La fiesta de “La Candelaria”, una tradición que se remonta a los tiempos bíblicos

Actualmente, en este día muchas
 familias suelen llevar a bendecir
 al templo la imagen del Niño
 Jesús que se colocó en
 el nacimiento el 25 de diciembre
 Foto: Cortesía CONACULTA

Ciudad de México.- 31 de Enero del 2009.- (CONACULTA) Detrás de la tamaliza que deberán ofrecer el 2 febrero quienes tuvieron la buena o mala suerte –según se vea– de encontrar al niño en su fracción de rosca de Reyes, pervive una “acción de gracias” que se remonta a los tiempos bíblicos.

 

La fiesta de la Candelaria se llama así porque en ella se bendicen las candelas que se van a necesitar durante todo el año, a fin de que nunca falte en las casas la luz tanto física como espiritual.

 

Actualmente, los fieles acuden a la misa de este día con las velas que son bendecidas por el sacerdote, y a continuación se hace una corta procesión entre las iglesias cercanas o por el interior de la misma iglesia, con las velas encendidas cantando el Nunc dimittis servum tuum  (“ahora puedo morir en paz, porque mis ojos han visto al Redentor…”), el himno que entonó el anciano sacerdote Simeón cuando María le presentó a Jesús en el templo.

 

Esta fiesta tenía gran significado cuando la única luz en las casas era la de las velas y candiles. La procesión solemne representa la entrada de Cristo, que es la Luz del Mundo, en el Templo de Jerusalén.

 

Mientras la procesión se celebraba dentro de la iglesia, durante la Edad Media el clero abandonaba la iglesia y visitaba el cementerio que lo rodeaba. Una vez que regresaban de la procesión, un sacerdote llevaba la imagen del Niño Dios, la presentaba en la puerta y entraba a la iglesia con el clero, quienes cantaban el cántico de Zacarías, “Benedictus Dominus Deus Israel”.

 

Esto formaba una parte esencial de los servicios litúrgicos del día y debía ser celebrado en cada parroquia donde los ministros lo requerían. La procesión se celebraba siempre el 2 de febrero. Antes de la reforma de la liturgia latina por San Pío V (1568); en las iglesias del Norte y del Oeste de los Alpes esta ceremonia era más solemne.

 

Por otra parte, el fraile novohispano Bernardino de Sahagún escribió en sus testimonios que a principios de febrero los antiguos mexicanos realizaban sacrificios a los tlaloques, que eran los ayudantes del Dios Tláloc para pedirles lluvia para las próximas cosechas.

 

En esta ceremonia se ofrendaban niños a las nubes, se les vestía de gala y durante su ascenso al Monte Tláloc se les hacía llorar como augurio de que habría agua en abundancia. Los evangelizadores católicos utilizaron esa conmemoración y llevaron la imagen del Niño Jesús a los templos.

 

Actualmente, en este día muchas familias suelen llevar a bendecir al templo la imagen del Niño Jesús que se colocó en el nacimiento el 25 de diciembre. Se les suele ataviar de gala o bien con ropajes que recuerden alguna de sus advocaciones, como el Sagrado Corazón o el Niño Doctor.

 

En el municipio de Tlacotalpan, Verracruz, esta festividad es una de las más importantes. La imagen de la Virgen de La Candelaria, patrona de la localidad, fue llevada al lugar hace 200 años. En su honor se hacen misas y procesiones, una de estas a las orillas del río Papaloapan.

 

En el festejo, que comienza desde el 31 de enero y concluye el 10 de febrero, participa gente de Alvarado y de Cosamaloapan. Se acostumbra soltar  toros por las calles y el baile de zapateado, todo en el  marco de una verbena popular.
Otros lugares donde esta fecha se conmemora con grandes fiestas son Salvatierra y Santa Catarina, en Guanajuato; Naupan, en la Sierra Norte de Puebla; Zumpango del Río, en Guerrero, y en Minatitlán, en Veracruz.

(AJR)
(Información tomada de: www.enciclopediacatolica.com)

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