Memorias de un huapanguero: la Fiesta Anual del Huapango 2009 en Amatlán (2)

deliciosos tamales de pipián, frijol de chivo y calabaza, acompañados de café negro de olla en un puesto de comida aledaño a la iglesia. También había atole de piña y maíz. Las señoras huastecas preparaban la comida: barbacoa de res y no recuerdo qué más. Dany apuntaba feliz sus hallazgos culinarios. Y es que precisamente estaba en Amatlán por la gastronomía. Esa tarde presentaría “Así se come en Veracruz” (To Eat in Veracruz is Always Such a Pleasure), bello libro bilingüe editado más que decorosamente por el Gobierno del Estado de Veracruz, la Canirac, la Oficina de Visitantes y Convenciones del Gobierno del Estado y Vive México (www.ofertasvivemexico.com). No tiene colofón, pero supongo que fue impreso este año. En cambio, parece formar parte de una serie: “Turismo gastronómico”. Por lo menos, se puede interpretar como subtítulo, pues dicho nombre aparece en la parte inferior de la portada. Una charla, rica, amena, con un hombre apasionado por la belleza y riqueza cultural de su estado.

Posteriormente, me encontré a Tempach, con quien pasé unas horas tomando fotos a bailadores de los grupos de danza folclórica en las calles del poblado y en el Auditorio “Viva siempre el huapango”. En esos momentos, pasado el mediodía, Amatlán ya lucía diferente: con miles de visitantes y múltiples actividades, como el “Taller de zapateado de huapango tradicional”, impartido por Olivia Hervert de Guzmán y Rodolfo Guzmán del Ángel, del Círculo Huasteco “Raúl Pazzi Sequera” de Poza Rica; el “Taller de versificación”, a cargo de Miguel Compeán Meza, de Tampico, y el recorrido por el pueblo (iglesia, casa “Villa Andrea”, pozos “La ceiba y El chorrito” y el Cerro de la Cruz), con el guía Enrique Aldama Flores.

Más tarde, se efectuó la inauguración oficial del “XX Encuentro de las Huastecas” a cargo de Raúl Pazzi Sequera, representante del gobernador Fidel Herrera Beltrán; el alcalde de Naranjos, Andrés Ovando Torres, y su esposa, Rocío López de Ovando, Santiago Pérez Gómez, presidente del Patronato Pro Huapango y Cultura Huasteca A.C., Agustín Dany, Moisés Hernández Barrales, presidente municipal de Ixhuatlán de Madero, y otras personalidades. Este segmento del programa estuvo conducido por José Guadalupe Olalde, mejor conocido como “Pepe Huapango”. Pazzi Sequera hizo uso de la palabra emotivamente con una sentida apología del huapango y recordó momentos iniciales de esta fiesta popular veracruzana.

En seguida, se dio paso a la entrega de la presea “Sol Poniente” al gobernador del estado, Fidel Herrera, la cual recibió su representante; al rector de la Universidad Veracruzana, Raúl Arias Lovillo, la cual recibió la funcionaria universitaria Caritina Téllez Silva de manos de Román Güemes Jiménez; y a los huapangueros Fortunato Ramírez, del trío Fortunato y sus Cometas, de Querétaro; Jorge Muñoz Tavera, del Trío Tamazunchale, de San Luis Potosí; y Catarino Hernández, del trío Hermanos Hernández, de Huejutla, Hidalgo. Sin duda, estas tres últimas entregas fueron muy emotivas, pues, en los tres casos, son huapangueros que han dedicado su vida al son huasteco.
Además, en el interior del Auditorio se presentaban numerosos tríos, que acompañaban a las parejas de bailadores inscritos, como el trío Cocuyitos, de Colatlán, que dedicó versos a la fiesta de Amatlán. Pero la fiesta se vivía de otra manera en la plaza y sus alrededores. Ante la carencia del don de la ubicuidad, opté por esta última, donde, por ejemplo, Ramón Chávez “El jaranero” hacía sonar su instrumento y hacía bailar a los circunstantes, quienes coreaban sus geniales creaciones. Por todos lados, como es habitual en estas reuniones huapangueras, había “bolitas” donde los tríos o los músicos se reunían a tocar y la gente los rodeaba y bailaba. Como en uno, donde tocaban Hugo Fajardo y otros dos músicos y hacían bailar a Felipe Brígido, huasteco hasta el tuétano, quien sudaba a chorros, como poseído, y a Jesús Pérez Sámano y María Juana, a quienes observaba atenta y fascinada Nidia Eleno, joven estudiante mexiquense de danza folclórica.

Tuve oportunidad de charlar nuevamente con Leo de Swaan, huasteco chileno de Ozuluama, pero esta vez de manera formal, quien me habló de sus raíces holandesas y huastecas. También tuve la suerte inmensa de cenar en compañía de don Fortunato Ramírez, Reynaldo Mota Molina y su hija Liliana. Ah, ¿cómo describir la chispa y la picardía de don Fortunato, quien presto acomoda versos a la menor provocación, la sabiduría y bonhomía del maestro Reynaldo, cuya generosidad y sencillez lo hacen aún más admirable? Nos despedimos con un abrazo y los acompañé rumbo a su auto, pues partían a Cerro Azul, ya que en Naranjos no había dónde hospedarse. Retornarían al día siguiente a Jalpan de Serra, adonde festejarán el 14 de diciembre otro cumpleaños del violinista queretano, celebración a la que lamento profundamente no poder asistir, pues cae en día lunes. No obstante, agradezco su invitación y le reitero mis mejores deseos.

Deambulé por aquí y por allá; pude charlar rápidamente con don Catarino Hernández, quien se mostró muy satisfecho por el reconocimiento recibido; con David Celestinos Isaacs, pintor y fundador de esta gran fiesta huasteca, quien estaba ofendido por, según él, la “devaluación” de la presea amateca; con el músico de Antiguo Morelos, Tamaulipas, Jacobo Castillo, quien presentó esa tarde su libro “Costumbres de un pueblo mestizo”. Con don Jorge Muñoz, violinista del Trío Tamazunchale, ya no tuve oportunidad de charlar, pues estaba reunido de gran parte de su familia y quería disfrutar de ese momento; después ya no lo encontré en Amatlán, como tampoco a Jorge Morenos, quien traía en su morral su más reciente disco, “Sones y danzas de barlovento a sotavento”, del cual quedamos de platicar, ya que lo presentará próximamente.

En fin, el ambiente festivo no disminuía ni el ánimo, por lo que entraba y salía del Auditorio, rondaba por la plaza, hasta que cerca de las cuatro de la mañana del domingo 29, agotado, decidí retirarme a descansar. En la plaza, a un costado del monolito Sol Poniente, un grupo de huapangueros permanecía a un lado de un trío integrado por jóvenes. Entre los circunstantes estaba David Celestinos acompañado por su hijo, quien radica en Dinamarca. Recordé su grito de batalla: “Que viva siempre el huapango”. Con esta consigna y la certeza de que así será, me dirigí a la casa de don Juan Salas Lemus cobijado por el titilar del cielo estrellado huasteco.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

Foto: Aspecto de la inauguración oficial del “XX Encuentro de las Huastecas” en el Auditorio “Viva siempre el huapango”.
Azteca 21/Gregorio Martínez M.

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