. Sólo por dar un ejemplo, pregunté a los organizadores acerca de la cantidad de tríos registrados y me dijeron que tuvieron más de 70. Claro, a veces unos ya no se presentan o integrantes de uno completan otro, el caso es que estamos hablando de más de ciento cincuenta músicos de son huasteco. Yo vi –y escuché en algunos casos– al Trío Tamalín, a Los Cocuyitos y Koneme, de Colatlán; al Sol Poniente, de Amatlán; Amantes del Huapango, de Naranjos; Trío Chikome, de Xalapa; a Goyo Melo y sus Huastecos, de Chicontepec; Los Regionales de Tamalín; Trío Tam-Isis, de Altamira; a Casimiro Granillo, del Real Hidalguense; Cenzontle, de Huauchinango; Soraima y sus Huastecos, de Ciudad Victoria; Los Microsónicos, de Tancanhuitz, San Luis Potosí; Los Caporales del Pánuco; Los Pregoneritos de Hidalgo; Los Venaditos de la Sierra, de Citlaltépetl; el Trío Ozuluama… En fin, son más los omitidos que los mencionados.

Más tarde, la verbena estaba en todo su apogeo: en el Auditorio y en el tablado de la plaza no dejaban de pasar tríos y bailadores. En un momento dado, vi a Rodolfo González Martínez, ex integrante del Trío Colatlán y ahora parte de Los Brujos de Huejutla, bailador, jaranero y trovador, afuera de la tienda (casi cervecería en estos días de fiesta) aledaña a la plaza, fui a saludarlo. Fue un momento afortunado, pues en seguida comenzó una lluvia de versos, una casi controversia. Para empezar, diré que en la quinta estaba Moisés Hernández, de Koneme; en la jarana, Rodolfo y en el violín, el maestro Julián Cuervo. Como trovadores se integraron Arturo Castillo Tristán, Román Güemes Jiménez y Patricia Peñaloza. Afuera el ruido ambiental era potente, pero pude grabar algunos versos, que transcribo a continuación:

Román:

Yo descifro mi camino
voy deshojando una flor
hoy que entiendo mi destino
en la ruta del amor
que siempre tiene un camino

Rodolfo:

En mi suelo potosino
ay perdonen que les cante
para el amor yo soy fino
y yendo pa adelante (¿?)
estando bueno el camino
nomás falta acompañante

Julián:

Aprendí algo en el violín
y algo les doy a saber
el amor es comprender (¿?)
él da la vida por mí
y yo pues la doy por él

Román:

La tristeza todo cobra
no lo puedo comprender
por eso razón me sobra
un camino con mujer
es un gran árbol con sombra (¿?)

Pati (quien escribía previamente los versos en una libretita):

No hay cielo que se compre
ni amigos de dos vistas
y lo digo con agua y rompope
pues yo les digo ahorita
una amistad que se rompe
es como una flor marchita

Moisés:

El amor es el camino
muy bonito es recorrerlo
y si digo un desatino
y por ti quiero hacerlo
porque tú eres mi destino
y ya quiero conocerlo

Rodolfo:

Al amor yo le he cantado
y eso todo mundo puede
a Román hago el llamado
y dime tú qué sucede
cuando el camino es privado

Román:

Pues yo soy como el pichichi (¿?)
siempre siguiendo al mayor
por eso en el aquichi (¿?)
yo conocí el amor
muy pegadito a una chiche

Rodolfo:

Espero que no te encopes
cuando el verso bien te exclama
y lo digo con… (¿?)
el que tiene chiche mama
y el que no se da de topes

Román:

Yo me pegué a una teta
siendo un hombre educado
y mi verso con carreta (¿?)
todo camino privado
después nos cobra caseta

Rodolfo:

El amor nunca me acorta
siempre les doy el calor
ay yo no sé si se nota
como soy buen conductor
nunca les pago la cuota

Julián:

Yo nunca quiero hacer tandas
hablo lo que me conviene
la vida nos entretiene
por el camino donde andas
pues uno lo que tiene
sólo lo que Dios manda

Rodolfo:

Para trovar yo soy bueno
y nunca le hago al teatro
en el amor no me apeno
y soy un cuatro por cuatro
y siempre ando en todo terreno

Román:

Por eso les hago mis rezos
por que así tiene que ser
y me lleno de embelesos
si el camino es la mujer
pues mis pasos son mis besos

Rodolfo:

Las mujeres hoy verán
que yo les traigo un mensaje
y ya verá Amatlán
mi caricia es un tatuaje
que nunca olvidarán

Rodolfo:

Para trovar soy sencillo
ahora que ando en Amatlán
saben que yo me arrodillo
para cantarle a Julián
también a Arturo Castillo

Arturo:

Es un canto fraternal
te lo digo y es muy cierto
aquí adentro del morral
he acumulado un concierto
porque el que carga el morral
sabe lo que hay adentro

Rodolfo:

El verso a mí me conviene
y en el huapango no fallo
la tradición se mantiene
por violines no batallo
pues si uno va otro viene

