La magnitud de la crisis

La macroeconomía provoca un efecto de “otra esfera” muy lejos del ciudadano, una especie de otro mundo o submundo al que se siente uno ajeno pero cuyos efectos recalan en el bolsillo del ciudadano.
Lo vemos de nueva cuenta con la actual crisis de la primera década del siglo XXI, una de las más severas de que tenga memoria la civilización moderna.
En la medida en que sus efectos en la macroeconomía aterrizaron en el ámbito de la microeconomía con alteraciones en las personas, familias y  empresas es cuando la gente comenzó a poner  atención en los acontecimientos de la aldea global: primero fueron las noticias de la caída de la bolsa, después  el seguimiento del debilitamiento del peso,  cuando la moneda fue devaluándose la población recaló en las  heridas históricas porque la memoria más reciente siempre refiere a una devaluación “que nos dejó más pobres y jodidos”.
Después en boca de todos está el encarecimiento de los insumos y los productos. Desde que en enero de 2008 inició el incremento en el precio de la gasolina, el malestar generalizado coincidió en señalar lo absurdo de vivir en un país exportador de petróleo (que entonces se beneficiaba de los altos precios del petróleo) donde su población paga  la gasolina a un precio superior al litro del consumidor en Estados Unidos.
Comparado con otros países la irritación es mayor, en España apenas baja el precio del petróleo sucede un ajuste similar en precio del litro de gasolina para beneficio del consumidor, una situación así sería más real en México que tiene más reservas petroleras respecto al país ibérico y que además es exportador mientras que el segundo es importador del insumo energético.
En México, el ajuste de la gasolina ha servido como siempre para incrementar la etiqueta de la  mayoría de los productos, de algunos básicos como el precio del kilogramo de tortilla muy difícil de encontrar por debajo de los 11 pesos.
A la par de los precios, la población también ha ido poniendo atención a cuanto refiere  con la caída de la bolsa, las noticias de las constantes  pérdidas en el mercado de valores son un síntoma de desconfianza.
En medio de la marejada de malas noticias, algunas personas buscan información del alcance de la crisis y de sus posibles consecuencias para la empresa en que trabaja o el negocio que administra.
Empero son más las personas confusas, temerosas en la medida en que son afectadas por los primeros recortes de las empresas con el pretexto de la crisis o la expectativa de caer en desempleo en la siguiente reducción de nómina.
Además es un hecho que la palabra crisis está en el lenguaje popular: todos los días alguien habla de ésta, lo hace con la incertidumbre en  la palabra porque desconoce hasta cuándo, cuánto más y en qué medida seguirá manifestándose.
Hace un pesimismo palpable en los taxis, elevadores, en las filas de los supermercados, expendios de pan y de tortillas de lo único que se habla es de “que la situación está bien fea”; “ya tenemos otra crisis”; “nuevamente más  frijoles”.
Además las filas en el Monte de Piedad serán más pronunciadas en la medida en que nos acerquemos al final del año y no amaine la crisis.
Por lo pronto, la constante depreciación del  peso respecto al dólar y el encarecimiento de los productos por el ajuste del precio de los insumos energéticos combinan para que en época de crisis acontezca un deterioro real en el poder adquisitivo de las personas, al tener que poner más pesos para comprar los mismos productos de siempre.
El deterioro en el poder adquisitivo implica que la gente tendrá que trabajar más horas para sostener su nivel de vida previo a la crisis, pero como la situación laboral está deprimida, no hay empresas que quieran pagar primas extras a sus trabajadores, ni jornadas extraordinarias, ni renegociar un incremento en el nivel salarial.
Para ilustrarlo de mejor forma, Irma López, una amable lectora, es trabajadora de una maquiladora de autopartes, en su relato nos dice: “En enero ante la situación de la crisis decidí quedarme a trabajar dos horas extras diarias a fin de  compensar mi ingreso dado que soy madre soltera y  sostén de mis padres. Esperando una retribución salarial extra, recibí de mi jefe inmediato una felicitación señalando que trabajadoras como yo son las que hacen falta porque en momentos en que el patrón está viendo a quien despiden, yo demuestro mis méritos, sin pedir nada a cambio. Ahora temo pedirle que me paguen las horas extras, no quiero ser despedida”.
A COLACIÓN
Desafortunadamente la crisis económica provoca un  círculo vicioso alimentado por el deterioro del poder adquisitivo, en su caso pérdida de empleo, caída de la demanda, situación de impagos, alza en la morosidad, afectaciones sociales y delincuenciales.
Además la crisis llega a la microeconomía dispersa en  magnitud, por ende, el malestar se digiere con distinta intensidad entre la población. Esto es clave de entenderlo.
La magnitud de la ralentización de la economía golpea en distinta forma a los sectores claves dentro del Producto Interno Bruto (PIB) de allí que los primeros efectos pasen por la industria de la construcción, industria automotriz e  industria manufacturera.
Buena parte del desempleo generado en las  primeras etapas de la crisis  suelen estar  ubicados en estos sectores y quizá en menor proporción suceda en sectores ligados a la industria turística, telecomunicaciones, partes y componentes eléctricas y en general el sector servicios.
La magnitud  depende entonces de la posición en la que una persona se encuentra desde el punto de vista laboral y  de obtención de sus ingresos, esto hará que unos resientan el fenómeno de forma directa como mayores afectados y otros podrán resistirla en mejor situación.
La posición de una persona, familia y empresa en toda crisis hace que para una sea de mayor magnitud y para otra mucho más manejable, aunque en todos los casos la  gente tiende a recortar sus gastos buscando precaver.   “Más vale prevenir que lamentar”, afirma el argot popular.
Así por ejemplo un empleado con contrato laboral temporal sujeto a revisiones mensuales con la incertidumbre de si el mes siguiente mantendrá su trabajo y que además carece de prestaciones sociales y recibe una parte pequeña de  aguinaldo,  en una crisis será más afectado que otro trabajador con contrato laboral definido y que cuenta con las prestaciones de ley.
*Economista y columnista especializada. Es candidato a doctor por la Universidad de Alcalá, tiene dos libros publicados y participa en distintos foros de radio y televisión con opiniones sobre educación financiera, economía y finanzas personales.  Puede contactarla en: claulunpalencia@yahoo.com

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