Casa Vecina Espacio Cultural presenta exposición colectiva en el Centro Histórico

'Cumulus', de Jokus, representa
un minicaos de hacinamiento
y nerurosis citadinos
Foto: Benjamín Solís S./Azteca 21

Por Benjamín Solís
Reportero Azteca 21

Ciudad de México. 7 de marzo de 2007. La última semana de febrero se inauguró una exposición plástica-virtual en el inmueble antiguo del Centro Histórico, “Casa Vecina Espacio Cultural”, con instalaciones de jóvenes artistas que muestran diferentes contextos cotidianos urbanos en la realización de su trabajo, desde la representación sonora, el video, hasta la experimentación del espacio con diferentes materiales como inflables, papel y cartón reciclados.

Esta vez, “Casa Vecina” presenta la obra de diez creadores, cada uno con sus distintas ideas, pero con la intención compartida de realizar una atmósfera lúdica que genere un contacto esencial con el asistente, es un trabajo artístico “vivo”, para apreciarse satisfactoriamente en los espacios físico y temporal. En esta colectiva, el público es una pieza esencial, que contempla y participa, que se integra y hace “funcionar” este gran juego de las imágenes, los sonidos y las sensaciones que se generan a partir de la propuesta de sus realizadores.

El acceso al recinto cultural se realiza de una manera muy heterodoxa, hay que entrar pasando “Sobre los títulos”, de Ale de la Puente, una alfombra de libros, cientos, apilados, de todos los títulos y tamaños; algunos forman colecciones completas de enciclopedias en desuso, libros de texto, diccionarios, de cocina, deportes, literatura… La instalación respondió a un correo colectivo del autor para quienes quisieran participar en este proyecto donaran sus ejemplares, y gracias a ello desarrollar esta propuesta, que se circunscribe sólo al concepto del caminante que tenga que pisar sobre el papel impreso de los libros.

Mucho más propositiva es la instalación del colectivo Macramé (Eduardo Meléndez, Eloísa Ávila y Mariana Gándara), “Mas vale ciento volando”, una invitación directa al público a involucrarse en este espacio lúdico hecho con miles de hojas de papel reciclado que cubren la habitación, en el suelo regadas por doquier y pegadas en las paredes sin dejar un solo hueco; así, el observador se convierte en un motor que da vida a la propuesta, puede tocar, arrojar, tirarse, cubrirse con ellas y prácticamente “meterse” en el montaje y ser parte del juego.

En la Oficina de Proyectos está “Instantes”, de Carlos Irigoyen, una habitación en cuyas paredes se han escrito varios símbolos matemáticos y ortográficos interactuando entre sí para dar fórmulas inexplicables, imposibles, tal vez sin sentido, pero de una peculiar geometría que sólo tienen efímera justificación en ese pequeño tiempo y espacio; ello con el fondo de sonidos cortos, cuasi nocturnos, que nos remiten al que hacen los grillos. De este modo, las ondas sonoras dan paso a un ambiente en donde el espectador interpreta o reinterpreta introspectivamente la instalación. “Mi realidad es creada por instantes. También y en este momento me forman lo propio, lo impersonal, lo tangible, lo casual, lo azaroso, lo imperante”, dice el autor.

En “La Sala de Lectura”, Miguel Rodríguez Sepúlveda hace una lúdica representación con las palabras, de algunos diccionarios ha borrado una innumerable cantidad de ellas, para “apropiárselas” y ponerlas al servicio de un juego sencillo: colocarlas sobre un pizarrón para que el público las acomode, cree sus propias frases, imágenes acústicas, ideas y cualquier idea que se le ocurra, en plena libertad, creando figuras a partir de las letras, frases en orden, en desorden; nuevamente el público es parte esencial de este performance semántico.

Continuando el recorrido, en la Sala Dos, “Cumulus”, de Jokus, una instalación de 65 “bop-bags” con el tema de la ciudad: problemas de vivienda, personajes y rostros urbanos, hombres, mujeres, jóvenes, niños, ancianos… rostros comunes, anónimos, todos interactuando bajo la alegoría de los inflables que forman un minicaos de amontonamiento y neurosis que el público puede acrecentar con su sola permanencia.

Integrándose a este cúmulo, Alejandro Magallanes invoca un desfile de imágenes “impuras”, híbridas, fantásticas en “JAJA”, un experimento de improvisación visual donde el artista dibuja todos los seres y personajes que realizó en una hora y treinta minutos, libremente, sin ideas preconcebidas con el resultado de un planosecuencia como lo define el creador, “insoportable y final inesperado”.

En la misma sala se puede mirar también las instalaciones de José Antonio Vega Macotela y Angélica Romero, con “Intercambio 278” e “Instalaciones In-significantes”, respectivamente; Macotela realiza una curiosa propuesta resultado del proyecto “Time Divisa”, que consiste en “trocar” tiempo, el del artista con el de un preso, ello en la elaboración de una instalación en este caso; así, el trabajo se ve en la presentación de varias decenas de monederos de palma, donde cada uno representa 30 minutos de tiempo invertidos en su fabricación. En “Instalaciones In-significantes”, Angélica Romero “personifica” 26 contactos eléctricos caseros en un mosaico visual que salta desde lo más cotidiano: los tomacorrientes bajo la óptica de la artista.

Esta exposición colectiva estará abierta al público hasta el 16 de mayo, la cita es en “Casa Vecina Espacio Cultural”, Callejón 1 de Mesones, número 7, esquina Regina, Centro Histórico, ciudad de México.

Comentarios a esta nota: benjamin.solis@azteca21.com

Leave a Reply