Iniciamos la serie “Memorias de un huapanguero”

Marcelino González, Servando
Rubio y Eduardo Bustos durante
una reunión de hidalguenses
en el Distrito Federal
Foto: Cortesía archivo
de Eduardo Bustos Valenzuela.

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca21

Ciudad de México. 20 de mayo de 2009. Con el paso de los años, se van desprendiendo las ramas de ese frondoso árbol que es la música tradicional mexicana, sin que nadie se acerque a dar fe de lo acaecido, sin que nadie –o muy pocos, contados– guarde o preserve el rumor de sus hojas y menos aún lo dé a conocer. Es cierto, a ese árbol le surgen renuevos, brotes de savia nueva, pero las hojas ya no son las mismas, aunque eclosionen del mismo tronco.

Así, en los últimos años se han ido muchos músicos legendarios del son huasteco, como Artemio Villeda, Heliodoro Copado, Felipe Turrubiartes, Frumencio Olguín, Servando Rubio, y esto sólo por mencionar a varios que sobresalieron en la fronda, pero hay muchos, muchos más que mueren casi en el anonimato. Hace días, por azares del destino, me encontré con el profesor Eduardo Bustos Valenzuela, quien apenas nos había compartido unos versos en honor de don Servando. Descubrimos que casi somos vecinos y hablamos un buen rato acerca de esa ineluctable circunstancia de la vida que es el morir, pero también de dejar huella, de hacer lo que nos gusta, y mencionamos el olvido e indiferencia que han acompañado a muchos músicos tradicionales mexicanos.

Con base en esa charla casual y callejera, realizada a unos pasos de una estación del metro, acordamos reunirnos pronto para hablar de don Servando, cuya muerte ocurrió a principios de este mes y quien, coincidimos, sin duda merecía más atención y honores de los que recibió en vida. Haciendo un espacio en nuestras actividades y robándole un par de horas a la familia, el sábado 16 acudí a la casa del maestro Eduardo Bustos.

Ahí coincidimos nuevamente en varios puntos de vista y asuntos; mientras, el también músico y trovador huasteco compartía con un servidor parte de su archivo fotográfico. Así, en gran parte debido a la generosidad del director del "Trío Aguacero", concluimos que, por nuestra parte, podríamos realizar una serie de notas o remembranzas de huapangueros, de hombres y mujeres que con su amor, apego, dedicación, alegría y entusiasmo han esbozado páginas entrañables de nuestra música tradicional. Por ello, y como un modesto esfuerzo por reconocer la valía de esos personajes, hoy damos inicio a una serie que llamaremos “Memorias de un huapanguero”, que queda abierta a todos los que son parte y dan vida a esa manifestación cultural: músicos, bailadores, lauderos, herederos de éstos, promotores, organizadores, asociaciones…

Comenzaremos recordando que Eduardo Bustos Valenzuela nació el 28 de julio de 1963 en Chicontepec, Veracruz, y reconoce como sus maestros a los huapangueros y paisanos suyos Norberto Cerecedo López y Rolando Hernández Reyes “El Quecho”. Estudió Biología en la Escuela Normal Superior, donde tiene a su cargo un Taller de Música Huasteca, y ha sido profesor durante más de 25 años. Formó parte del "Trío Yolopactli" y de "Los Caimanes Huastecos" que devino, desde 1992, en el "Trío Aguacero", con el que ha difundido extensamente esta expresión artística a miles de niños.

 

Ha impartido numerosas conferencias y talleres relacionados con el son huasteco. Ha escrito muchas décimas y artículos sobre grandes huapangueros, como Nicandro Castillo Gómez, “Cantor de las Huastecas”. Ha publicado los libros “El violín huasteco. Método teórico práctico 1”, “Cantares de mi Huasteca”, “Zoológico decimal de la Huasteca” y “¡Qué animales!”. Además, ha grabado varios casetes y un disco compacto. Con base en la generosidad y disposición del maestro Eduardo, así como en sus testimonios y material fotográfico, daremos inicio a “Memorias de un huapanguero” con la remembranza de Don Servando Rubio. Que las disfruten.

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