James Dean refrendó la consigna aristotélica de que la muerte temprana es sinónimo de eternidad

Dean nació un 8 de febrero
de 1931 en Marion,
Indiana, Estados Unidos
 Foto: Cortesía CONACULTA

Ciudad de México.- 8 de Febrero del 2009.- (CONACULTA) Con su trágico fallecimiento a la edad de 24 años, James Byron Dean refrendó la consigna aristotélica de que la muerte temprana es sinónimo de eternidad, de mito, de culto, sin olvidar la eterna fascinación por aquello que sucumbió antes de conocer la decadencia.
 
 
Hijo de un técnico dental y una ama de casa, la vida de James Dean –nació un 8 de febrero de 1931 en Marion, Indiana, Estados Unidos– estuvo marcada por la tragedia desde la edad de nueve años, cuando su madre murió a causa de una enfermedad y él tuvo que adaptarse a la estricta disciplina de su progenitor, quien estaba ausente la mayor parte del tiempo.
 
 
Pronto fue enviado a la granja de sus tíos donde conoció la dura vida de quienes se levantan al alba para cosechar y cuidar animales. Permaneció ahí hasta pasada la adolescencia, cuando un buen día, inspirado por las películas del cinematógrafo local, decidió viajar a California para cursar arte Dramático en la Universidad.
 
 
Su imagen de rebelde con el cabello engominado llamó la atención de varias agencias de publicidad que de vez en cuando visitaban los foros de la escuela en busca de talento.
 
 
A mediados de los años 50 del siglo pasado, fue reclutado para aparecer en varios anuncios de televisión, lo cual le permitió costearse el viaje a Nueva York para probar suerte en el circuito teatral de Broadway, además de ingresar al legendario Actor’s Studio, alma mater de otras leyendas como Marlon Brando y Marilyn Monroe.
 
 
Su carrera formal inició a mediados de los 50 con pequeños papeles en obras independientes de Broadway. Sería su interpretación en el clásico teatral El inmoralista, de André Gide, la que sorprendería a varios agentes de Hollywood, quienes según testigos lo acosaron con contratos durante semanas.
 
 
Su interpretación en su primera película, Al este del Edén, dirigida por Elia Kazan, maestro del Actor’s Studio (más tarde acusado de soplón durante la llamada caza de brujas Macartista), fue reconocida por la crítica al grado de ser nominado al Oscar.
 
 
En 1955, el revolucionario realizador Nicholas Ray lo llamó para protagonizar, junto a Natalie Wood y Sal Mineo, la cinta de culto Rebelde sin causa, en la cual Dean daba vida a un adolescente incomprendido y en desacuerdo con la realidad que le rodeaba.
 
 
De más está decir que esta actuación es considerada una de las más personales de Dean, quien –según críticos– plasmó sus propias vivencias en el personaje principal, reviviendo incluso su inclinación a retar a la autoridad, iniciada con el fallecimiento de su madre. Por esa época su rebeldía se hizo también evidente al dar fuertes declaraciones contra la guerra de Corea.
 
 
A este éxito fílmico, convertido en el símbolo cultural de la juventud de los 50, le seguiría la cinta Gigante, dirigida por G. Stevens a partir de la novela de E. Ferber y en la que da vida a un peón convertido en millonario al encontrar petróleo.
 
 
Poco antes de su trágica muerte ocurrida un 30 de septiembre de 1955, en Paso Robles, California, a bordo de su auto marca Porsche, llamado por él Little Bastard, James Dean aparecería irónicamente en un anuncio televisivo para instar a los conductores a respetar las señales de tránsito.
 
 
El estreno de su última película se llevó a cabo una semana después, marcada por un minuto de silencio por parte de todos los asistentes, quienes esa misma noche presenciaron el inicio de una leyenda que se mantiene hasta nuestros días.
 
 
(HBL)

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