“Sangre para la vida”, muestra que hace una lectura simbólica del líquido vital entre los mexicas

120 piezas entre las que se
encuentran instrumentos y altares
para el sacrificio, esculturas
de dioses aztecas,
figurillas de guerreros,
cráneos y mucho más
Foto: Cortesía INAH

Ciudad de México.- 9 de Diciembre del 2008.- (INAH) El rastro de sangre dejado por los mexicas en sus diferentes expresiones culturales es el hilo conductor de una exposición sui generis que pretende ofrecer al público una lectura simbólica del líquido vital, comúnmente asociado con la violencia y la muerte, pero que para las culturas mesoamericanas fue dador de vida y el principal alimento de los dioses.

Sangre para la vida es el título de la muestra que se inaugura el próximo 10 de diciembre en el Museo Regional de Puebla, integrada con 120 piezas arqueológicas entre las que se encuentran instrumentos y altares para el sacrificio, esculturas de dioses aztecas, objetos relacionados con el juego de pelota, figurillas de guerreros, cautivos y mujeres dando a luz; cráneos esculpidos en piedra, restos óseos con huellas de sacrificio y maquetas de templos.

El discurso museográfico, además de explorar la carga simbólica de la sangre; abarca diversos aspectos de la vida de los mexicas, como su organización social, estructura económica y creencias religiosas.

El acervo que integra esta colección procede de los museos Nacional de Antropología, de Tehuacán, de Sitio de Cholula, los Centros INAH Veracruz y Tlaxcala, así como del Museo Amparo de Puebla y principalmente del Depósito de Bienes Culturales del Museo Regional de Puebla, de donde se exhibirán piezas que nunca antes habían sido mostradas a los visitantes.

La exhibición se presenta en cédulas temáticas dedicadas a Las Sangrías curativas, La sangre femenina, La sangre del guerreo, Sangre en el juego de pelota, La sangre de los muertos, El alimento de los dioses, Calendario ritual, Sangre divina y Canibalismo sagrado.

Uno de los curadores de la muestra, el arqueólogo Eduardo Merlo Juárez, habló en entrevista de la importancia de explicar este tipo de temáticas al público en general, por la tergiversación que aún existe respecto a los sacrificios humanos entre los mexicas.

Recordó que todas las altas culturas del mundo necesitaron de la sangre de los hombres para alimentar dioses. Paradójicamente, señaló, mientras los misioneros españoles hablaban de sacrificios humanos entre las culturas mesomericanas como un acto de barbarie, enseñaban a adorar a un cristo ensangrentado y cruelmente clavado en una cruz cuya sangre sirvió para salvar a los hombres.

No se trata, dijo, de reivindicar el sacrificio humano, sino de entender el sentido no occidental dentro del cual se llevaba a cabo, con profundas raíces religiosas que legitimaban su práctica; y resaltar la importancia de la sangre durante el periodo prehispánico, como un líquido divino y vital, en una época como la actual, en la que se derrama sangre como nunca antes en la historia de la humanidad.

Para el organismo, la sangre es vida, no hay nada más rico que ese líquido, los aztecas lo sabían porque cuando alguien se desangraba, moría. Dentro de la cosmovisión azteca, explicó Merlo, era fundamental ofrendar sangre para continuar el ciclo vital. Al ofrendarla daban vida; nadie se salvaba de darla a los dioses: la gente común del pueblo solía obtener sangre de sus orejas, lengua, nariz y brazos y depositarla en hojas de papel amate que posteriormente eran llevadas a los templos.

La sangre también era el alimento que los aztecas ofrecían a sus divinidades a través de sacrificios practicados en las ceremonias religiosas, las guerras floridas y el juego de pelota ritual. En Mesoamérica se han localizado vestigios desde mil años antes de Cristo con elementos de sacrificio: piedras, cajas para guardar corazones y gran variedad de instrumentos de inmolación; así como murales, códices y cerámica donde se plasmaron escenas alusivas a esta práctica.

El recorrido museográfico de Sangre para la vida se organizó a través de cédulas temáticas en las que se explican los diferentes tipos de sacrificio. Pero la sangre, dijo, también tenía un significado simbólico en la vida cotidiana de los aztecas, en la muestra se explican prácticas como las sangrías curativas: cuando una persona era atacada por alguna enfermedad se le provocaban heridas para sacar por ahí la sangre mala.

Eduardo Merlo comenta que la sangre de los guerreros era la más valiosa, precisamente por la valentía de estos personajes; la sangre de la mujer que moría durante el parto también, ya que era considerada una guerrera.

Entre las piezas que el público podrá apreciar, el arqueólogo destacó la escultura de un dios desollado, revestido con la piel de un guerrero, procedente de las colecciones del Museo Nacional de Antropología; así como la de una mujer muerta en parto, de El Zapotal, Veracruz; también una caja de corazones o cuauhxicalli, con la fecha calendárica caña y el símbolo de la sangre, y una caja tezontle con la figura del dios de la Tierra, Tlaltecuhtli y el símbolo de la guerra sagrada, ambas acervo del Museo Nacional de Antropología.

Habrá también representaciones de pelotas de zacate, elaboradas con heno, llamadas zacatapayolli en las cuales se guardaban las espinas de maguey para el autosacrificio.

La sangre evoca imágenes de violencia, rituales religiosos, vínculos de parentesco, creencias de regeneración y mitos de creación. Su carga cultural transmite una parte importante de los sistemas de pensamiento que pretenden dar sentido a la existencia.

La exposición pretende mostrar al público el significado cultural del rastro de sangre dejado por los antiguos mexicas en las evidencias arqueológicas descubiertas e interpretadas por los investigadores del INAH.

Cabe destacar que con esta exposición, el recinto busca fortalecer la temática exclusivamente arqueológica —que hasta ahora había sido minoritaria— de las exposiciones temporales presentadas desde su creación, así como sacar a la luz piezas desconocidas para el público.

Sangre para la vida será inaugurada el próximo miércoles 10 de diciembre a las 19:00 horas, en el Museo Regional de Puebla (Zona de los Fuertes, frente al Planetario de Puebla) y permanecerá abierta al público hasta mediados de abril de 2009.
 

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