Memorias de un huapanguero: Armando Herrera Silva (3)

elementos fundamentales para la cohesión colectiva y la definición de las identidades”, escribió Armando Herrera en la “Presentación” ya referida del libro “Poetas y juglares de la Sierra Gorda”, de Eliazar Velázquez.

Allí mismo añade más adelante: “Como toda manifestación popular, la transmisión del huapango se ha dado mediante la tradición oral. Sin embargo, hoy en día, ese contar las cosas de generación a generación ha sido desplazado por la radio y la televisión, los patrones de consumo impuestos por estos medios nos han ido calzando modas llevadas más por una lógica mercantil que por un sentido de apego a nuestras costumbres y realidades. Es así que, definitivamente, uno de los elementos fundamentales que ha ‘quebrado’ el reconocimiento y desarrollo de la tradición ha sido esta fractura en las nuevas generaciones del resguardo y transmisión de la memoria histórica”. Así las cosas, se puede inferir que esta perspectiva es la que ha regido gran parte de las facetas del trabajo cultural realizado por Armando Herrera Silva.

¿En qué editoriales estuviste?, ¿y esos cancioneros de poetas populares se volvieron libros?, ¿podrías abundar respecto de esos documentos valiosos en sí mismos y más aún con el transcurso del tiempo? Sin duda, son como de colección para los interesados, ¿no?

Pues mi incursión en el mundo editorial fue una casualidad, como suceden muchas cosas en esta vida. Empecé con un taller de serigrafía, luego empecé a diseñar libros, después conocí a quien ahora es mi esposa, que también se dedicaba a diseñar libros. La empresa se llama Criba, taller editorial, S.A. de C.V. y con este sello hemos sacado una gran cantidad de publicaciones, la mayoría relacionadas con la música y la lírica populares. Ahora que lo dices, pues creo que con el tiempo sí se han vuelto algunas de esas publicaciones como de colección. Por ejemplo, con Román Güemes y Antonio García de León publicamos un librito llamado “Árboles, ríos, sentimientos profundos, antología de versos huastecos”, el cual he visto reseñado en muchas investigaciones. Los cancioneros que te comentaba se volvieron documentos valiosos, ya que algunos de los sones ahí plasmados, que ya no se tocaban, ahora ya los puedes escuchar en muchos lugares: “La guanábana”, “Los negritos”, “La culebra”, “El borreguito”, “El café”, “El durazno”. Y eso pues sí da gusto, haber puesto tu granito de arena para que una manifestación no se pierda. Varios de los primeros libros que hice, los produje junto con Tere Vicencio, quien ahora está al frente del INBA y que en aquella época tenía una empresa llamada Apoyo Educativo S.C., dedicada a hacer servicios editoriales, entre otros trabajos. El año pasado estuve colaborando con una editorial de unos buenos amigos, los hermanos González Manterola, que tienen el sello Espejo de Obsidiana y GM Editores, los cuales hacen cosas realmente muy buenas, sobre todo libros de arte y de historia [quienes están publicando, de 2008 a 2010, una excelente serie editorial histórica relacionada con el centenario de la Revolución Mexicana y el bicentenario de la Independencia de México denominada “20/10. Memoria de las Revoluciones en México”].

Armando, las entrevistas a músicos y versadores que publicaste en revistas, ¿tienes planeado juntarlas en algún libro?

Pues sí lo he pensado. Lo que sucede es que siempre me lleno de cosas y luego no me da tiempo de trabajar en ello, pues varias de estas entrevistas aún las tengo en audio y necesito transcribirlas, luego procesarlas y editarlas. Es un trabajo muy interesante, pero también muy laborioso.

Por cierto, ya al frente del Centro Cultural de la Huasteca Potosina, ¿qué experiencias te dejó el XIII Festival de la Huasteca, efectuado en Xilitla en 2008?

