Exhibición exitosa de “Nosferatu” en la Cineteca Nacional

'Nosferatu' es una obra cumbre de
la cinematografía mundial y
precursora del género de vampiros
Foto: Cortesía Cineteca Nacional

Por Benjamín Solís
Reportero Azteca 21

“¿A dónde vas con tanta prisa si nadie puede escapar de su destino?”.
                        (Diálogo en “Nosferatu, una sinfonía del horror”.)                                                    

Ciudad de México. 4 de marzo de 2009. No es ninguna sorpresa que dentro de la “Retrospectiva de F.W. Murnau”, que recién concluyera en la Cineteca Nacional, “Nosferatu” (1922) haya sido la película más conocida de este ciclo breve del director alemán, y es que esta enigmática producción es ya desde hace tiempo un emblema del género de vampiros y terror, así como de toda la obra de Murnau.

Pero, incluso, más allá de estas consideraciones, que no son nada fáciles de lograr, “Nosferatu” es una obra maestra del cine mudo alemán, sobre todo de la cinematografía y arte mundiales. Considerada como obra monstruo, incluso aun teniendo en cuenta el humor involuntario y los errores técnicos y de dirección que podamos encontrar, las aportaciones al cine y la cultura son fundamentales porque no es una cinta de “méritos”, sino de contribuciones para el lenguaje cinematográfico que se venía construyendo todavía en la época de su realización.

De este modo, es posible ver por qué “Nosferatu” reúne una serie de atributos que lo hacen un clásico: con el paso del tiempo ha llegado a adquirir su vida e historia propias, desprendiéndose de su creador para seguir su camino, asombra al público de distintas épocas, generando influencias posteriores en el cine, inclusive más allá del género de terror; basta verla en toda su dimensión en una sala cinematográfica para maravillarnos por esa revelación de imágenes, fotografía y el impresionante trabajo del reparto, que en buena parte se debe al actor Max Schreks, personificando a Nosferatu; gracias a estos recursos la cinta no sólo mantiene su dramatismo, sino que nos presenta memorables fragmentos poéticos (hay que recordar la escena del navío cruzando el desolado mar, como una alegoría de la angustiante soledad del vampiro).

El título original “Nosferatu, una sinfonía del horror” es una adaptación de otra obra monstruo de la literatura: “Drácula”, de Bram Stoker; con otra idea bajo la óptica de Murnau, pues en esta versión al cine, el cineasta abiertamente influido por el expresionismo alemán, no sólo hace una representación del vampiro, sino de su época y su país: decadencia, sin esperanzas, dolor, miseria; y la película se convierte en una “deformación” como medio de expresión y explicación de la realidad. A diferencia de Drácula, Nosferatu es la bestia decadente y la némesis de la sociedad sin voluntad, donde vivió y de la que tuvo que huir Murnau.

“Nosferatu”, una adaptación al cine de la cual el director no habría imaginado las dimensiones históricas que lograría su creación, e inevitablemente su sinfonía del horror seguiría los pasos de las grandes obras cuyo arte no está destinado para su tiempo, sino para el futuro, y nosotros como espectadores contemporáneos podemos considerarnos afortunados con tener este tipo de creaciones que se salvaron incluso de la destrucción física por las “buenas conciencias” de su tiempo.

En la Cineteca Nacional, el público asistente pudo gozar de la obra maestra de Friedrich Wilhelm Murnau como pocas veces se puede hacer, ver la cinta en todo su esplendor y musicalizada en vivo por la pianista Deborah Silberer, cuyas notas le imprimieron un enorme plus estético-psicológico al filme, tal y como se solían representar las cintas a principios del siglo XX, de tal manera que resultaron insuficientes las dos funciones a lleno total de la sala donde se exhibió la breve retrospectiva del genio alemán.

Comentarios a esta nota: benjamin.solis@azteca21.com

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