Jorge Valdés Díaz-Vélez, un poeta mexicano deslumbrante apegado a las formas clásicas

Valdés Díaz-Vélez dar lectura a varios de sus poemas y me impresionó la factura formal, la musicalidad, el tema de éstos, así como su voz deliciosamente alambicada al enunciarlos. En pocas palabras, como le dije después, me reveló a un poeta mexicano que desconocía, a un excelente poeta, para ser más preciso.

Luego me proporcionó su libro “Tiempo fuera” (1988-2005), aparecido en 2007 en la señera colección de la UNAM “Poemas y Ensayos”, donde reunió cinco de sus libros publicados (no todos): “Aguas territoriales” (UAM, 1988), “Cuerpo cierto” (El Tucán de Virginia, 1995), “La puerta giratoria” (Joaquín Mortiz-Planeta, 1998), “Jardines sumergidos” (Colibrí, 2003) y “Cámara negra” (Solar Editores, 2005). Los temas explorados por el poeta son el tiempo, el erotismo, el amor, la luz, la soledad, la muerte, la musicalidad, lugares; y siempre la constante del ejercicio de la forma, del metro.

Jorge Valdés Díaz-Vélez nació en Torreón, Coahuila, en 1955, y ha obtenido diversos premios literarios, como el Latinoamericano Plural 1985, el Nacional de Poesía Aguascalientes 1998 y el Internacional de Poesía Miguel Hernández-Comunidad Valenciana 2007. Es miembro de carrera del Servicio Exterior Mexicano. En entrevista, nos habla de su quehacer poético.

Jorge, ¿qué representa para usted la publicación de “Tiempo fuera” en la colección “Poemas y Ensayos” de la UNAM, muy reconocida y de una gran calidad literaria?

Bueno, es una colección célebre, que ha publicado una cantidad enorme de autores, lo mismo mexicanos que extranjeros, y para mí es un honor formar parte de la nómina de autores seleccionados en una muy puntual elección que año con año se va haciendo para fortalecer esta colección. Me siento muy complacido, como me siento cada vez que se hace un trabajo como éste, ya sea de un autor que conozco o desconozco, pero que me permite acercarme a su obra. En ese sentido, me siento contento porque sí hay una trayectoria que está ahí reunida y espero que siga fluyendo entre los lectores de poesía.

Me parece que su nombre es poco conocido en el ámbito actual de la poesía mexicana, pienso en Vicente Quirarte o Francisco Hernández, quizás se deba a su trabajo fuera del país…

Vicente Quirarte es quien hizo la segunda de forros de “Tiempo fuera” y es un queridísimo, entrañable amigo, compañero de armas, amigo de muchos años, pero sí, creo que el estar alejado del país me ha impedido estar físicamente en reuniones como ésta o en recitales, a pesar de que anualmente publico en suplementos, lo cual hago de forma esporádica. Pero estoy muy concentrado tanto en el trabajo que me permite vivir como en la literatura, y eso de no ser muy conocido es muy relativo, no soy muy conocido físicamente, pero yo creo que hay trabajos míos que se siguen o que se empiezan a leer; en esto el público siempre es muy considerado.

Se lo decía porque yo no lo había leído y la lectura de sus poemas me ha revelado a un poeta auténtico… Además, al leer “Tiempo fuera”, me parece que es una antología que también muestra el desarrollo y la madurez de su voz poética.

El volumen reúne varios libros escritos desde 1988 hasta 2005, evidentemente uno va creciendo conforme van apareciendo los libros, uno va madurando, va envejeciendo, va adquiriendo una voz propia que es la voz de muchos, se va haciendo más consciente de este paso del tiempo. Borges lo expresó muy bien en aquel texto suyo en el que decía que después de muchos años de estar dibujando un mapa, el hombre se ve al espejo y se da cuenta de que ha estado bosquejando su propio rostro. Creo que la literatura también nos permite ir viendo la propia trayectoria personal, no nada más la de la región en la que uno nació y creció o en la que está viviendo, porque finalmente el escritor está en el lugar donde está la escritura.

En efecto, en su obra se pueden percibir ecos de varios autores de lengua española, como Paz, Gorostiza, quizás Sabines, y otros de otras literaturas, como se puede inferir de algunos epígrafes de sus poemas.

Sí, uno tiene deudas con muchos autores, sería imposible nombrarlos a todos, pero Gorostiza, Villaurrutia, Owen, todos los Contemporáneos, a los que yo he estudiado con mucha atención, pero también con Borges y Shakespeare. Yo tengo una deuda inmensa, entre otros muchos, con García Lorca, que fue el primer autor al que leí siendo todavía un niño, es inmensa la cantidad de autores que me han deslumbrado, que me siguen conmoviendo y a los que sigo recurriendo.

Sin duda, su propio devenir también está reflejado en este libro antológico con poemas que también pueden ser viñetas o cuadros, con la posibilidad de viajar mediante la imaginación, con la posibilidad de ser una invitación a completarlos…

Es el viaje como un recurso, como un símbolo, como lo hacía Odiseo Elitis, que es otro de mis acreedores literarios, es decir, los temas siempre son universales y son los mismos, el viaje, la vida, la muerte, el viaje como un trayecto hacia la muerte, entre el amor y el desamor, y son símbolos, son momentos que no siempre se corresponden con la realidad del poeta, es lo que decía Villaurrutia: “vámonos inmóviles de viaje”, ¿no?

Me place encontrar en su obra poética el erotismo como tema recurrente y la experimentación de diferentes formas poéticas…

Yo experimento mucho, es decir, trabajo con metros, casi todo lo que está en “Tiempo fuera” está en versos eneasílabos, endecasílabos, en heptasílabos o en alejandrinos, las formas clásicas, pues. Experimento mucho con ellas, me ajusto a ellas, es una forma también de trabajar con el lenguaje, finalmente, la poesía es el laboratorio del idioma, y yo lo hago con mucho cuidado y me esmero en tratar de que así suceda.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

Foto: Cortesía de Jorge Valdés Díaz-Vélez.

 

 

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