Pues para mí fue muy rico estar de nuevo en este rol de promotor cultural (y también de funcionario, tengo que decirlo) de la Huasteca. Me había alejado un poco, pues estuve tres años trabajando al frente de la Dirección de Planeación en Diconsa, trabajo en el cual tuve cierto alejamiento con la promotoría cultural, aunque no del todo, pues en Diconsa hice algunas cosas, entre ellas un libro sobre la historia del abasto de alimentos en México, desde los tianguis prehispánicos, hasta los alimentos diseñados con nuevas tecnologías, y que quedó muy bien, pues tuve la colaboración de José N. Iturriaga, historiador, quien fuera director general de Culturas Populares del CONACULTA hace algunos años, y Carlos Silva Cáceres, un excelente historiador que ahora está al frente de la revista “20/10”, que publica temas relacionados con la historia de México en el marco de los centenarios. Así que cuando me invitan a trabajar de nuevo en San Luis, específicamente en la huasteca potosina y además como encargado operativo del Programa de Desarrollo Cultural de la Husteca por parte de este estado, pues me encantó la idea de volver a esos roles. Me reencontré con muy buenos amigos que hacía rato no veía, con otros nuevos, en fin. Además, llegar a ser el responsable del XIII Festival de la Huasteca en Xilitla pues me hizo sentirme de nuevo en mi elemento. A pesar de la lluvia, que fue sumamente intensa en esos días, creo que todo salió bien.

¿Podrías comentar más respecto del disco de Los Camperos de Valles que mencionaste antes?

Pues una vez, hace como cuatro años, se presentaron Los Camperos en el Centro Nacional de las Artes. Al final, nos pusimos a platicar y Marcos Hernández me comentaba que habían realizado muchas grabaciones, pero casi todas eran para sellos discográficos (es el caso de Discos Corasón), en los cuales ellos no tenían derechos sobre las grabaciones. Yo aún estaba en CONACULTA y acordamos ver la manera de ayudarlos para hacer el máster y ya que ellos produjeran el disco. Y así fue, ya se tiene el máster, ahora sólo falta publicar ese disco, ojalá sea pronto.

Sin pensarlo, hemos hablado de grandes personajes de nuestra cultura popular o basados en ésta, varios ya fallecidos –Heliodoro Copado, el “Negro Marcelino”, Daniel Terán, Jorge Reyes–, ¿el trabajo cultural, como el que has realizado en los últimos años, debe difundir, rescatar, preservar o qué misión o función tiene si pensamos en grandes personajes o en hombres y mujeres anónimos de comunidades que mantienen sus usos y costumbres tradicionales y no ocupan espacios en los medios de comunicación masiva?

Don Antonio García, uno de los grandes trovadores del huapango arribeño, quien vive en la comunidad de San Francisco, municipio de Rioverde, comentó en una ocasión que una vez en una boda se la pasó “echándole versos” a la pareja. Al final, el novio se le acercó para decirle que si le podía dar esos versos que había trovado y él le contestó: “No, hombre, ésos ya se fueron…”. Y eso es lo que sucede con muchas manifestaciones de la cultura popular, se pierden en la medida en que muere un músico, un trovador, un curandero, un artesano, un memorioso… La cultura, de hecho, es un proceso permanente de vida y muerte. Una de las conclusiones del Encuentro Son Raíz dice que “la tradición es un ser vivo, capaz de ser potenciado, lo que ahora es tradición, en un tiempo fue innovación; la tradición no es estática, se reinventa constantemente”. Sin embargo, en estos tiempos en donde los fenómenos de la globalización rigen el quehacer de las culturas de masas, la cultura popular no puede sustraerse también a ellos. En los bailes ya casi no escuchamos huapangos; los huapangueros ahora tocan el “pasito duranguense” o “El mariachi loco”. Pero creo que es tarea de los que nos hemos dedicado por varios años a la preservación de la cultura popular a, por lo menos, tratar de resguardar algunas de sus expresiones para mostrar cuáles son los procesos que estas mismas han tenido históricamente. No digo que hay que guardar en un capelo al huapango e impedir que nadie lo toque; lo que creo que hay que hacer es tratar de promover el conocimiento sobre los procesos históricos que han tenido las culturas o las manifestaciones culturales para generar algún grado de conciencia en ellas mismas. Es distinto a que los jóvenes de las comunidades planteen qué quieren hacer de su tradición sabiendo de dónde viene, a que empiecen a realizar manifestaciones que vieron en la televisión o escucharon del radio o vieron en Estados Unidos cuando se fueron de braceros. En ese sentido, a los promotores y a los funcionarios también nos toca hacer todo lo posible por que esas manifestaciones de las culturas populares puedan tener foros, al igual que otras que no lo son.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

Foto: Armando Herrera en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes, en julio de 2009, después de la presentación de la programación del XIV Festival de la Huasteca.
Azteca 21/Gregorio Martínez M.

 

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