Una oreja para Gastón Santos y dos salidas al tercio de Humberto Flores en “La México”

Destacada actuación tuvo Gastón
Santos para cortar una oreja
Foto: Cortesía lamexico.com

Por: Paco Prieto

Cronista taurino Azteca 21

Ciudad de México.- 1º de Marzo del 2009.- El cartel, conformado por el rejoneador Gastón Santos y los toreros de a pie Humberto Flores, José Mauricio y Pepe López no fue el que, originalmente, quiso dar la empresa. Esta quiso rejuntar a Arturo Macías “El Cejas” y a Joselito Adame con José Mauricio, otro de los mexicanos jóvenes triunfador de la temporada que no había podido estar en los carteles estelares debido a una cornada.

Macías y Adame se negaron y, aunque no oficialmente, se dice que porque exigían que estuviera en el cartel un español. Es de creer que no cualquier español sino Hermoso, Ponce, Tomás o Perera, o sea, alguno de los que garantizaría que se llenase el numerado. ¿Estrategia administrativa errada o acertada? No lo podemos saber. Queda la duda de si los tres mexicanos hubiesen, por ellos mismos y sin estar apoyados por un español, hacer una buena entrada.

De cualquier modo, ellos deben de haber pensado que para que el aficionado no tuviese dudas sobre ellos era necesario que fueran vistos con plaza llena una vez más, que las cerezas no estaban aún maduras y el riesgo grande de que hubiese demasiado cemento a la vista, lo que perjudicaría su carrera, era alto. Así las cosas, se optó por incluir al joven y talentoso rejoneador Santos, a Humberto Flores –otro que no estuvo en las estelares debido a otra cornada- y cerrar con el jovencísimo Pepe López, que había indultado un toro si bien el consenso general fue que aquella  tarde del indulto, el toro había estado muy por encima de él.

En fin, si es de lamentar las ausencias de Macías y de Adame, el cartel era magnífico pero, como era de esperarse, la entrada fue bastante pobre con lo que es pertinente sostener la duda de qué hubiera pasado si Macías, Adama y Mauricio toreaban sin estar apoyados por alguno de los ases de la bajara española.

La ganadería a lidiarse fue la de Los Ebanos que el pasado año mandó un encierro bueno, en términos generales, para El Pana y Morante de la Puebla. Todo, pues, presagiaba, a pesar del escaso público, una tarde venturosa para los cuatro o cinco mil aficionados que nos dimos cita en la plaza más grande del mundo. Sin embargo, las cosas no rodaron tan bien como era de esperarse. La culpa, en parte, fue del viento, que era fuerte y frío. Cuando el sol se fue, la plaza era como un congelador. Pero en parte fue, también, de los toros de Los Ebanos. En efecto: seis animales bien cortados, aceptablemente armados, cuatro bravos para los caballos pero, a excepción del quinto en el orden de la lidia ordinaria, de lidia incierta, pegajosos, abantos cinco de ellos y dos mansos perdidos, los corridos en penúltimo y último lugar.

Al rejoneador le tocó uno de Puerta Grande, un novillo por no decir un becerro que fue protestado por el público y que el juez acabó devolviendo a los corrales para que saliera uno de Montecristo que si parecía adulto era medidísimo de codicia y de recorrido. A este toro Santos lo toreó bien y le clavó un solo rejoncillo porque era, también, medido de fuerza para lucirse en banderillas, a una y dos manos, largas y cortas poniendo la emoción que el toro no tenía. Como lo matara bien y una parte del público, por cierto no mayoritaria, pidiera una oreja, el juez la dio con la consiguiente protesta de la gente: el toro no había transmitido, punto, y el toreo es, siempre, cosa de dos de manera que para cortar una oreja es necesaria la transaccionalidad. Pero vayamos a la lidia ordinaria.   

