Oreja para “El Zapata” y otra para Humberto Flores, que terminó en el hospital

Suponemos que, por fin, los
aficionados se han dado
cuenta que Humberto Flores no
 es sólo un torero solvente,
sino uno con personalidad propia
 Foto: Archivo

Por: Paco Prieto
Cronista taurino Azteca 21

Ciudad de México.- 11 de Enero del 2009.-  Los aficionados estábamos  inquietos, acaso, temerosos. Nunca antes en temporada grande se habían registrado entradas tan flojas domingo a domingo. Además, el  cambio de empresa no nos decía nada ya que detrás de Curro Leal y Renovación 2006 estaba Rafael Herrerías que ahora ha vuelto de manera oficial. En otras palabras, nada que esperar.

Por otra parte, si bien es verdad que los buenos aficionados tenemos la ilusión de reencontrarnos con José Tomás, con Enrique Ponce, Morante de la Puebla, Jose María Manzanares, hijo, y Pablo Hermoso de Mendoza, temíamos que este primer cartel de la segunda parte de la grande fuera un fracaso para convocar a los tantísimos aficionados que han venido abandonando progresivamente sus apartados. ¿Por qué?

 En primer lugar, la empresa, en las corridas que dio entre octubre y diciembre ignoró a las dos figuras señeras de la baraja taurina mexicana: Zotoluco y Rafael Ortega. Dejó de lado a Arturo Macías, “El Cejas”, la gran promesa hoy de nuestra baraja taurina. Para colmo, no vimos en esos meses ni a Joselito Adame, el joven diestro de Aguascalientes que ha toreado, con éxito, en la temporada española al lado de las mayores figuras de allá.

 Además, se frustró la confirmación de la alternativa española del queretano “EL Payo”, triunfador en España. Para acabarla de amolar, la empresa anunció  como base de cartel a Miguel Abellán, un torero español que confirmó hace diez años en la México sin pena ni gloria y que en su tierra promedia unas treinta corridas anuales, lo que en América es mucho pero en España relativamente poco.

Con Abellán se anunció a Humberto Flores y “El Zapata”, ambos toreros, pensábamos, tan solventes como con escaso imán de taquilla. Dicho de otra manera, ¿era con ese cartel como se iba a calentar el ambiente para que volvieran los llenos del numerado a la plaza de mayor aforo del mundo? 

 Sin embargo, las cosas no salieron tan mal si bien los tendidos no se llenaron, las barreras se vieron desangeladas y, en generales, hubo una entrada floja. Las quince mil personas que nos reunimos en la plaza triplicaron la entrada promedio en las doce corridas precedentes. Como no fue Abellán el que debió de haber metido tanto público, suponemos que, por fin, los aficionados se han dado cuenta que Humberto Flores no es sólo un torero solvente, sino uno con personalidad propia; que “El Zapata” hace revivir pasadas glorias de toreros tlaxcatecas, secos, profundos, inspirados como lo fueron, en su momento, el “Ranchero” Aguilar, “El Callao”, Gabino Aguilar…

De algún modo, el valor y los éxitos logrados por Flores y “EL Zapata” unidos a una especie de minitemporada en puertas con Tomás, Ponce, Morante, Perera, Manzanares, provocaron el milagro de que quince mil personas ocuparan sus localidades. Y lo mejor es que hemos salido de la plaza con buenos resultados y con la ilusión de que en las corridas que se programen, reaparezcan Jerónimo, Ochoa, Pizarro, Capetillo…, auténticos toreros que dejaron huella en las doce tardes iniciales.

Pues bien, tuvimos un cielo azul, un sol esplendoroso y por la puerta de toriles salieron 6 animales de Santa María Xalpa que nadie aplaudió pero tampoco protestó. Me explico: esos toros provienen de las dehesas españolas de Domecq y de la ganadería de José Miguel Arroyo “Joselito”, que también tiene la misma simiente Parladé-Campos Varela, ni más ni menos que la que conformó las otrora gloriosas ganaderías jaliscienses de La Punta y de Matancillas.

