La tradición musical de la familia Tavira sigue viva en la “Tierra Caliente” de Guerrero

Los hermanos Tavira Peralta,
cumplen con la tradición convertida
en ritual de tocar cada año
a la tumba de su padre,
Félix Tavira López
Foto: Gregorio Martínez M./Azteca 21

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 11 de diciembre de 2008. El calor, a pesar de ser noviembre, se siente intensamente después del mediodía el sábado 22 en Corral Falso, el pueblo de la Tierra Caliente de Guerrero que vio nacer a una gran familia musical: los Tavira, pues sus raíces provienen de un músico calentano de abolengo, Juan Bartolo Tavira, cuya herencia artística sigue viva y vigente en esta región de México, y en aquellos lugares donde un calentano escucha su música y festeja sus coplas. En honor de este insigne músico, la biblioteca pública del lugar lleva su nombre.

Pasan de las 15 horas cuando arribo, en compañía de Jovita Cambrón Figueroa y Benedicto Flores Torres, de Ajuchitlán del Progreso, a la casa de su amigo, el profesor Arturo Melitón Tavira, quien, junto con su esposa Rosalba y sus hijas, los ha invitado a comer. Ahí ya están otros invitados, los hermanos Tavira Peralta, quienes están en Corral Falso para cumplir con una tradición convertida en ritual: venir a tocar cada año a la tumba de su padre, Félix Tavira López, tal como se puede apreciar en el documental de Francisco Vargas Quevedo, “Tierra Caliente. Se mueren los que la mueven…” (México, 2004).

En este pueblo, por el que pasa el río Balsas y aún se pueden apreciar algunas barcas que lo atraviesan de lado a lado, nació Félix Tavira López el 20 de noviembre de 1905, el padre de Cuauhtémoc, Javier, Alfonso, Fernando, Rafael Tavira Peralta y abuelo de Vadim Tavira Carmona, los miembros del Conjunto de Cuerdas Hermanos Tavira. Al decir de Javier, don Félix fue hijo de Juan Bartolo, le decían “El chile verde” y tuvo la suerte de compartir experiencias con otros señeros músicos calentanos, tales como Bardomiano Flores, Isaías, Zacarías y Filiberto Salmerón, Juan Reynoso, entre otros.

Además, aquí nació Ángel Maldonado Tavira, quien también participó en el documental mencionado y en la película “El violín” (México, 2005), del mismo director, cuyo desempeño le valió hacerse merecedor al Premio al Mejor Actor en la sección “Una cierta mirada” del Festival de Cine de Cannes, Francia, en 2006. Don Ángel Tavira (él cambió el orden de sus apellidos, según me dijo su prima hermana Ageo Tavira), como es universalmente conocido, murió en julio pasado en la ciudad de México y pidió ser enterrado en Corral Falso.

En la casa del profesor Arturo Melitón, los Tavira platican con algunos parientes –con ellos está su hermano Miguel, quien reside en Tlapehuala y vive de milagro, pues tuvo fuertes problemas de salud, según me refirió más tarde, mientras nos dirigíamos a esa tierra, cuna de otro célebre músico calentano, Isaías Salmerón–, otros ayudan en los preparativos de la comilona y los más jóvenes tocan las guitarras.

A los pocos minutos ocupamos una mesita Jovita, Javier, Bene y el que suscribe. Para abrir el apetito y comenzar a sudar, la maestra Cambrón Figueroa les entrega una botella de mezcal de parte de su hermano, el doctor Galileo, que, muy a su pesar, no pudo estar presente por estar concluyendo sus estudios de cirujano. ¡Ah!, una delicia esta bebida, que hace más llevadera la vida y contribuye a disfrutar plenamente la comida típica y la música regional.

En seguida, nos sirven unos platos de pozole –huelga decir que al estilo puro Guerrero–, con cebolla y chile verde picados, tostadas fritas con manteca y además chile rojo desvenado “por si acaso nos hace falta”. Inevitable repetir plato, la verdad, todo rebajado con mezcal “del mero bueno”. En la sobremesa platicamos de la revitalización de la música calentana guerrerense, que se da, a mi parecer, a partir del reconocimiento nacional e internacional a don Juan Reynoso, el trabajo cinematográfico de Francisco Vargas Quevedo y la incansable labor de don Ángel Tavira, así como del trabajo realizado en la capital de la República por los grupos de los Hermanos Tavira y Los Salmerón, y otros músicos en la región, entre otros factores que se mencionaron.

Posteriormente, cuando el sol va cayendo, se despiden Jovita y Bene, quienes regresan a Ajuchitlán; quedamos de vernos más tarde en Tlapehuala, para el concurso de sones y gustos. En tanto, los Tavira se toman las fotos del recuerdo en el patio de la casa del maestro Arturo Melitón; después, nos dirigimos a la casa de su otro primo, Lupe “La Pistola” Tavira. Ahí, como se celebra a Santa Cecilia, cuatro hijos de don Lupe están afuera de su casa, sentados en sillas de plástico, tocando piezas de banda de viento en honor de la patrona de los músicos.

Nos repartimos en los autos de los Tavira y en un taxi, nos dirigimos al panteón, que se localiza a un lado de la carretera Ciudad Altamirano-Ajuchitlán del Progreso. Atardece en Corral Falso. En la entrada del camposanto aún permanece una manta negra de condolencia que la familia de Dagoberto Gama –actor de “El violín “ y también calentano, de Coyuca de Catalán– mandó colocar durante el sepelio de don Ángel Tavira.

Casi a la entrada se encuentra la tumba de don Félix; los Tavira colocan flores sobre la tumba, se comunican mentalmente con sus parientes ahí enterrados, se acomodan y comienzan con “Las mañanitas” el tributo musical a su padre. Los mosquitos revuelan en torno a nosotros, buscando saciar su sed de sangre. Después de cada tema, los músicos se acercan y van definiendo sobre la marcha los sones y gustos por interpretar. Luego se retiran de ahí rumbo al fondo del panteón. “Vamos a tocarle un rato a Ángel”, me explica Rafa.

Caminamos entre las tumbas hasta llegar a la del connotado ex investigador y promotor de la música calentana, que luce aún sin concluir su construcción. Nuevamente las cuerdas del conjunto que ayudó a formar y a consolidar musicalmente suenan en su honor durante casi media hora, en sonoro homenaje a su memoria, a la vez que unas rosas rojas reposan sobre su tumba, que guarda los restos de un gran hombre: don Ángel Tavira.

Los Hermanos Tavira guardan sus instrumentos en sus estuches y se despiden mentalmente de su primo hermano. Los moscos no han cejado en su afán y han tenido un banquete durante el tiempo que permanecemos en el panteón. Se ha cumplido con el tributo, con la reanudación del compromiso familiar, con la visita al ombligo enterrado, con la reafirmación de la prolongación de la tradición musical de la familia Tavira. Es la hora de retirarnos rumbo a Tlapehuala, donde se realiza su tradicional “Feria del Sombrero”, sede del concurso de sones y gustos. La luz del atardecer ha cedido su lugar a la oscuridad cuando nos retiramos del panteón de Corral Falso.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

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