HumbertoFlores realizó los únicos bellos lances de la tarde, verónicas elegantes, parando, mandando, templando, ante el único toro no abanto de toda la tarde. Con la muleta logró excelentes series con la derecha, pero cortas debido al viento y lo pegajoso de la res que una y otra vez buscaba al torero. Lo mató bien y el público lo sacó al tercio. Su segundo enemigo, bastante descastado y que se le colaba una y otra vez, permitió calibrar el buen sitio de Flores, su dominio de los terrenos de la lidia y su valor. Luchó contra un doble peligro: un toro que lo buscaba y el viento que le descubría la muleta. Sacó los excelentes pases que ejecutó a base de estar en la cara misma del toro, de encelarlo impidiéndole la huida, sin quitarle el engaño de los hocicos y envolviéndose con él en lo que parecía un abrazo letal. De nuevo mata bien y de nuevo el público se percata del valor sereno y la voluntad de agradar de Flores sacándolo a saludar al tercio  y pidiéndole, en el transcurso de la corrida, que regalase un toro.

Mauricio, por su parte, mostró  verticalidad, valor y buenas maneras pero frente a dos marmolillos no hubo lucimiento posible, especialmente ante su segundo “enemigo” que fue un manso perdido, un animal que rehuía el combate. Y el colmo de la mala fortuna de nosotros, aficionados, fue que el tercero de la lidia ordinaria, de nombre “Alfredito”, que tocó a Pepe López, fue noble, bravo y repetidor pero se topó con un torero valiente es verdad, pero ayuno de técnica suficiente para dominar y templar las embestidas de un bravo ante la asonada del viento, sobre todo porque ese toro tenía un sobresaliente lado izquierdo. López es un torero pundonoroso pero debe torear mucho en plazas de segunda antes de volver a pisar el ruedo de la México. En su favor hay que decir que el último que le tocó fue el peor del encierro, un animal de una mansedumbre extrema.   

En esta corrida se despidió el magnífico varilarguero Delfino Campos a quien el público demandó una vuelta al ruedo  que el picador dio oyendo aplausos y una diana.

 

Comentarios a esta nota: paco.prieto@azteca21.com

 

Por: Paco Prieto

Cronista taurino Azteca 21

Ciudad de México.- 28 de Febrero del 2009.- El cartel, conformado por el rejoneador Gastón Santos y los toreros de a pie Humberto Flores, José Mauricio y Pepe López no fue el que, originalmente, quiso dar la empresa. Esta quiso rejuntar a Arturo Macías “El Cejas” y a Joselito Adame con José Mauricio, otro de los mexicanos jóvenes triunfador de la temporada que no había podido estar en los carteles estelares debido a una cornada.

Macías y Adame se negaron y, aunque no oficialmente, se dice que porque exigían que estuviera en el cartel un español. Es de creer que no cualquier español sino Hermoso, Ponce, Tomás o Perera, o sea, alguno de los que garantizaría que se llenase el numerado. ¿Estrategia administrativa errada o acertada? No lo podemos saber. Queda la duda de si los tres mexicanos hubiesen, por ellos mismos y sin estar apoyados por un español, hacer una buena entrada.

De cualquier modo, ellos deben de haber pensado que para que el aficionado no tuviese dudas sobre ellos era necesario que fueran vistos con plaza llena una vez más, que las cerezas no estaban aún maduras y el riesgo grande de que hubiese demasiado cemento a la vista, lo que perjudicaría su carrera, era alto. Así las cosas, se optó por incluir al joven y talentoso rejoneador Santos, a Humberto Flores –otro que no estuvo en las estelares debido a otra cornada- y cerrar con el jovencísimo Pepe López, que había indultado un toro si bien el consenso general fue que aquella  tarde del indulto, el toro había estado muy por encima de él.

En fin, si es de lamentar las ausencias de Macías y de Adame, el cartel era magnífico pero, como era de esperarse, la entrada fue bastante pobre con lo que es pertinente sostener la duda de qué hubiera pasado si Macías, Adama y Mauricio toreaban sin estar apoyados por alguno de los ases de la bajara española.

