“Con el alma en un hilo. Textiles amuzgos de Xochistlahuaca”, impresionante colección de huipiles

La muestra se presenta en el
'Museo Regional de Guerrero'
 ubicado en la Plaza Cívica
de Chilpancingo hasta el
15 de febrero de 2009
Foto: Cortesía
 'Museo Regional de Guerrero'

Con el alma en un hilo”, las mujeres amuzgas de la Costa Chica de Guerrero tejen sus orígenes a través de los huipiles. Auxiliadas del malacate, el algodón blanco y el coyuchi (algodón café, del “color del coyote”), las tinturas naturales y una destreza innata ante el telar, las horas entregadas a sus pensamientos pueden traducirse, incluso, en nueve meses trabajo.

Hasta el 15 de febrero, en el Museo Regional de Guerrero (Plaza Cívica Primer Congreso de Anáhuac, s/n, Chilpancingo), podrá visitarse Con el alma en un hilo. Textiles amuzgos de Xochistlahuaca, Guerrero; exposición que reúne parte de la colección de huipiles —compuesta en total por cerca de 30 ejemplares— propiedad de la historiadora María Elena Abrín Batule.

La investigación de la que emana esta muestra, es el trabajo de tesis que realizó Abrín Batule para obtener su título profesional. Así mismo, la exhibición deriva de una propuesta museográfica ad hoc para la citada colección textil, la que fue iniciada por la investigadora en 1994.

Por este proyecto (resultado de un Diplomado en Museografía impartido en la Academia de San Carlos de la UNAM), el grupo de artistas visuales y comunicadoras gráficas conformado por Rosalía García, Nancy Mejía, María Macías, Alejandro Ruiz y Ana Cajero, obtuvo recientemente una mención honorífica dentro del Premio “Miguel Covarrubias” del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

En el municipio guerrerense de Xochistlahuaca, el cual es habitado por amuzgos, mixtecos y nahuas, existe una ancestral tradición textil, y son precisamente las mujeres de esta primer etnia las que se han dado a la tarea de preservar dicha labor que data de más de 500 años.

La importancia de los huipiles (que van de los de uso diario a los de gala) creados por las mujeres amuzgas, radica en la impronta de materiales, técnicas e implementos de origen prehispánico, es decir, de un saber transmitido de generación en generación.

En esa vestimenta a la que las amuzgas también denominan chueyno, queda plasmada la visión y concepción de su entorno, por ejemplo, entre los diseños están el círculo y el cuadrado que representan al cielo, la tierra, la luna y los astros; el dibujo en S refiere la feminidad e indirectamente a la tierra, y la greca escalonada es una forma indirecta de la S.

Lo más importante de la exposición, Con el alma en un hilo…, es que se trata de una experiencia sensorial pues los huipiles no se exhiben en vitrinas. La intención fue dignificar las piezas, sin tener que hacerlo mediante un montaje que las enalteciera. En pocas palabras, se vale tocar.

Para mostrar los antecedentes prehispánicos del huipil, la muestra se apoya en objetos que dan cuenta de su uso en toda Mesoamérica. De esa manera, se presenta un malacate mexica, y algunas figuras antropomorfas (de las áreas maya, del Golfo y oaxaqueña) y códices que evidencian los cambios y las permanencias de esta tradición.

En lo que respecta a la colección textil —por citar algunos—, fueron dispuestos un huipil hilado a mano y de hebras teñidas con tintes naturales (grana cochinilla, palos de nanche y de almendra, y heno), otro más en el que se combina el algodón blanco y el coyuchi, así como otro en el que destacan bordados realizados con hilo industrial de colores (que son más baratos y de uso común).

Complementada con videos, grabaciones de voces en amuzgo y español, fotografías de tipo documental, así como la exhibición de huipiles, y piezas arqueológicas y códices de origen colonial pero de tradición mesoamericana, Con el alma en un hilo… pretende difundir una tradición ancestral viva.

De acuerdo con la historiadora María Elena Abrín, las mujeres amuzgas, enseñan a sus hijas desde que tienen aproximadamente siete años de edad, el oficio del tejido en telar de cintura. Esta es una labor considerada únicamente para mujeres, es su manera de ayudar y aportar a la economía familiar.

Al lado de sus madres, las niñas usan como ejemplo, retazos de textiles que han sido heredados de generación en generación y de los cuales obtienen los motivos gráficos que más tarde plasmarán en sus huipiles.

Las tejedoras inician un proceso que consta de tres etapas: el hilado del algodón, es decir, la creación del hilo con ayuda de las manos y del huso para darle el grosor deseado; la urdimbre, cuando las hebras se enredan entre dos estacas para formar una madeja en forma de ocho; y la trama, que consiste en meter los hilos horizontalmente a través de la citada madeja e ir formando el lienzo de tela.

Sin embargo, el elemento distintivo es la técnica decorativa del brocado, en ella los motivos se integran al lienzo montado en el telar, conlleva el introducir hilos extras de trama con el fin de obtener figuras sobre el tejido.

Con el alma en un hilo…, además de contar con el apoyo del INAH a través del Museo Regional de Guerrero, fue realizada en coordinación con el gobierno de ese estado, empresarios de Chilpancingo y la Organización Micro Industrial y/o Artesanal Ljaa’ Tanomnsaa (“Flor de piña” en amuzgo).  

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