Jesús León Santos, campesino mixteco, merecedor en el “Día de la Tierra” del “Premio Goldman 2008”

León Santos, es nativo de
Santiago Tilantongo,
en el distrito oaxaqueño
de Nochistlán
Foto: Cortesía milenio.com

Ciudad de México.- 3 de Mayo del 2009.- (Milenio) En este espacio no vamos hablar de la influenza, que tan agobiados nos tiene a todos. Más bien me quiero referir a una buena influencia, la de un mexicano, mixteco de 42 años: el indígena Jesús León Santos, quien fue merecedor este año en el Día de la Tierra al Premio Goldman 2008, considerado uno de los máximos galardones al mérito por el activismo ambiental.

El Premio Ambiental Goldman, considerado la más alta distinción en la materia, fue creado en San Francisco, en 1990, por dos líderes cívicos y filántropos estadunidenses, Richard N. Goldman y su esposa ya fallecida, Rhoda H. Goldman, y desde entonces se ha otorgado a 127 personas de 72 países. En 1999 lo recibió otro mexicano, el indígena tarahumara Edwin Bustillo, así como Rodolfo Montiel (2000), campesino ecologista del estado de Guerrero e Isidro Baldenegro (2005), de la sierra tarahumara.

Nativo de Santiago Tilantongo, en el distrito oaxaqueño de Nochistlán, Jesús León Santos sintetiza la terrible diáspora de centenares de familias mixtecas que, a causa de las condiciones de erosión y de devastación histórica de sus tierras, debieron abandonar la región en busca de alternativas para sobrevivir.

La mixteca, explica León Santos, ha sufrido desde tiempos de la colonia diversos embates ambientales. La tala de árboles, junto con las fábricas de cal que sirvieron para erigir los diferentes templos de la orden dominica, la revolución verde con sus pro y contras, los programas de extensionismo de la década de 1970 que difundieron el pastoreo de cabras en diferentes localidades, así como la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, con la introducción de maíz transgénico. Todas esas prácticas fueron minando los suelos de la región. La misma Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) reporta que son más de 500 mil hectáreas las erosionadas en la mixteca.

Lentamente, el paisaje se fue transformando en un paraje similar a las imágenes selenitas. Muy pronto la erosión, la salinidad de los suelos y la dependencia económica a través de los créditos de avío (agrícolas) empobrecieron a sus habitantes y se convirtieron en el pivote de fuertes fenómenos migratorios, ya sea de carácter pendular, rural-rural o regional, transnacional y translocal.

Don Jesús no se libró de esta práctica y de joven tuvo que viajar al Distrito Federal a emplearse como albañil, sin un lugar donde residir más que en las obras en construcción.

Estas mismas condiciones de sobrevivencia despertaron en él la inquietud y la motivación para revertirlas, y que sus hijos no tuvieran que enfrentarse al mismo destino, por lo que regresó a su tierra y ahí conoció a unos guatemaltecos que le enseñaron, a través de técnicas agrícolas precolombinas, a transformar esos parajes erosionados en zonas arboladas reverdecidas por el ocote y el helite, árboles que son orgullo de esa zona mixteca.

Ellos, dice, le despertaron su vocación por lo ambiental, “cuidar la tierra, quererla… si la tierra es la creadora de la vida, hay que cuidarla y hacer mucho por ella” (entrevista con Matías Pedro, abril de 2009).

A pico y pala

Fue a pico y pala, mediante esfuerzos colectivos, que Jesús León Santos congregó a más de 400 campesinos indígenas de 12 comunidades de los municipios de Santiago Tilantongo, Magdalena Jaltepec, San Francisco Jaltepetongo, San Pedro Coxcaltepec y Asunción Nochistlán.

En 1997 formaron el Centro Integral de Desarrollo Campesino (Cidecam) y deciden emprender la titánica labor de reforestar 400 hectáreas. Esto fue posible gracias a que en nuestros pueblos indígenas aún se preserva la importante tradición del “tequio”, que junto con la de mano vuelta o las mayordomías refuerzan su sentido de pertenencia e identidad. Son prácticas en donde los comuneros se integran a las diferentes labores de forma colectiva y como un trabajo comunitario no remunerado.

Así volvió a renacer en esa región el que fuera un bosque templado, según indica el Códice Nutall. Hoy de nuevo corre el agua por los manantiales y surgen nuevos nacimientos de agua. Cada año, los indígenas del Cidecam siembran cerca de 200 mil árboles, y han logrado acuerdos importantes de autonomía con la Comisión Nacional Forestal de la Semarnat. Todo recurso que ingresa a través de los programas de empleo temporal o en calidad de pago por servicios ambientales es canalizado por las asambleas comunitarias ya sea para para la instalación de agua potable, compra de camiones de volteo o la creación de viveros.

En estos momentos de emergencia sanitaria en México, rescatar esta experiencia, premiada el 17 de abril con motivo del Día de la Tierra, es un acto doblemente esperanzador para recuperar una actitud más fresca hacia lo verdaderamente esencial de la vida, convocar a no perder como mexicanos nuestro gran sentido de solidaridad, repensar nuestros hábitos de consumo y resignificar las viejas prácticas de reciprocidad, en donde junto a otros podemos hacer frente a cualquier adversidad, ambiental, sanitaria e incluso económica.

Felicidades desde este espacio que brinda MILENIO a don Jesús León Santos y a todos los integrantes del Cidecam, que nos hacen recuperar a través de su ejemplo el sentido de estar, de disfrutar y respetar a Gaia, nuestro hogar, nuestra madre Tierra.

*Coordinadora del Programa de Investigación Multidisciplinaria para un Desarrollo Sustentable (Pimudes). UAM-Azcapotzalco. ipjg@correo.azc.uam.mx
México/Irma P. Juárez González*

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