El cineasta suizo Christoph Müller presenta en Tepoztlán su filme “Tepito: el pequeño templo”

Tepito no es ni blanco
ni negro, es sólo un
barrio marcado por
estigmas, asevera Müller
Foto: Cortesía CONACULTA

Tepoztlán, Morelos.- 14 de Junio del 2009.- (CONACULTA) Sobre el barrio bravo de Tepito abundan las cifras oficiales y extra oficiales: diariamente 15 mil puestos comercian con 300 mil visitantes, siete de cada 10 productos son imitaciones o pertenecientes a la piratería y bastan sólo tres horas para vender en su totalidad la mercancía robada de un tráiler de gran tamaño.

 

 El cineasta suizo Christoph Müller confiesa que su primer acercamiento con este barrio fue en 2004 durante un viaje de placer que realizó a la Ciudad de México y que decidió ampliar, seducido por el ambiente del lugar.

 

        “Tepito es un territorio colmado de historia, de tradiciones, de imágenes poderosas, pero sobre todo de orgullo. Para mí fue un honor convivir por varios meses con su gente, conocer algunos de sus secretos, es curioso pero nunca me sentí como un extranjero estando ahí”.

 

        Durante el tercer día de actividades del Tercer Festival de la Memoria. Documental Iberoamericano, Müller presentó en la sección oficial de concurso el filme Tepito: el pequeño templo, donde da cuenta de la vida que se teje en los puestos, de los personajes que intentan devolver al barrio su tradición cultural, así como del tráfico de fayuca, de drogas y los enfrentamientos contra granaderos.

 

        “Muchos me preguntan cómo fue que pudimos meter una cámara y filmar día tras día los secretos de los lugareños. Creo que la clave fueron los guías que participan como personajes recurrentes en el documental, sólo con la compañía de alguien que sea barrio, como se les llama ahí a los colonos, los curiosos pueden ser tolerados”.

 

        En el filme se muestran las misas que los comerciantes y vecinos dedican a la Santa Muerte, señora de la mayoría de los tepiteños, quienes a la manera de los niños Dios, visten sus figuras con orgullo, incluso colocándoles luces y ropajes fosforescentes.

 

        También están los testimonios de los vendedores de droga, aquellos que arriesgan su vida y su libertad por lucrar con el mayor número de grapas por día, evitando a las bandas de los jefes enemigos que buscan apoderarse del control del barrio.

 

        Christoph Müller, quien después de realizar el documental decidió radicar en México, recordó que el filme fue realizado junto con su socio, el también suizo Emanuel Geering, quien ha difundido el trabajo en diversos festivales de Europa.

 

        “Tepito es un barrio cimentado con códigos muy profundos de lealtad, de convivencia. Creo que el principal mensaje del filme es la de mostrar que no se trata de un lugar oscuro donde lo único que impera es el crimen. Existen ahí familias y gente honrada que todos los días luchan por transformar su rostro”.

 

        Precisamente en el documental participan orgullosos tepiteños como el artesano de zapatos Luis Arévalo, el pintor Eduardo Manrique y el entrenador de boxeo Octavio Gómez, quienes develan desde la entraña el espíritu de esta demarcación donde desde tiempos de la antigua Tenochtitlán se realizaba el trueque de mercancías.

 

        “Hay muchas posturas en los colonos más antiguos. Luis Arévalo opina que a Tepito lo ha dañado el comercio de fayuca al hacerlo entrar en el canibalismo neoliberal, por su parte Eduardo Manrique afirma que la cultura es la esperanza para evitar que los jóvenes caigan en la delincuencia y Octavio Gómez sueña con que actividades como el deporte limpien a Tepito de sus estigmas”.

 

        En el documental también aparecen los graperos de cocaína y crack, identificados como Jorge y Francisco, quienes develan el movimiento de estupefacientes en el barrio, mismo que produce ganancias millonarias, pero que al mismo tiempo afecta a la propia juventud de Tepito.

 

        En una de las escenas más impactantes del documental, el director se introduce en uno de los fumaderos de crack del barrio que operan durante la noche y donde incluso un anciano participa en las sesiones fumando piedra de una lata.

 

        “Tepito no es ni blanco ni negro, es sencillamente un barrio donde ocurren las mismas cosas que en otros, pero marcado por una fama nociva y hasta exagerada”, afirmó Müller, quien visiblemente emocionado ofreció algunos comentarios en el Auditorio Ilhuicalli junto con el productor del filme Víctor Huerta.

 

        Finalmente el director dijo que tras el éxito que tuvo la presentación del filme en ciudades como Francia, planea llevarlo a otros festivales tanto de Europa como de América Latina.

 

        “Este barrio ejerce un influjo muy especial en todo el que conoce sus entrañas. En Europa la gente queda hechizada ante sus tradiciones, su folclor y su orgullo. Creo que sólo se puede juzgar algo al conocerlo de cerca, y esto es precisamente el propósito de este trabajo”, concluyó Christoph Müller.

 

 

HBL

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