“Rehje”, reflexión cinematográfica sobre el desarraigo e identidad

Es la historia de Antonia
Mondragón Paulino,
una mujer de 51 años
de edad cuya vida
fue motivo de
inspiración para dos
jóvenes realizadores
Foto: Cortesía FOPROCINE

Ciudad de México.- 4 de Junio del 2009.- (CONACULTA) Sólo iba por unos días para probar suerte. Sin embargo, se quedó casi 30 años de su vida, alejada de la tierra que la vio nacer y confrontándose con el gran monstruo urbano donde vivió discriminación por ser indígena mazahua. Una situación que en el momento le generó desarraigo pero que la devolvería mucho tiempo después a su hogar, siendo una mujer más fuerte y segura de sí misma.

 

        Es la historia de Antonia Mondragón Paulino, una mujer de 51 años de edad cuya vida fue motivo de inspiración para dos jóvenes realizadores que, movidos por un interés estético y social, decidieron llevar a la pantalla grande las experiencias que esta indígena protagonizó.

 

        Rehje (agua en mazahua) es el título del documental realizado por Anaïs Huerta, de origen franco-español, y del mexicano Raúl Cuesta, quienes recibieron el apoyo del Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad (Foprocine) dependiente del Instituto Mexicano de Cinematografía.

 

        Es suficiente una hora aproximadamente de filmación para que el espectador no sólo conozca la historia de esta indígena, quien a los 13 años de edad abandonó el poblado de Loma Grande Pueblo Nuevo, en el Estado de México, sino para que comparta la tristeza y la soledad que ella sintió vivió durante casi tres décadas.

 

        Lo que al principio se pensó como una película sobre el problema de la sequía en México, terminó siendo un documental sobre la historia de una indígena migrante, similar a la de miles de historias que guardan las calles de la Ciudad de México.

 

        Se trata de un viaje conformado por los recuerdos narrados por ella misma: desde que le advirtieron que no sería fácil sobrevivir en la capital de este país y de los peligros a los que debía enfrentarse siendo indígena, como la discriminación, hasta que tomó la decisión de regresar a su tierra, después de haber tenido que trabajar arduamente en una cooperativa mazahua y soportar el machismo de su marido, de quien sólo conserva el buen recuerdo de los tres hijos que le dio.

 

        Todo el film es un baúl de evocaciones. Antonia difícilmente puede ocultar el dolor que implicó vivir alejada de su familia; sin embargo, de esa experiencia se hizo una mujer más fuerte.

 

        “En mi pueblo todos nos conocemos y nos hablamos. No nos discriminamos. En cambio, aquí en la ciudad todos andamos como loquitos y a nadie le interesa si le pasa algo al otro. Quizá no se me acercan porque soy indígena pero yo me siento orgullosa de serlo. A veces me pregunto por qué hablo tan mal de la ciudad cuando ella me enseñó a ser lo que soy hoy, lista para regresar”.

 

        Como este testimonio, hay muchos más que hacen dinámico el documental de Huerta y Cuesta, quienes tuvieron que invertir dos años y medio para realizar este trabajo cinematográfico, el cual incluye las palabras de familiares de Antonia, especialmente las de su madre, que volvió a ver cuando el tiempo ya había marcado las líneas de la vejez en su rostro.

 

        Los realizadores supieron captar la satisfacción de la indígena a su regreso a Pueblo Nuevo, pero también la nostalgia por aquellos paisajes que se perdieron, y que jamás volverá a ver, como la frondosa vegetación de la región o la abundancia de agua en la presa más cercana.

 

Llamado de identidad

 

Cuenta el realizador mexicano que en un principio su compañera y él querían filmar una historia relacionada con la sequía. Durante la investigación de campo, se encontraron con varias mujeres mazahuas, entre ellas Antonia, cuya vida los cautivó de inmediato por estar vinculada con los problemas de identidad y desarraigo.

 

        En ese sentido, Cuesta asegura que su propuesta tiene dos objetivos fundamentales: que el espectador reflexione sobre estos dos temas, y que al mismo tiempo revalora la fortaleza de estas mujeres que viven en condiciones de marginalidad y pobreza.

 

        “Nos fascinó cómo ella logró reivindicarse a su regreso, de cómo logró conservar sus raíces como la lengua materna, de cómo demostró que se pueden preservar la identidad, aún fuera de su círculo comunitario”.

 

        -¿Qué lectura crees que puedan hacer las personas que viven en la urbe sobre un tema aparentemente local y rural?

 

        “Qué bueno que lo preguntas, porque justamente el problema del desarraigo es algo que le puede ocurrir a cualquier persona, no sólo a los indígenas que migran a la capital mexicana. Aquellos que salen de la ciudad para residir en otro lugar también experimentan la nostalgia por el lugar que dejaron. Así que la complejidad de dejar la tierra de da en todos lados, seas de zonas urbanas o rurales”.

 

        La protagonista de esta historia, en medio de la pena que le da hablar frente a los medios de comunicación, también quiso compartir su sentir. Antonia está convencida que esta película puede ser una ventana importante para mostrar lo que pasan muchas mujeres como ella.

 

        “Decidí aceptar ser parte de esta cinta porque pensé que era una forma de dar a conocer las necesidades de comunidades como la mía. Es una oportunidad para mostrar lo que pasamos las mujeres como yo en la ciudad y en el campo. Sí me da miedo de que me critiquen por denunciar la falta de apoyo de los gobiernos para mejorar nuestras condiciones de vida; sin embargo, creo que si queremos que la gente nos ayude y no sea apática a nuestra situación, debemos hablar de ello”.

 

        -Después de haber visto nuevamente su historia en el cine ¿hubo un momento en que se arrepintiera de haber dejado su pueblo?

 

        “La verdad sí, pero como mucha gente me ha dicho, no sólo las indígenas, sino todas las mujeres podemos ser víctimas de la discriminación”.

 

       Se tiene contemplado que Rehje sea proyectada en circuitos cinematográficos independientes y alternativos, en festivales y en la Cineteca Nacional, así como en comunidades indígenas donde se pueden identificar con esta historia.

 

        Las proyecciones ya aseguradas son en el 24 Festival Internacional de Guadalajara, el Tercer Festival de la Memoria y en el Festival Internacional de Los Ángeles.

 

GJB

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