“Las Bocas, Puebla. Una aldea preclásica en el Altiplano Central de México”, nuevo libro del INAH

aproximadamente tres mil años en el Altiplano Central de México, antecedentes de los grandes centros urbanos mesoamericanos.

Desde hace más de una década, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), ha rescatado diversos vestigios de ese lugar a través del Proyecto Arqueológico Las Bocas. Los resultados de estos años de investigación se resumen ahora en este libro editado por el Instituto y la Secretaría de Cultura del Estado de Puebla.

En Las Bocas, Puebla. Una aldea preclásica en el Altiplano Central de México, se dilucidan diversos aspectos sobre ese asentamiento que se desarrolló durante los periodos Preclásico Temprano y Medio (1250-800 a.C.), en una extensión de más de tres hectáreas sobre la ladera del cerro Tepoznatle, una planicie fluvial fértil que ayudó al desarrollo de la agricultura temprana en esta área.

Esta obra, sintetiza los hallazgos en el sitio —resultado del citado proyecto de la Dirección de Estudios Arqueológicos del INAH—, los cuales refieren la vida cotidiana de las primeras aldeas de agricultores, por ejemplo, la manufactura de alfarería para uso doméstico; la talla de objetos de obsidiana, sílex y concha, así como para la molienda; restos de fauna, botánicos y un entierro humano.

Respecto a la arquitectura de Las Bocas-Caballo Pintado, esta se caracteriza por su piedra labrada cementada con barro, y pisos hechos con esa mezcla de tierra y agua (algunos de ellos con pigmento rojo), además de basamentos o plataformas también edificadas con barro.

Así, Las Bocas, Puebla…, reúne los planteamientos de diez expertos respecto al medio geográfico, la cerámica, la lítica, la concha, los restos arquitectónicos de basamentos y otras construcciones, aparte de los materiales óseos de ese asentamiento del Preclásico.

María de la Cruz Paillés, editora de la publicación, comenta que todos estos elementos ayudan a configurar la red de intercambio comercial en la que participó Las Bocas, sobre todo regiones del Altiplano Central como la Cuenca de México y los valles calientes del hoy estado de Morelos, las costas del Golfo y del Pacífico —desde Guerrero  hasta Chiapas—, la cuenca alta del Río Balsas en Guerrero y los valles centrales de Oaxaca.

Gracias a las fuentes documentales se sabe que estas rutas se prolongaron hasta el Posclásico Tardío (1200/1300-1521 d.C.), pues la región de Izúcar era un punto estratégico y de suma importancia como paso desde y hacia otras regiones de Mesoamérica.

Cabe citar que el señorío de Izúcar fue un gobierno impuesto por Tenochtitlan con una importante guarnición, toda vez que era el punto de entrada a la capital del imperio mexica.

Al igual que los ejércitos de la Triple Alianza, los pochtecas de Tenochtitlan y Tlatelolco seguían las rutas que llegaban desde Xicalanco, en la costa del Golfo, y el Soconusco, en la costa de Chiapas, a Tochtepec (Tuxtepec), cruzando por Izúcar.

Para 1529, luego de la Conquista, Izúcar mantuvo su función como paso, era una de las poblaciones por la que cruzaban dos de los principales caminos de la ruta que durante el siglo XVI unían a la capital de la Nueva España con las regiones del sureste.

De acuerdo con María de la Cruz Paillés, a 13 años de su creación, el Proyecto Arqueológico Las Bocas, con el apoyo del Centro INAH Puebla y el municipio de Izúcar de Matamoros, ha logrado mitigar el saqueo del sitio, impulsando inclusive la declaración del espacio como reserva arqueológica a fin de preservarlo para las generaciones venideras.

Fuente: (INAH)

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