Toros de cornamentas imponentes y enmorrillados; toros que de modo natural aguantan muchos kilos. En honor de los ganaderos, los seis animales de pinta negra unos, castaña otros, fueron parejos en tipo: todos enmorrillados y bien armados. Deben, sin embargo, haber sido de apenas cuatro años cumplidos porque su peso era bajo y porque, para decirlo en pocas palabras, ninguno hubiera sido admitido para lidia en Madrid, en Sevilla, en Bilbao o en Zaragoza.

Pero eran bonitos, no eran bobos –exceptuado el primero, al que desorejó Humberto Flores- y cinco presentaron dificultades que exigieron de buenos lidiadores. Y los seis matadores dieron prueba sobrada de solvencia.

Qué hermoso es ver en un ruedo a tres toreros entregados, que torean sin aliviarse, o sea, pasándose a los toros en torno a la cintura, con la muleta bien planchada, con un dominio preciso de los terrenos de la lidia, o sea, parándose donde había que pararse para sacar los pases, para envolver en su trasteo a los espectadores, para no dar lugar a bostezos, para que, como los diestros, los aficionados también segreguemos adrenalina.

Ante el primero de la tarde, “Morito”, un toro noble pero de escasa transmisión, Flores lanceó con elegancia y eficiencia; con la muleta, tanto por la derecha como por la izquierda, sus pases fueron ceñidos y en redondo sin que el animal, casi, le tocara el engaño. Una estocada entregándose, hasta la empuñadura, de efectos fulminantes provocó que la inmensa mayoría de los aficionados pidiesen la oreja que el juez concedió. 

Ante su segundo, un animal abanto y soso, que se colaba, Flores nada pudo hacer con el capote, pero con la muleta, y luego de un tercio expcepcional de banderillas por parte de su cuadrilla, enceló y metió en el engaño al animal que se le colaba una y otra vez para matarlo de otro estoconazo, virtualmente metido entre los cuernos de “Bellotero” que le valió una cornada que lo mandó, inconsciente, a la enfermería.

Con su lote, Uriel Moreno, “El Zapata” nada pudo hacer con la capa ante el tardo y probón “Manchi”, pero pudo someterlo con la muleta después de haber hecho, con maestría, el tercio de banderillas. Estoconazo. Ante su segundo, “Patriarca”, toro que iba con las patas por delante, se la jugó en chicuelinas ceñidas y con la muleta pases en la cara misma del toro, que tenía genio y se caracterizó por su aspereza. La faena no fue de arte sino de dominio y como lo mató de un estoconazo, una parte importante del público pidió una oreja que el juez concedió para que fue protestada mayoritariamente.

 Abellán, ante “Flor de loto”, variado con el capote emocionando a los tendidos y con la muleta un péndulo magnífico y buenos muletazos en redondo coreados por casi todos. Pinchazos, estocada y ovación. Se trata, no cabe duda, de un torero de oficio, de valor y de buen gusto pero a años luz de las grandes figuras que enseñorean hoy la baraja taurina española.

Y ante el que cerró plaza, el más bonito y alegre, pero con genio, un abanto perdido que no permitió el lucimiento con el capote, en el tercio de muleta propició que Abellán mostrara su valor y  buen oficio, lástima que a la faena le faltara continuidad porque el animal, dominado por el torero, comenzó a mansurronear, a huir, materialmente, de la muleta del madrileño que fue despedido, por su entrega, con otra ovación.

Una tarde, en suma, que deja en los aficionados el deseo de volver a ver a Flores y al Zapata cuando, por fin, se llene el numerado. ¿Lo logrará José Tomás el domingo 18? Porque lo que es llenar también las localidades generales, lo que hicieron Miguel, Jorge y David, Manolo, Eloy y Curro, Camino, El Cordobés, Armilla, Silverio, Garza, Manolete…, parece ya un imposible.

Comentarios a esta nota: paco.prieto@azteca21.com

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