NAFTA: renegociación con Obama

POR LA ESPIRAL
Claudia Luna Palencia

-NAFTA: renegociación con Obama
-Segunda etapa de la integración
-Acompañarla con reformas internas

    El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) o NAFTA, por sus siglas en inglés, requiere ingresar a una nueva fase en busca de una integración más equilibrada construida con políticas comunes amén de que México  logre acercarse a los niveles de sus dos socios comerciales y reduzcan las  asimetrías.
    El tamaño importa en cuestión de competencia en el terreno económico, financiero y comercial, aunque habrá quienes argumenten todo lo contrario refiriendo a la especialización y a los nichos de oportunidad, como los defendidos por  Jaime Serra Puche, ex secretario de Comercio, uno de los  promotores del tratado.
    Aunque Serra Puche mide el éxito del tratado gracias a que los limones mexicanos están servidos en la mesa de las familias estadounidenses, la economía azteca resiente  presiones por  un texto mal negociado.
    Una evidencia: a catorce años de distancia,  de la puesta en vigor del TLCAN, millones de mexicanos han cruzado allende las  fronteras buscando la supervivencia en la economía estadounidense desplazados por la miseria del campo mexicano y el miserable salario recibido.
    Estados Unidos y Canadá, en menor medida, han sido los imanes para atraer a la mano de obra del socio más débil.
    Así es que, a punto de llegar a la fecha de los 15 años de puesta en marcha del TLCAN -este primero de enero de 2009-, el vals está lleno de claroscuros.
A COLACIÓN
    De punto de partida, el tratado provocó un cambio estructural en la economía mexicana fue una de esas decisiones históricas que modificaron el rumbo, como cuando en distinto renglón en su momento en 1982 el entonces presidente José López Portillo decidió nacionalizar la Banca.
    Todavía recuerdo en febrero del 2003, en la última entrevista concedida por el ex presidente,   puntualizó el sentido de la nacionalización al explicarme lo que una medida estructural  (y no coyuntural)  provocó  en el sistema de pagos.
    Con el TLCAN la economía mexicana recibió también una sacudida estructural que comenzó con la  orientación de un modelo de sustitución de importaciones, hacia otro modelo favorable al sector exportador como motor del dinamismo (el año 1986 es muy relevante con la inserción al GATT).
Sobrevino una  reducción arancelaria de forma consecutiva; después llegó el NAFTA-TLCAN, la negociación y puesta en vigor el primero de enero de 1994; se logró entonces hablar del “boom” de la industria manufacturera, del cambio en la composición del sector exportador al despetrolizarlo pasó a exportar valor agregado proveniente de las manufacturas.
El  mundo volteó a mirar a México “ante el milagro del tratado con Estados Unidos y Canadá” otros países, sobre todo de la región, buscaron primordialmente con Estados Unidos emular los pasos de México.
 La estrella en el firmamento era clara, estábamos posicionados entre las 10 economías exportadoras del mundo; las 10 que mayor Inversión Extranjera Directa (IED) captaban; entre las 10 economías con mejor carta de presentación por los analistas y corredurías para invertir; y por último, no olvidar, entre las 10 economías con desarrollo desigual que más prometían para el futuro.
Sin embargo, el tiempo pasa y castiga, deja sus huellas visibles en lo social y en lo económico.
El TLCAN ha perdido su fuerza: del vigor del primer momento tenemos un  estancamiento en la integración, la administración del presidente George W. Bush lo ignoró, cerró las puertas para una renegociación, para incluso postergar la entrada en vigor de las importaciones libres de impuestos de pollo, leche, azúcar, huevo, frijol, de muchos insumos primarios básicos producidos en México pero incapaces de competir en precios a sus similares importados desde Estados Unidos.
Bush y la incapacidad del equipo comercial y diplomático del anterior gabinete de Vicente Fox no lograron nada para renegociar el tratado como tampoco lo hicieron en paralelo con la migración.
Por lo que con Barack Obama se abre una ventana de esperanza tras reconocer él mismo en campaña su disposición a dialogar en torno al TLCAN aunque tendremos que pluralizar porque ya Centroamérica está preparándose para solicitar una renegociación del CAFTA con Estados Unidos.
Con México existe un compromiso emanado de la Convención Nacional Demócrata. En agosto pasado, el Partido Demócrata comprometió a Hillary Clinton  y a Obama, para negociar enmiendas en el TLCAN.
Como presidente electo Obama ha reiterado que la permanencia de su país en el tratado con México y Canadá será sólo si hay una renegociación a lo que Arturo Sarukhán, embajador de México en Estados Unidos,  se opone por considerarlo erróneo.
Lo más aconsejable es que antes de que Obama tome posesión en enero próximo, la Cancillería mexicana y sus ejecutivos empapados en sapiencia comercial  tomen una reunión con el presidente Felipe Calderón, junto con un grupo de legisladores a fin de ponerse de acuerdo y hacer un frente común al respecto de si quieren negociar, renegociar, reimpulsar o ampliar el tratado.
Preparar un documento que señale los sectores afectados por las liberalizaciones por ejemplo, serviría poner en corchetes y llevarlo a otro plazo el rubro de la liberalización escalonada de los automóviles usados,  semi nuevos y  nuevos.
Lo mismo evitar casos dumping, esto es de la competencia desleal de productos importados, sobre todo alimentos que están quebrando a la industria alimenticia mexicana.  No puede costar 45% más barato el pollo despiezado de importación que el mexicano.
¿Renegociar?  Primero hay que comenzar leyendo el documento demócrata de 94 páginas titulado “Renovando la Promesa de América”, en el que se hace alusión a México.
Las bases deben darle impulso a  la integración de América del Norte avanzando en una mayor etapa de la misma donde se dé una libre movilidad del factor trabajo, es decir, que la liberalización llegue a todos los factores de la producción.
El tema migratorio debe incluirse en el texto renegociado, enriquecido y ampliado.
Ahora bien, no todos los males económicos y sus distorsiones sociales en México son culpa del TLCAN, el país no ha sabido sacarle todo el provecho a la competencia, es claro el desplazamiento de China.
La revitalización del NAFTA tiene que ir acompañada por serios compromisos de concluir la  reforma del Estado, la reforma fiscal y  económica, todas traducidas a políticas públicas efectivas; y desde luego, limpiar la casa del germen de la corrupción.

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