Adolfo Castañón refrenda su condición de viajero literario, a través de cinco nuevos libros

las esfinges, fue resaltada su desbordada pasión por la lectura y el refrendo a su condición de viajero literario.

Reunidos en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, Laura López Morales, José María Espinasa, José de la Colina, Víctor Bravo y Armando González Torres, comentaron este “catálogo orientador” que va del ensayo que detona el debate filosófico y humano que marca el tránsito de la Edad Media al Renacimiento la Edad Moderna, hasta el poemario que abre el apetito a los laberintos gastronómicos, pasando por el compendio de reseñas, crónicas, artículos, apuntes y semblanzas en torno de las letras latinoamericanas contemporáneas.

En su intervención, el poeta, ensayista y editor José María Espinasa, señaló que Adolfo Castañón es ante todo un lector a la manera de Alonso Quijano. “Es un Quijote, un escritor que se debe a los otros, un lector”.

Al referirse a las obras, indicó que Castañón concibe a la literatura como un clima y que ejemplo de ello son América sintaxis –libro destinado a volverse de obligada consulta que nos presenta un rostro de la literatura hispanoamericana- y Venezuela entrevista en Mérida,un libro de la misma familia.

Espinasa confesó su sorpresa la pasar las páginas de América sintaxis, donde describe a un conjunto de escritores centrales en los últimos 30 años, por cómo sondea en sus raíces y en sus rarezas; cómo describe los puentes con México -porque nunca deja de escribir desde México- y concluye en una escritura afectiva.

Destacó que Francia es una de sus pasiones más evidentes y como prueba de ello “lee, traduce, ensaya, busca, descubre, habla el idioma con gusto y sabor”. Sobre los textos recogidos en Algunas letras de Francia, dijo que sorprende la coherencia de su mirada sobre una literatura tan vasta.

“Es un hombre que no sólo escribe sino que piensa libre. Cuántos libros centrales no deben a él su origen, al pensarlos como posibles, al sugerir a un autor una u otra manera de recopilar textos. Para sí mismo ha diseñado esa curiosa forma combinatoria, casi de mecano, en la que se pueden armar y desarmar sus textos para dar otros volúmenes, otras descripciones al gusto del autor y del lector”, observó.

Acerca de Grano de sal y otros cristales, volumen del que fue editor, José María Espinasa comentó que nadie ignora que Adolfo Castañón es un apasionado de la cocina como cultura práctica. “Escribe sus recetas, pero lo sorpresivo es la elaboración literaria que le da: poesía, ensayo, relato breve, crónica de viajes que le sirven para relacionarse con el magnetismo de esos cristales”.

José de la Colina, amigo del autor y prologuista de Algunas letras de Francia, manifestó en tono de broma no haber asistido a elogiar a Adolfo Castañón sino a deturparlo. “No se vale, es un abuso total. Yo recibo cada día el periódico y el nuevo libro de Adolfo Castañón”.

Reconoció coincidencias con él como su “afrancesamiento” en los libros, en el gusto por ciertos platillos, música, cine y la adoración por ciertas actrices. Pero también, externó su desacuerdo por tres ausencias mayores en el libro: Marcel Proust, Charles Baudelaire y Gerard de Nerval. “No te perdono que no nos hayas permitido leer tus pensamientos acerca de ellos”.

De la Colina agregó que en una época en que la influencia francesa en México “se afantasma y languidece hasta casi morir”, este libro de un gran lector hace jugar a sus autores en un diálogo entre todos. “Me recuerda la importancia de las letras francesas que tienen una tradición, no sólo de claridad e inteligencia sino que tiene algunos autores malditos que si han sabido delirar, perder pie de la realidad desde literatura fantástica y por eso lamento la ausencia de Nerval”.

“Este libro me parece una espléndida baraja para que uno juegue como lector con las formas en que dialogan se contradicen y se pelean entre sí algunos autores”, concluyó.

Laura López Morales, especialista en letras y literatura francesas también habló de Algunas letras de Francia, del que dijo, entrega 42 ensayos que plasman vívidos retratos intelectuales de autores que van de Voltaire y Chamfort a Céline, Saint-John Perse, Andre Malraux, Schwob o Gustav Le Clézio.

Desde su perspectiva, el libro es una suerte de autobiografía espiritual y moral del autor, por su dimensión especular que afirma una fidelidad casi irrestricta a las letras en general y a Francia en particular.

Tras enumerar sus afinidades con Castañón, López Morales pasó a los desencuentros: “en el compendio las mujeres brillan por su ausencia y no es por ignorancia, pues de pasada, Adolfo menciona a las dos célebres Margaritas, Yourcenar y Duras, entre otras. Me parece una lástima, porque sé que él las conoce y estoy segura que con su aguda mirada, habría podido hacernos descubrir facetas ignoradas en la obra de estas mujeres”.

El poeta y ensayista Armando González Torres puso de manifiesto que de este conjunto de libros, quizás Alfabeto de las esfinges es el que más ilustra su faceta de viajero literario trasatlántico, de explorador de distintas épocas y latitudes; que Castañón profesa un clasicismo dinámico y que él mismo como traductor y exégeta, ha contribuido a instaurar nuevos autores indispensables como Georges Steiner.

“Su panteón es democrático, abierto a la sorpresa y el misterio –subrayó–; no obstante, también ofrece la plena garantía de que ninguna de las invenciones publicitarias que se hacen pasar por literatura en nuestros tiempos tienen la posibilidad de colarse en esta biblioteca”.

Para concluir, González Torres detalló que Alfabeto de las esfinges cuenta con una veintena de ensayos sobre autores americanos y europeos de distintas épocas como Ovidio, La Fointaine, Montaigne y José María Heredia, hasta autores vivos como Ramón Xirau o Gonzalo Rojas, pasando por maestros recientemente idos como Iván Ilich, María Zambrano, Alejandro Rosi o Augusto Monterroso.

El venezolano Víctor Bravo, doctor en letras y editor de Venezuela entrevistas en Mérida, aseguró que la obra de Castañón nos ha permitido establecer puentes de diálogo con América Latina, con México y con el mundo.

En su oportunidad, Adolfo Castañón expresó que su forma de hacer estos libros fue una suerte de baraja alfabética y de países y que la idea de viajar a través de los libros, es una constante en la cual hay un común denominador, la experiencia en su sentido más profundo y superficial.

Respondió a las observaciones de Laura López Morales y José de la Colina, referidas a ciertas ausencias. “Me acojo a la sombra del árbol de la gracia y en el caso de Marguerite Yourcenar y Marguerite Duras, se deben a motivos editoriales, Algunas letras de Francia era un manuscrito de 400 páginas que se fue adelgazando hasta que los editores españoles de 27 Letras juzgaron que esa era la medida y fue ahí donde los textos sobre ellas quedaron fuera. Tengo una deuda con ellas. No escribí sobre Proust, Baudelaire y Nerval, pero prometo hacerlo, son grandes admiraciones”.

Para concluir, citó a Ernst Jünger: “nada más arriesgado que el propio placer” y apuntó que estos cinco libros, son en cierto modo muestras de ese riesgo.
AMS    

Fuente: (CONACULTA)

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