Memorias de un huapanguero: el huapango, orgullo de México

Don Laco Alvarado, el gran
violinista de Colatlán
Foto: Azteca 21/Gregorio Martínez M.
A la familia Lino Ruiz, que es parte de la mía, en Doctor Mora, Guanajuato.

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 4 de junio de 2009. Escribir un apunte o unas notas es un buen recurso para no olvidar los sucedidos de nuestro interés o, mejor aún, para tenerlos presentes, para fijarlos en el tiempo y evitar que la incuria y el exceso de información anodina los cubra de polvo y olvido. Así, ahora quiero hacer un apunte al vuelo, precisamente para que no lo olvide, para que no se amontone en el cajón de los recuerdos.

Bien, pues el pasado jueves 28 de mayo, después de que concluyó el partido de Pumas contra Pachuca, efectuado en el Estadio Olímpico de la Ciudad Universitaria, en el Distrito Federal, el cual ganaron los felinos 1-0, mi esposa me llamó para que viera lo que estaba saliendo en TV Azteca, que me apurara. “Es de son huasteco”, acotó. De inmediato dejé de leer “La suave patria” –en una bella edición conmemorativa zacatecana que me obsequió el año pasado en San Luis Potosí José de Jesús Sampedro– y corrí a ver la tele.

Es extraño, pero sentí gusto de ver en Canal 13 de televisión abierta a caras conocidas, a buenos amigos. Al parecer, este flashazo sobre el huapango sirvió de entrada al programa “Buenas Noches”, conducido por la atractiva Edith Serrano. Ya lo vi comenzado, y no creo que haya durado más de noventa segundos; calculo que unos sesenta en total. No sé dónde levantaron el minirreportaje, pero supongo que fue en Colatlán –casi seguro: en la Huasteca veracruzana–, pues así me lo hacen suponer las caras conocidas.

Alcancé a ver –pero no oí nada– a don Laco Alvarado, el gran conocedor del repertorio huasteco de la región; luego, cómo se expresaba Karla Hernández, hija del maestro Porfirio Hernández Barrales e integrante del trío infantil “Los Cocuyitos”, acerca de su decisión de ser huapanguerita; luego vi tocando unos muy breves segundos al maestrazo Román Güemes, con su rostro bermejo, junto a otros dos huapangueros que salieron de soslayo; ahí se alcanza a ver un patio huasteco; si lo realizaron en Colatlán, seguramente es en la casa del profesor Moisés Hernández Barrales.

'Los Cocuyitos', de Colatlán,
en espera de subir al escenario
en San Sebastián, Veracruz,
en enero de 2007
Foto: Azteca 21/Gregorio Martínez M.

Después tocó el turno al trío Koneme –del que no pusieron el nombre–, sobre todo a Moi, el jaranero del trío, quien salió en primer plano cantando unos versos apologéticos de la televisora del Ajusco. Después de la intervención de Karla, en la parte inferior del televisor apareció un cintillo informativo que decía en letras grandes: “Orgullo de México” y debajo de éste, en letras más pequeñas: “Música capaz de unir a familias”, para concluir con los créditos del reportero y camarógrafo.

Enseguida, salió a cuadro la conductora, ya en el estudio, y dijo algo así como: “Eso es, así se canta, que TV Azteca es la mejor televisora” y a continuación pasó a una noticia relacionada con los mayas, me parece. Sí, sin duda es padre ver que un conocido, amigo o familiar sale en la televisión. Digamos que son los 15 segundos –ya no los quince minutos warholianos– de fama a los que la mayoría aspira.

Busqué posteriormente el video en la página de videos de TV Azteca, pero no lo encontré, así que me fío sólo de mi memoria para pergeñar estas notas. Sí, qué gusto ver y escuchar la música de huapango en la televisión comercial –y no sólo en los canales culturales, en los que ocasionalmente sale algo, como en Canal Once, por ejemplo, en el que Cristina Pacheco ha dado espacio a varios grupos de música tradicional mexicana–, y que sean conocidos casi vuelve el gusto en alegría.

No obstante, sería deseable que ese espacio en el aire fuera más amplio, que se le diera más difusión por esas vías a este tipo de manifestaciones culturales y que, por lo menos, fueran más asertivos los comentarios, pues el son huasteco, los huapangos y las huapangueadas unen a comunidades y pueblos enteros de varios estados de México. Además, la fiesta que se organiza en Colatlán cada fin de año, pasando Navidad y antes del Año Nuevo, es una gran fiesta huasteca, popular, a la que vale la pena asistir y, como en el programa susodicho, sentir en la piel que, en efecto, el huapango es un orgullo de México. Por tanto, si somos coherentes y las televisoras quieren mejorar su programación –incluso las “culturales” –, ya es tiempo, neta, de que hagan series completas sobre la música tradicional mexicana, pero no sólo del son huasteco ni como breves capsulitas que no llegan a ser realmente informativas. Eso sí, el gusto, aunque fue unos segundos, como lo bailado, se nos quedó, ¿qué no, Moi?

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