Estudian colibríes encontrados en Templo Mayor de Tenochtitlan, dedicado a Huitzilopochtli

Huitzilopochtli, viene del azteca
'huitzilin', que significa colibrí,
de ahí la creencia en la cual
los guerreros muertos
renacerían como colibríes
Foto: Cortesía INAH

Ciudad de México.- 30 de Noviembre del 2008.- (CONACULTA) En la cosmovisión mexica al colibrí, se le relacionaba directamente con Huitzilopochtli, dios de la guerra, debido a la actitud agresiva de la pequeña ave al defender a una hembra ante otro macho, y a la cual se le identificaba con el nombre de huitzitzilin.

Dos hallazgos hicieron que este significado cobrara importancia, cuando el Programa de Arqueología Urbana (PAU) encontró las dos únicas ofrendas que contienen restos de colibríes, hasta el momento registradas, y que fueron ubicadas precisamente del lado sur del Templo Mayor de Tenochtitlan, dedicado a Huitzilopochtli.

En 1994, durante los trabajos de remodelación del edificio de las Ajaracas —frente al sitio arqueológico— para reforzar los cimientos dañados en el temblor de 1985, el equipo del PAU realizaba calas de sondeo cuando descubrieron dos ofrendas en la etapa seis del Templo Mayor.

Una vez realizado el levantamiento de los materiales arqueológicos, la investigación de la restauradora María de Lourdes Gallardo y la bióloga Norma Valentín Maldonado, se enfocó al estudio de los restos de colibríes encontrados, por la importancia simbólica de las ofrendas que pudieron haber sido depositadas entre 1502 y 1521.

En la ofrenda 99 —con dimensiones de un metro por 80 centímetros, y localizada a 2.32 metros de profundidad— se encontraron los restos de un colibrí, además de dos águilas, un ibis espatulado (un tipo de garza), caracoles marinos, moluscos, la cabeza de un pez sierra, un disco de turquesa con la imagen de Huitzilopochtli, puntas de proyectil de pedernal y de obsidiana.

Cuarenta centímetros más abajo, se halló la ofrenda 100 —dentro de una caja de sillares que media 43 por 30 centímetros— y contenía 16 esqueletos de colibríes, un águila, una tortuga, moluscos, serpientes de cascabel, restos de flores, cascabeles de cobre y tejido de canastos.

Los restos que contenían las ofrendas se llevaron a la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) donde se analizaron microscópicamente para localizar restos no visibles y se detectaron diversas partes de colibríes, como fragmentos de plumas, pequeños huesos y extremidades inferiores.

Después del análisis, la bióloga Valentín Maldonado descubrió que los huesos de colibríes estaban en buen estado y que las aves fueron preparadas para su ofrendamiento. "Antes de colocarlas les quitaron toda la parte blanda: la tibia, la quilla, las costillas, vértebra toráxica, la cintura pélvica, dejando únicamente las alas, las patas y el cráneo", explicó.

Esta última parte no fue modificada, pues se encontraba pegada a la piel, tampoco la última vértebra caudal, que se llama pigostilo, que es donde van pegadas las plumas de la cola. "No la quitaron, de lo contrario, se les hubieran desprendido las plumas a los colibríes", detalló la investigadora del Templo Mayor.

La restauradora María de Lourdes Gallardo fue la encargada de limpiar los huesos de las aves con agua y alcohol ayudada con un bisturí, después se sumergieron en un polímero (Mowilith DM1H) para evitar el quiebre de los restos. A los demás elementos no se les aplicó ninguna sustancia química, únicamente agua destilada debido a su buen estado de conservación.

Sólo 11 pudieron ser identificadas —aún no se sabe cuál es la especie de la ofrenda 99—, al ser comparadas con esqueletos de la Colección Osteológica de Aves del Laboratorio de Arqueozoología y con los ejemplares de la Colección de Aves del Laboratorio de Cordados Terrestres del Departamento de Zoología de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, adscritas al Instituto Politécnico Nacional.

La bióloga Valentín determinó que los colibríes pertenecían a las siguientes especies: dos a la Lampornis cf. Amethystinus, dos a la Hylocharis c.f. leucotis, uno más a la Amazilia violiceps y el resto a la Eugenes fulgens.

El Lampornis cf. Amethystinus mide 12 centímetros, sus alas son verdosas y su garganta rojiza. Esta especie se localiza en Nayarit y Tamaulipas hasta Honduras. El Hylocharis c.f. leucotis mide ocho centímetros, es verde con azul y morado brillante, se encuentra desde el norte de México hasta Nicaragua.

El Amazilia violiceps mide 11 centímetros, es blanco con café grisáceo y azul, se encuentra desde Sonora y Chihuahua hasta Chiapas. Y el Eugenes fulgens mide 13 centímetros, es verde metálico y se localiza en toda la República Mexicana.

Actualmente, los cráneos de los colibríes están en las bodegas del Museo del Templo Mayor, mientras que los postcraneales, todavía se encuentran en el laboratorio para comparar con mayor exactitud las especies de colibríes que faltan.

Los elementos de las ofrendas 99 y 100 fueron expuestos temporalmente hace cuatro años junto a los objetos encontrados en el predio de las Ajaracas.

 

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