Faenón que encumbra a Macías; Tomás, una figura grande del toreo y un encierro triste de Xajay

mandó un toro con mucha cara, con bravura, recorrido y movilidad al que el único pero fue que estuvo, acaso, medido de gas.


Este toro encumbró a Arturo Macías, que si bien lo toreó con hondura y gracia con el capote, carente, empero, de plan, con la muleta estuvo soberbio: citando en los terrenos propicios, el de Aguascalientes toreó sin que el toro le rozara siquiera el engaño a pesar de pasárselo en torno a la cintura, sin aliviarse nunca, con una lentitud propia de los grandes maestros, rematando de manera variada, con el dominio total de espacios y de tiempos.


Una gran estocada recibiendo hizo que el público pidiera mayoritariamente el rabo que el juez Cardona no concedió. Cardona estaba en su derecho –sólo la primera oreja corresponde pedirla al público y en tal caso darla el juez. Una sola objeción a la concesión de rabo sería que el toro se apagó y la faena tuvo que acortarse, pero esto sería discutible, dado que el diestro supo que era necesario cortar la faena so pena de apagar la emoción. Queda la duda de si al final Macías había perdido la distancia, con lo que el juez Cardona quedaría justificado en su negación del rabo.


Pues bien, con una faena como ésa ejecutada al toro “Cuatro Caminos”, vale la pena la tarde. Los otros dos toros de Macías mansurronearon, fueron tristemente descastados, con esa bravura mínima que despoja de esencia al arte de lidiar reses bravas. Habría que decir que Macías, sobre todo en el primer tercio, se precipita por su afán competitivo, que se le ve, de pronto, a merced del toro y, sobre todo, falto de un plan. Qué bien le haría un apoderado presente que le ayudase a orientarse en el tipo de lidia que cada toro exige.


En cuanto a José Tomás, tuvo un primero con hechuras, noble, con recorrido suficiente pero carente de emotividad, no había combate posible, o sea, lidia. La estocada trasera hizo que tardara en caer y el juez Cardona, atinadamente, no concedió la oreja. En los otros dos toros suyos, carentes de bravura suficiente, tardos en la embestida, Tomás mostró e hizo sentir que es una figura grande el toreo: variado y profundo con la capa, dejando para el recuerdo una revolera de las de los grandes de otros tiempos, dando respuesta en gaoneras a las menos ceñidas pero más limpias de Macías, toreó con la muleta cargando la suerte pero también armoniosamente en una serie a pies juntos en la cara misma del toro, convirtiendo en oro piedras vulgares.


En fin, una tarde de toros que nos ha dejado con el deseo de volver a ver juntos a ambos toreros pero con toros bravos a carta cabal.

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