Román:

Tienes unos ojos bellos
atadores al mirar
con esos lindos destellos
ellos no deben llorar
sino que lloren por ellos

Julián:

Mi hermano, gran trovador
ya lo trae por herencia
aparte de grande ciencia
hace falta ser mejor
para hacerle competencia

Julián:

Haciendo mi verso broche
Se los digo luego luego
de nada hago derroche
viene vestida de negro
para perderme en la noche

Rodolfo:

En Colatlán lo demuestro
que a Koneme yo lo acuno
y como tocan lo nuestro
antes eran mis alumnos
y ahora mis maestros

Román:

Voy a cortar esta flor
ofrendándosela al cielo
como una prenda de amor
sus ojos son un consuelo
para los ciegos de amor

Román:

Este verso con sentido
pues yo no lo traigo escrito
y nunca pierde sentido
porque al ojo más bonito
siempre lo nubla un marido

Arturo:

Mira que yo me transmuto
por eso te digo aquí
con Román no lo discuto
porque ahorita descubrí
te puedes quitar el luto
mira que ya reviví

Pati:

Hoy te lo digo, Román
y lo escribo en mi pizarra
Tu pa mí eres un chamán
tienes mucha garra
pues para versar
tú no necesitas viagra

Román:

Eso se tiene que ver
sobre todo hoy en día
yo tengo mi proceder
porque yo mi poesía
la hago arriba de mi mujer

Pati:

Con honor yo me exacerbo
y no tengo ni un prurito
su amistad yo ya conservo
aquí en mi corazoncito
sus versos, amigo Cuervo
me los llevo pal Distrito…

No está de más señalar que los versos no están en orden continuo, sino sólo son una muestra debido a lo que se pudo escuchar bien, ya que afuera de la tienda también había otro trío echando verso, así como el sonido de la plaza llegaba hasta nosotros. Por eso, no es una transcripción fiel y los signos de interrogación expresan duda o falta de certeza ante lo grabado, no inquietud por el sentido de lo expresado. Además, cada verso estaba motivado, es decir, había una causa, como un conato de pelea en la madrugada en la que, Román dixit, “el violín de Julián voló por los cielos”, los ojos verdes de una artesana de Tlaxcala que presenciaba el acto o el atuendo negro de Pati, o que Nicéforo Hernández, de Koneme, suplió en el violín a Julián. Por cierto, no es vano reiterarlo: Nice es uno de los más promisorios violinistas huastecos jóvenes, de los mejores.

Posteriormente, presencié en el Auditorio un sentido homenaje fuera de programa a David Celestinos Isaacs de parte de muchos huapangueros, encabezados por el investigador y escritor potosino Arturo Hernández Ochoa –quien iba a presentar un libro de testimonios por los veinte años de la fiesta amateca, pero, al parecer, no estuvo impreso a tiempo–, consistente en una especie de pergamino con los parabienes escritos de los convocados por Arturo. Don David hizo un reconocimiento a su familia y una apología y defensa de la fiesta amateca y de la cultura huasteca.

Después se hizo entrega de la presea Sol Poniente a don Vicente Castillo, jaranero del Trío Pahuatlán, agrupación de la que sólo él sobrevive, y a los hermanos Narciso y Cástulo Pérez Maya, grandes intérpretes e improvisadores del son huasteco. Estaba anunciado otro galardonado, don Pedro Juárez, laudero tamaulipeco, pero no se hizo mención del motivo de su ausencia. Alguien me dijo que no asistió por estar enfermo. Con don Vicente pude charlar brevemente antes de que partiera; no cabe duda, es una alegría sencilla, pero el reconocimiento en Amatlán nutre el alma de estos grandes y viejos huapangueros.

Para concluir, se hizo entrega de los reconocimientos a los grupos de danza folclórica, tríos, decimistas e intérpretes, así como a los medios de comunicación presentes en esta vigésima edición del “Encuentro de las Huastecas”. Ahora, la ceremonia concluyó más temprano que en otras ocasiones; incluso en el Auditorio ya estaban recogidas las sillas y el equipo de sonido, listo para ser llevado a su camión. Medio mundo ya se había marchado, pero la fiesta aún continuaba en la plaza. Ni modo, tenía que regresar a casa. Me despedí de los amigos que todavía permanecían en Amatlán, como la maestra Ludivina, el gran bailador y auténtico símbolo huasteco don Goyo Melo Cerecedo, Ramón Chávez –que también se marchaba–, Santiago y su equipo de colaboradores. No están aquí todos los que son, pero el tiempo no da tregua y más vale una crónica apresurada que la herrumbre del silencio. Ya eran pasaditas de las nueve de la noche. No obstante, a Amatlán aún no terminaba de “caerle el veinte”. ¿Cómo llegará a los veinticinco años? Dios quiera que pueda verlo…

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

Foto: Moisés Hernández, de Koneme, y Julián Cuervo, excepcional músico y trovador huasteco, en Amatlán.
Azteca 21/Gregorio Martínez M.

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