Versátil y rico en tradiciones vernáculas, el Año Nuevo de los mexicanos actuales

El encendido de 'lumbradas'
 cada 1º de enero es aún
ostensible en diferentes
regiones de México, como en
Ixmiquilpan, Hidalgo, núcleo
 social hñahñú u otomíe
 Foto: Archivo

Ciudad de México.- 1º de Enero del 2008.- (CONACULTA) La celebración del año nuevo en el México actual varía mucho entre los distintos segmentos sociales, grupos étnicos y poblaciones rurales y urbanas.
 
 
En el componente social urbano, con predominancia demográfica superior al 70 por ciento de la población, los festejos son más o menos homogéneos y se asocian a los de la noche vieja del fin de año.
 
 
En realidad, año nuevo y noche vieja forman una misma fiesta y el único linde entre una y otra está marcado por el cómputo de las últimas campanadas del año que terminan, el intercambio de abrazos y los buenos deseos.
 
 
Es la misma fiesta, el mismo brindis y la misma cena, y lo único relativamente diferente es el “recalentado” de ésta para el desayuno de la primera mañana del nuevo año.
 
 
En algunos sectores urbanos de clase media se acostumbra el consumo de 12 uvas, una por cada una de las últimas campanadas del año viejo, para procurarse mágicamente los mejores deseos del año nuevo.
 
 
También el uso de prendas nuevas de uso externo e íntimas de colores amarillo y rojo, la primera para “llamar” riqueza y la segunda para tener mejor suerte en cuestiones amorosas.
 
 
Estas prácticas, no muy extendidas en el nivel nacional, son importadas. El rito de las uvas procede de España, donde en los años 20 del siglo XX vinateros catalanes regalaron fruta excedente a las poblaciones comarcanas.
 
 
En la región norte de Michoacán, específicamente en Zamora y Jacona, supervive la costumbre de encender fuera de las casas hogueras o “lumbradas” el 2 de febrero de cada año.
 
 
De acuerdo con el investigador Herón Pérez, del Centro de Estudios de las Tradiciones del Colegio de Michoacán, este ritual nada tiene que ver con la fiesta de la Virgen de la Candelaria y su origen probable es prehispánico.
 
 
Pérez soslayó la posibilidad de que esta práctica derive del ritual del Fuego Nuevo que se realizaba cada 52 años y del cómputo anual mesoamericano, el cual oscilaba entre los primeros días de enero, los primeros y finales de febrero y principios de marzo.
 
 
El encendido de “lumbradas” cada primero de enero es todavía ostensible en diferentes regiones de México, como ocurre en Ixmiquilpan, Hidalgo, principal núcleo social hñahñú u otomí del Valle del Mezquital.
 
 
Cada uno de los 50 barrios indígenas de Ixmiquilpan enciende una hoguera en el atrio almenado del ex convento agustino de San Miguel Arcángel y pequeñas aldeas de la Sierra del Mezquital hacen lo mismo en las grandes montañas Juárez y La Muñeca.
 
 
Los totonakos de la huasteca veracruzana celebran el año nuevo con la ministración de curanderos, un ritual de “costumbre” que consiste en ofrendar sangre de pollo, tamales, pan y flores a los dioses antiguos.
 
 
En San Miguel Chimalapa, Oaxaca, los zoques esperan el año nuevo con cohetes, baile y el recorrido casa por casa de comparsas de muchachos disfrazados de “huehues”  después de haber “quemado” el año viejo.
 
 
Los “chimas” viejos ocupan el rápido tránsito del año viejo al año nuevo, iluminados por cohetes, para leer en el cielo, las estrellas y las nubes, los tiempos que habrán de prevalecer el año que se inicia.
 
 
La presencia o ausencia de nubes en la luminaria celestial predice lluvias o estiajes.
 
 
En gran parte del México rural, el primer día de enero marca la observación detallada del tiempo de los 12 días iniciales, para predecir las condiciones meteorológicas de los 12 meses del nuevo periodo anual.
 
 
Las cabañuelas deben sunombre al décimo sexto mes del calendario maya (caban) y aluden un sistema de observación del tiempo utilizado por las más remotas civilizaciones de la humanidad, entre ellas Babilonia e Israel.
 
 
Los babilonios formulaban estas predicciones durante la Fiesta de las Surtes (Zamuc), los judíos en la Fiesta de los Tabernáculos y los mayas, que perfeccionaron el calendario mesoamericano, entre el 13 de diciembre y el 14 de enero.
 
 
En la mayor parte de las comunidades rurales o semi-urbanas de los 63 pueblos indígenas de México, el primero de enero de cada año nuevo se realiza el cambio de autoridades civiles tradicionales: varistas, topiles o cargueros.
 
 
En Santiago Tuxtla, Veracruz, el año nuevo mesoamericano se celebra el primer vienes de marzo mediante una ceremonia ritual de ofrenda al Sol a la que asisten personas vestidas de blanco y con abstinencia sexual en la víspera.
 
(ATR)

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