Memorias de un huapanguero: Román Güemes Jiménez y los cambios en el solar huasteco (2)

Un libro de versos de
 formato pequeño y
 atractivo, con portada
 de Blanca Acuña
Foto: Cortesía IVEC

A la memoria de don Juan Reynoso Portillo, que hoy cumpliría 97 años.

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 24 de junio de 2009. Román subraya su vocación por la docencia, que es un ámbito de acción más reducida, pero de influencia más arraigada, si consideramos que sus frutos –los que logren los que han sido sus alumnos– tardan más en madurar, pero son más permanentes –como una tesis académica, por ejemplo–. No obstante, sólo hay que verlo tocar y trovar para darse cuenta de que la música y la poesía popular han anidado profundamente en su corazón.

En este sentido, cuanto toca en los encuentros de son huasteco manifiesta su alegría, sus señas de identidad. Otra manera de hacerlo es escribiendo sobre su tierra, sobre Platón Sánchez, tal como lo hizo en “Cultura desocupada (Tirada para el solar huasteco)”, editado por el Instituto Veracruzano de Cultura (IVEC) en 2005 dentro de la serie “Cuadernos de Veracruz”, el cual, además de en mayo de 2007 en Citlaltepec, presentó en Pánuco, durante el XI Festival de la Huasteca, realizado en septiembre de 2006.

En ese libro de formato pequeño y atractivo, con portada de Blanca Acuña, Román, como lo deja entrever el subtítulo, escribió cientos de versos de un tirón inspirado en su tierra –está fechado en Tecalanta, el 3 de marzo de 2005–, versos de arte mayor, es decir, octosílabos, eneasílabos y endecasílabos, de ocho, nueve y diez sílabas, respectivamente. Calíope lo visitó cuando hizo una visita a su tía Regina y ver el solar o el traspatio le suscitó sentimientos encontrados que trató de plasmar en “Cultura desocupada”, una especie de lamento y panegírico, pues Güemes nos habla de las cosas y utensilios que están en desuso en la Huasteca, pero, simultáneamente, nos revela sus virtudes, sus secretos. Además, incluye un glosario de voces indígenas y regionalismos que en sí mismo es casi un tratado breve de cultura huasteca. Bien, sigamos la charla con el afable investigador veracruzano de rostro rubicundo sostenida durante la “Tercera Fiesta Huasteca Citlaltepec 2007”.

Román, cuéntame de tu libro, que hoy presentaron.

Bueno, “Cultura desocupada” es un recuento de cosas que hemos ido desocupando, desocupar acá significa llevar al desuso las cosas, no ocuparlas, es desocupar, entonces son una serie de elementos que había en la casa y que ahora están guardados o arrumbados en el solar, en el tapanco y todo eso, de eso hablo y de la riqueza que esto significaba.

¿Cómo cuáles elementos?

Bueno, pues, por ejemplo, los chiquihuites, ahora el chiquihuite es de plástico, cuando el chiquihuite está hecho de un material que es resistente, que entre más lo mojas, más dura; el cuartillo, que ya ahora prefieren pesar por kilo o básculas; la romana ya casi no se usa, se usaba para pesar puercos, y pilón y todo eso. La balanza de mano, ya no se usa, la piedra de amolar, ya no, eh, muchas cosas, muchísimas, los metates, simple y sencillamente están de adorno, los metlapiles, los molcajetes… muchas cosas.

Román, ¿esto no formará parte de lo que se entiende generalmente como progreso?

Obviamente, ahí hay una tendencia a que todo eso se margine, y no por que digan esto va dedicado para marginar el potrillo de Xantolo, ¿no?, el copalero, eso, no, no, las cosas no entran así, sino simple y sencillamente a veces se reproducen, pero con otros materiales, ¿verdad? Vemos, por ejemplo, cómo los chichapales ya no se usan, se usan muy poco, los comales de barro ya no, hay muchas cosas, las escobetas, las fibras…

¿Es un libro nostálgico?

No, porque no hay que ver la vida con nostalgia, no, los cambios se tienen que ver con objetividad, tal vez hay una inclinación a decir ¡aguas!, porque si no nos vamos a quedar sin nada. Por ejemplo, cómo es posible que para celebrar los quince años de una muchacha o el bautizo de un niño se usen los famosos “regalos”, o sea, los adornos, comprando canastas hechas en Taiwán o en China, cuando aquí, en la Huasteca, hay textileros y canasteros, cesteros muy buenos, y muy bien logrados, muy estéticos. Eso pues es una cuestión que a mí en lo particular no me gusta…

¿Qué papel juega la música en tu trayectoria vital y profesional?

La música es como el centro de mi acción, yo siempre estoy sobre la música porque tiene mucho que ver con la poesía que yo hago.

Hablando de poesía, ¿cómo impartes tus talleres de décima?

