“Fiesta del baile de tabla en Churumuco y Huacana. Homenaje al violinista don Leandro Corona Bedolla

Este libro es el fruto de la
admiración, cariño y
respeto que el investigador
le profesa al viejo violinista
quien el próximo 27 de
 febrero cumplirá 102 años
 Foto: Cortesía
Alejandro Martínez de la Rosa

Para Sabino, en la distancia, contigo, y, por supuesto, para don Leandro y amigos de Zicuirán

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 22 de enero de 2009. Alejandro Martínez de la Rosa pertenece a una nueva generación de investigadores de nuestra cultura popular, de sólida preparación académica, con estudios de licenciatura en Periodismo y Comunicación Colectiva, maestría en Estudios Latinoamericanos, doctorado en Historia y cursa el doctorado en Etnomusicología, quien está enfocado principalmente a las manifestaciones de la música tradicional mexicana, con énfasis en las que se realizan en Michoacán.

Así, en agosto de 2008 sacó a la luz, con apoyo del PACMYC 2007, “La fiesta del baile de tabla en Churumuco y Huacana. Homenaje al violinista don Leandro Corona Bedolla” (Dirección de Vinculación e Integración Cultural de la Secretaría de Cultura de Michoacán/Unidad Regional Michoacán de Culturas Populares del CONACULTA, Morelia, Michoacán, 2008), un libro en el que plasma el resultado de varios años de investigación en el área del municipio de La Huacana.

Pero este bello libro, impreso en el taller michoacano de Fondo Editorial Morevallado, también es el fruto de la admiración, cariño y respeto que el investigador –y músico– le profesa al viejo violinista Leandro Corona Bedolla, quien el próximo 27 de febrero de 2009cumplirá 102 años de edad en el poblado de Zicuirán, en el mencionado municipio michoacano. Este aspecto lo señalo porque, a mi parecer, también marca un punto de referencia –y, al mismo tiempo, lo distingue– en el trabajo de Alejandro: no sólo ve a su objeto de estudio con los ojos del investigador, sino que se involucra, convive y se integra a aquél.

Desconozco si este trabajo ya fue presentado públicamente, lo cierto es que, como lo indica el título, es un merecido tributo a un músico que durante 75 años ha hecho del violín y de su música el eje vital –espiritual– de su existencia, que, sin saberlo ni proponérselo en principio, es el único ejemplo vivo –como lo consigna Martínez de la Rosa– de una variante musical –también única– del conjunto de arpa grande del sur de Michoacán. Éste es un aspecto importante que también señala la relevancia de la publicación de este trabajo de investigación.

El autor, quien radica desde hace más de un año en Huecorio, en las cercanías de Pátzcuaro, donde es profesor-investigador de una universidad indígena, hace en su libro –que apenas rebasa la línea que lo separa del folleto– una breve descripción de la fiesta del baile de tabla en Churumuco y La Huacana y una semblanza de don Leandro, así como también nos introduce a “la gente del gusto”, es decir, las personas que disfrutan de la fiesta, del fandango o, como me dijo una ocasión don Leandro, de la “huasanga”.

Asimismo, nos contextualiza dicha fiesta y ejemplifica con el ritual que implicaba una boda de aquellos años posrevolucionarios y rescata del anonimato a muchos de los personajes que gustan del gusto, los músicos, bailadores y tamboreadores de arpa (como don Jesús Rosas, don Javier Ramírez, don Abel Peñaloza, don Isaías Corona, don José Jiménez…), campesinos en su mayoría, como lo fue, entre muchas otras actividades, el propio don Leandro, quienes no se pierden las fiestas de cumpleaños del violinista, verdadero orgullo de Zicuirán (aunque nació en Urapa, en Ario de Rosales), de La Huacana, de Michoacán y de México.

Además, el libro cuenta con un plus, como la cereza del pastel o la joya de la corona. Se trata de un disco con grabaciones de campo (vale decir “de la fiesta”) realizadas por el mismo Martínez de la Rosa y otras que le proporcionaron don Leandro y la familia de don Juan Guzmán –ahijado del violinista–.

Por supuesto, no son las únicas grabaciones que hay de Leandro Corona Bedolla, de hecho, Martínez de la Rosa señala las anteriormente realizadas por diversos investigadores, pero las suyas se distinguen porque aplica un criterio propio: fueron grabadas en vivo, en la mera fiesta, pues considera que los bailadores y las expresiones orales que se suscitan son parte de aquélla, “les agregan colorido”.

Son veintiún grabaciones, algunas de sones poco conocidos o ya poco interpretados, cada una con su respectiva nota explicativa, incluso el “Corrido de don Leandro Corona”, que le compuso su cuñado Bernardo Arroyo, la memoria viva de mucha de la trayectoria del violinista y de muchas de las costumbres y sucedidos de la región.

Una característica de Martínez de la Rosa es su capacidad de síntesis y de redactar con base en las herramientas del investigador, es decir, hace uso de la información documental, de los datos históricos y de la oralidad; lo anterior da como resultado un trabajo académico de calidad –dirigido sin duda a sus colegas–, pero con la amenidad necesaria para volverlo asequible a cualquier tipo de lector, cualidad que muy pocas veces se aprecia en este tipo de trabajos, enfocados a demostrar que el investigador ha investigado y leído mucho, ha asimilado las teorías y conceptos de sus renombrados homólogos; en pocas palabras, demostrar que saben mucho y son muy chingones, aunque casi nadie les entienda ni su trabajo sirva más que para acumular puntos o intentar ascender en el escalafón profesional.

Señalo lo anterior porque, después de las notas puntuales a las grabaciones, Martínez de la Rosa realiza un somero, pero ilustrativo análisis histórico de la variante musical de Churumuco y Huacana, particularmente de sus rasgos distintivos, y nos muestra cómo las rutas comerciales, provenientes desde la Colonia, determinaron las “rutas” (o diferencias) musicales entre los conjuntos de arpa grande del sur de Michoacán.

Finalmente, el investigador defeño enraizado en Michoacán aporta su propuesta metodológica de grabar la fiesta, señalando sus ventajas y desventajas, de acuerdo, se infiere, con los propósitos académicos de cada investigador. Cabe destacar que también incluye fotografías en blanco y negro y en color de músicos, bailadores y aspectos diversos de la fiesta (de los archivos personales de don Leandro, don Jesús Rosas y del suyo), así como, al final de su trabajo –si no, no sería académico, pues–, unas útiles bibliografía y discografía, valiosas para todo aquel interesado en el tema.

De este modo, con “La fiesta del baile de tabla en Churumuco y Huacana. Homenaje al violinista don Leandro Corona Bedolla”, Alejandro Martínez de la Rosa inicia su camino como investigador con publicaciones y marca una senda que ojalá varios de sus compañeros de academia –músicos e investigadores– observen y, si les es posible, sigan y continúen. Enhorabuena, maestro Martínez de la Rosa.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

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