“Oh, glorioso apóstol, San Judas Tadeo…”, ayúdame y protégeme…

Los jóvenes son una
presencia constante
en la celebración
mensual a San Judas Tadeo
Foto:
Gregorio Martínez M./Azteca 21

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

A la memoria de mi nonagenario tío abuelo Leonardo Ruiz, fallecido en Pozos, Gto., la semana pasada. RIP.

Ciudad de México. 29 de marzo de 2009. Cada día 28 de todos los meses del año, la iglesia de San Hipólito –en la calle de Francisco Zarco, justo a la salida de la estación Hidalgo del metro, de las líneas 2 y 3– se ve invadida de fieles y desesperados, de anhelantes y suplicantes, de miles de personas, muchas de las cuales desde la noche previa comienzan a caminar de diferentes puntos de la ciudad rumbo a esta nueva catedral de la esperanza. Incluso aún llegan un día después en gran cantidad, sin contar las consuetudinarias.

Este éxodo momentáneo, esta peregrinación mensual se ve magnificada cada 28 de octubre, el mero día de “San Juditas”, como le llaman sus fieles, entre los que destacan miles de niños, adolescentes y mujeres. Esta adoración, este auge insólito, este repunte del apóstol judío no rebasa la década, pues recuerdo claramente cuando laboraba en la calle de Violeta, en la colonia Guerrero, a unos pasos de la Casa Amistad Alianza, que los días 28 acudían cientos de fieles y varias veces al día, como al mediodía, se realizaba misa, incluso con altavoz para los que no alcanzaban a entrar en la iglesia y se quedaban en el atrio y aun en la avenida Hidalgo.

Vamos, la devoción comenzaba a expandirse multitudinariamente y la “fiesta” o romería empezaba a adquirir los rasgos que ahora vemos cada mes en este templo aledaño a la Alameda Central. Es decir, se comenzaban a instalar puestos de comida, antojitos, papas fritas y un sinfín de fritangas, amén de los vendedores de escapularios, pulseras, flores, cuadros, efigies de cal, hueso y resina de todos los tamaños…

También era usual que alguien cumpliera una manda y “pagara el favor o milagro” ya fuera obsequiando rosas (llegando con su enorme paquete del mercado de Jamaica) a los presentes, o rosarios con la figura del santo, o cuadros de cartón con la imagen del apóstol, o éste en miniatura dentro de un estuchito de plástico, o listones verdes con el nombre del milagroso, o San Judas de yeso de tamaño estándar o estampitas con su oración atrás… Al contrario, las famosas “cadenas”, es decir, hojas impresas con una oración y petición de hacerla distribuir, acompañadas de una moneda, han ido desapareciendo, así como la manda de vestir un mes o año al modo de San Judas…

Aún no se usaban de manera generalizada los escapularios tejidos en verde y blanco, gruesos, grandes, trenzados con otros. Esta costumbre en realidad debe tener unos siete años, más o menos, no más, eso sí. Tampoco se mezclaban las cadenas o la devoción de este santo con la de la llamada Santa Muerte; esto también debe tener unos cinco años a la fecha, y cada vez más, desafortunadamente. Sí, en cambio, ha sido frecuente, o desde que yo recuerdo, la devoción conjunta del apóstol con la de la Virgen de Guadalupe.

De unos dos o máximo tres años a la actualidad es que he visto cómo se forman pequeños grupos de peregrinos y ahí se van a la iglesia de San Hipólito en peregrinación, como para que el santo les valore más su esfuerzo y su devoción, pues en una oración se estipula que el creyente o fiel debe hacer meritoria su fe por el apóstol. Esta costumbre está arraigando mucho y va en camino de seguir a la de la Guadalupana, que así creció como ola, pues en mi barrio la gente acostumbraba caminar o ir en camiones especiales un día rumbo a la Basílica.

Comoquiera y dondequiera, el asunto es que cada día 28 de cada mes la gente acude en tropel a la iglesia de San Hipólito a venerar a San Judas Tadeo, el santo de los desesperados, a pedirle su intercesión y a rezarle su oración:

“Oh, glorioso apóstol, San Judas Tadeo, siervo fiel y amigo de Jesús, el nombre del traidor que entregó al querido Maestro en manos de sus enemigos ha sido causa de que muchos os hayan olvidado, pero la Iglesia os honra e invoca universalmente como a patrón en Casos Difíciles o Desesperados. Rogad por mí, que soy tan miserable, y haced uso, os ruego, de ese privilegio especial vuestro, de socorrer visible y prontamente cuando casi se ha perdido toda esperanza. Venid en mi ayuda para que reciba yo los consuelos y el socorro del Cielo en todas mis necesidades, tribulaciones y sufrimientos, particularmente en –hacer aquí la(s) petición(es) especial(es)– si es para mi provecho espiritual, gloria de Dios y honor vuestro. Os prometo, glorioso San Judas, acordarme siempre de vuestros favores y nunca dejar de honraros como a mi especial y poderoso protector, y hacer todo lo que pueda para extender vuestra devoción. Amén”.

En tanto, a la vuelta de Semana Santa, ya veo el éxodo chilango a Chalma, pero ésa, amable lector, es otra peregrinación. Hasta entonces.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

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