Bueno, yo siempre he tratado de que la enseñanza sea algo interactivo, recíproco, que no sea algo aburrido, que no sea algo machacante, sino hacer partícipe al alumno, entonces yo lo hago, trato de hacer una enseñanza amena con los objetos que tenemos, hoy les llevé temoles, chunacates, bombos, culantro: cilantro… Ah, por que continuamente nos preguntamos sobre qué escribo. Ahí están los elementos, escriban sobre eso, escriban sobre cómo están los patios, cómo están los árboles, ¿verdad?, todo esto, qué pájaros conocemos…

Me parece que los versos que improvisas cuando estás trovando son, si no más elaborados, más pensados, con un lenguaje, digamos, que tiende más a lo poético que a lo cotidiano o a lo actual, por decirlo de algún modo.

Sí, porque en esos espacios pues tú llevas tu fundamento, ¿verdad? Y cada quien trae el suyo y no se parecen, yo trato, aunque sea de improvisar, de meter la vida, no sacar un verso por compromiso, y si no me sale, pues que no me salga. Pero yo soy de los que inclusive puede decir ahorita no le entro, al rato, pero si se trata de hacerlo rápido, pues lo hago rápido también. Y, bueno, yo trato de meter la vida ahí, lo que conozco, ¿sí? Conozco aquí, el medio, los árboles, las hierbas, diferentes tipos de pájaros, o sea, porque soy de aquí, soy de la región, eso me facilita las cosas.

Eres huasteco de Platón Sánchez.

Sí, así es, ahí nací, ahí están mis raíces.

Pero vives en Xalapa.

Vivo en Xalapa desde hace cuarenta años, pero mi liga y mi raíz no las he perdido porque allá tengo mi familia, tengo mis parientes, tengo hermanas, hermanos, sobrinas, sobrinos, todo.

Podría parecer una pregunta ociosa, pero a mí me gustaría que me dijeras cómo ves, no sólo como investigador o como académico, sino como gente de la Huasteca, quien de entrada conoce a todo mundo, cómo ves, desde que tú recuerdas, las huapangueadas, de una forma sintética, por supuesto, en relación con lo que estamos viendo ahora, que están reproduciéndose, ya que es común ver huapangueadas en las fiestas o encuentros huastecos.

Sí, eso es lo de ahora, lo que fue ayer eso ya nunca lo vamos a recuperar. Nunca, porque eso fue ayer.

Pero ¿se perdió?

Se perdió.

¿Se puede considerar como pérdida de patrimonio intangible?

Sí, cómo no, porque esto no es un huapango, esto es un conjunto de personas que se están tirando uno al otro, pero que no están generando nada, esto es lo de ahora. Yo me enfrento a otro versador y nos estamos horas y horas diciéndonos cosas.

¿Y qué era lo de antes?

Lo de antes era la participación comunitaria, era una fiesta del pueblo, con un escenario muy especial, con cosas con vida propia. Aquí se van los chavos, la mayoría vienen del D.F., y aquí se queda muerto, vaya, no queda ni el eco. No queda nada.

¿No hay manera de recuperar eso?
No hay manera de hacer nada, esto es lo que tenemos y esto es lo que tenemos que trabajar, o sea, en un ambiente en donde el huapango pues es una música más, no es la consentida; al rato se va el público y prende la televisión y pone su aparato, su minicomponente o lo que tú quieras, y va a escuchar otras músicas, y el huapango se va, aunque algunos tal vez sí lo oigan, pero muchos no.

¿Crees que el huapango es como el sustrato de todos sus gustos musicales o realmente es una música más entre todas?

Yo creo que sí hay en la mente, porque no es una música cualquiera, es una música de rango, entonces no es tan simple decir: “Bueno, pues ya no quiero huapango”, no, si te apartas de él te quita muchas cosas, pero hay gente que ya no se crió con esto.

¿Y se puede implantar en esa gente?

Sí se puede inclinar el gusto por el huapango, sí, cómo no.

Entonces, como en el dicho: de lo perdido, lo que se encuentre…

No, porque no se ha perdido, lo que pasa es que… [Pensativo.]

¿Se ha transformado?

Bueno, nos llegó así, hasta acá lo hemos traído así, pero nosotros hemos organizado los festivales, lo que te estoy diciendo es que este festival, terminando, se termina, y tenemos claro de que cada tercer día hay un evento aquí y no está la presencia de los huapangueros, está la presencia de otros grupos, y eso es la constancia; nuestras celebraciones no son ya con música de huapango.

Oye, pero si no se hicieran estas fiestas que ustedes organizan, que son como diques para que esto no se siga perdiendo…

No, si no se hiciera esto ya no hubiera nada, ya no hubiera nada, estuvieran refugiados otra vez en la cantina, ¿verdad?

Hasta que se murieran…

Hasta que se murieran los últimos y no quedara nada, no hubiera talleres, no hubiera nada. Yo creo que sí hemos recuperado, pero hemos recuperado para traerlo aquí, a estos eventos, algo que se organiza.

Continuará…

 

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