La ganadería a lidiarse fue la de Los Ebanos que el pasado año mandó un encierro bueno, en términos generales, para El Pana y Morante de la Puebla. Todo, pues, presagiaba, a pesar del escaso público, una tarde venturosa para los cuatro o cinco mil aficionados que nos dimos cita en la plaza más grande del mundo. Sin embargo, las cosas no rodaron tan bien como era de esperarse. La culpa, en parte, fue del viento, que era fuerte y frío. Cuando el sol se fue, la plaza era como un congelador. Pero en parte fue, también, de los toros de Los Ebanos. En efecto: seis animales bien cortados, aceptablemente armados, cuatro bravos para los caballos pero, a excepción del quinto en el orden de la lidia ordinaria, de lidia incierta, pegajosos, abantos cinco de ellos y dos mansos perdidos, los corridos en penúltimo y último lugar.

Al rejoneador le tocó uno de Puerta Grande, un novillo por no decir un becerro que fue protestado por el público y que el juez acabó devolviendo a los corrales para que saliera uno de Montecristo que si parecía adulto era medidísimo de codicia y de recorrido. A este toro Santos lo toreó bien y le clavó un solo rejoncillo porque era, también, medido de fuerza para lucirse en banderillas, a una y dos manos, largas y cortas poniendo la emoción que el toro no tenía. Como lo matara bien y una parte del público, por cierto no mayoritaria, pidiera una oreja, el juez la dio con la consiguiente protesta de la gente: el toro no había transmitido, punto, y el toreo es, siempre, cosa de dos de manera que para cortar una oreja es necesaria la transaccionalidad. Pero vayamos a la lidia ordinaria.   

HumbertoFlores realizó los únicos bellos lances de la tarde, verónicas elegantes, parando, mandando, templando, ante el único toro no abanto de toda la tarde. Con la muleta logró excelentes series con la derecha, pero cortas debido al viento y lo pegajoso de la res que una y otra vez buscaba al torero. Lo mató bien y el público lo sacó al tercio. Su segundo enemigo, bastante descastado y que se le colaba una y otra vez, permitió calibrar el buen sitio de Flores, su dominio de los terrenos de la lidia y su valor. Luchó contra un doble peligro: un toro que lo buscaba y el viento que le descubría la muleta. Sacó los excelentes pases que ejecutó a base de estar en la cara misma del toro, de encelarlo impidiéndole la huida, sin quitarle el engaño de los hocicos y envolviéndose con él en lo que parecía un abrazo letal. De nuevo mata bien y de nuevo el público se percata del valor sereno y la voluntad de agradar de Flores sacándolo a saludar al tercio  y pidiéndole, en el transcurso de la corrida, que regalase un toro.

Mauricio, por su parte, mostró  verticalidad, valor y buenas maneras pero frente a dos marmolillos no hubo lucimiento posible, especialmente ante su segundo “enemigo” que fue un manso perdido, un animal que rehuía el combate. Y el colmo de la mala fortuna de nosotros, aficionados, fue que el tercero de la lidia ordinaria, de nombre “Alfredito”, que tocó a Pepe López, fue noble, bravo y repetidor pero se topó con un torero valiente es verdad, pero ayuno de técnica suficiente para dominar y templar las embestidas de un bravo ante la asonada del viento, sobre todo porque ese toro tenía un sobresaliente lado izquierdo. López es un torero pundonoroso pero debe torear mucho en plazas de segunda antes de volver a pisar el ruedo de la México. En su favor hay que decir que el último que le tocó fue el peor del encierro, un animal de una mansedumbre extrema.   

En esta corrida se despidió el magnífico varilarguero Delfino Campos a quien el público demandó una vuelta al ruedo  que el picador dio oyendo aplausos y una diana.

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