Amatlán vive con intensidad su “XIX Fiesta Anual del Huapango”

El músico y bailador 'Goyo' Melo,
es mejor conocido como
'El Huracán del Huapango
Huasteco' y es originario de
Chicontepec, Veracruz
Foto:
Gregorio Martínez M./Azteca 21

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 9 de diciembre de 2008. Las calles que rodean el Parque Central de Amatlán, Veracruz, el último sábado de noviembre por la tarde lucen atestadas de gente, de personas que recorren los puestos donde se expenden mercancías diversas, comida y antojitos. Otros cientos están apiñadas alrededor del tapextle y del entarimado, pendientes de los tríos, dispuestas a bailar un son tras otro.

Adentro del Auditorio “Que viva por siempre el huapango”, otros cientos ocupan las sillas y muchas más están de pie presenciando el interminable desfile de tríos y grupos de danza folclórica, que vienen a esta “Catedral del Huapango” a mostrar sus habilidades, pero también a pasar lista, a sumar a su trayectoria o carrera una estrella, la de haber bailado o tocado en Amatlán, en su tradicional “Encuentro de las Huastecas”. No es errado afirmar que quien no ha ido a una fiesta huasteca en Amatlán no conoce la Huasteca.

La muchedumbre define a Amatlán en sus días de fiesta novembrina, que es una verdadera romería, una verbena en la que el pueblo huasteco o, mejor aún, la gran familia huasteca, se reúne y se reencuentra con sus raíces, con sus costumbres, con sus tradiciones. Es la ocasión ideal para disfrutar del zacahuil, de las enchiladas, del queso, del jobo, de la cerveza o del buen refino; para escuchar a los huapangueros de los seis estados de esta región cultural de México, a los consagrados, a los que están en camino de consolidarse y a los nuevos, que nunca faltan; para zapatear al ritmo del son preferido, de aquel que los hace vibrar y actúa como catalizador de toda la nostalgia acumulada. Es la oportunidad para creer que las tradiciones se preservan y promueven, que su cultura –representada emblemáticamente por la música y el baile– sigue incólume e indestructible. “Somos chingones, los huastecos somos bien chingones, nunca nos pudieron dominar”, como arengaba a la concurrencia por el micrófono, en pleno zócalo amateco, David Celestino Isaac, uno de los fundadores de esta fiesta, que, sin duda, es “La madre de todas las fiestas huastecas”.

Entre la algarabía se pasean varios integrantes de esta gran familia, como el trovador y bailador Miguel Compeán; el decimista y trovador Arturo Castillo Tristán; el violinista Heraclio Alvarado “Don Laco”; el músico y bailador Goyo Melo “El huracán del huapango huasteco”, de Chicontepec, Veracruz; las cantantes panuquenses Natalia Valdés y Esperanza Zumaya “El falsete de la Huasteca”; el trovador y compositor Ramón Chávez “El jaranero”; los tríos Ozuluama, de Veracruz; Koneme y Los Cocuyitos, de Colatlán, Veracruz; Real Hidalguense, de Pachuca, Hidalgo; Tamalín, del mismo municipio veracruzano; Alba Huasteca, de Ciudad Mante, Tamaulipas; Los Leales, de Tancanhuitz, San Luis Potosí; Cenzontle, de Huauchinango, Puebla; Los Cantores de Valles, con dos integrantes hijos de Goyo Solano, el magnífico trovador y jaranero de Los Camperos de Valles; el trovador Daniel Ramírez Ochoa “El Mapache”; el bailador Francisco Torres Meza, de Naranjos; el maestro y promotor de huapangueadas Óscar Azuara Hervert, de San Sebastián, Veracruz; el excelente músico y trovador Julián Cuervo, avecindado en Tepetzintla…

Se suceden las presentaciones de discos y libros: “Lotería huasteca ¡Viva el huapango!”, de José Guadalupe Arvizu Olalde “Pepe Huapango”, de Querétaro; “Edward James. Arquitecto de la imaginación”, de Arturo Hernández Ochoa, de Ciudad Valles, San Luis Potosí; “Memorias de la tradición, volumen 2, Lacostumbre: sones de carnaval”, del Trío Colatlán, del municipio de Ixhuatlán de Madero, Veracruz; “El baile de huapango en la región huasteca del estado de Hidalgo”, de Mario Bustos Escobar, de Huejutla de Reyes, Hidalgo; “La Rosa” de Los Cantores de Valles, de San Luis Potosí; “Galería huapanguera”, de Reynaldo Mota Molina, de Jalpan de Serra, Querétaro, y “Los Leales”, de Tancanhuitz, San Luis Potosí.

En la noche, sin tregua, da inicio la huapangueada en la Plaza Sol Poniente del Parque Central, a la que se anotaron 48 tríos en total, pues, como es tradición, el registro está abierto para todos los que deseen participar. Entre muchos otros tocan Alba Huasteca; Maguey, de Tantoyuca, Veracruz; Tamalín, Andares de la Huasteca y Los Regionales, de Tamalín, Veracruz; Goyo Melo y sus Huastecos; Rivera de Tempoal de Naranjos-Amatlán; Sol Poniente, de Amatlán; Macuilxóchitl, de los Hermanos Herrera de Fillmore, California, EE.UU.; Soraima y sus Huastecos, de Ciudad Victoria, Tamaulipas; Alteños de Perote, de esta población de Veracruz; Koneme; Atardecer Huasteco, de Atlapexco, Hidalgo; Tatempanchocani, de Xochitlán de Vicente Suárez, Puebla; Los Leales; Jilgueros, de Altamira, Tamaulipas; Solecitos Huastecos y Aire Huasteco, del D.F.; Resplandor Huasteco, de Chicontepec, Veracruz, entre otros.

Por cierto, cabe mencionar que, como dato curioso, Santiago Pérez Gómez, presidente del Patronato organizador de esta fiesta, me comentó, ya en las primeras horas del domingo 30, que la mitad de los tríos que tocaron en esta décimo novena edición lo hacían por primera vez en Amatlán, así como hubo notorias ausencias, pero normalmente se cubren con los recién llegados.

Además, aparte del programa oficial, siempre se arman corros en donde tríos y trovadores hacen su propia fiesta, es como una fiesta dentro de la fiesta, sólo que con más sabor y alegría, en las que, a veces, los tríos andan “chambeando” (aunque no parezca) y se arman tremendos agarrones entre trovadores, como una en la que Daniel Ramírez Ochoa “El Mapache” no daba descanso a su potente voz y caudal de versos, al que secundaban músicos y trovadores que iban y venían de un corro a otro, a veces a menos de cinco metros de distancia uno del otro. Pero, como dijo la viejita, ésa es otra historia, y también una tarea pendiente para los investigadores e interesados en las formas que adoptan estas manifestaciones culturales, pues por lo general estas animadas y gozosas reuniones se pierden en el universo de lo efímero.

Ya empezaba a clarear cuando me retiré de la plaza amateca. En las calles aún quedaban dos o tres grupos de personas que escuchaban a los trovadores, como Casimiro Granillo, Julián Cuervo (a mi parecer, uno de los mejores y más auténticos músicos huastecos, que siempre me sorprende por su fina e inspirada versería y su magistral dominio de los instrumentos huastecos, especialmente del violín) o Hugo Fajardo, sin faltar una que otra pareja de bailadores, hasta que el cuerpo aguante o salga el sol. Así, señoras y señores, se vivió (un panorama parcial, por necesidad) el segundo día del Encuentro de las Huastecas en Amatlán. ¡Que siga la música, huapangueros!

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

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