Con ofrendas, danzas y crónicas arrancó el Primer Festival de Día de Muertos en Cuicuilco

Los olores a copal, cempasúchitl,
pétalos de rosa y flor de nube,
se combinaron con los sonidos
de un gran caracol que
despedía melódicos lamentos
Foto: Cortesía INAH

Ciudad de México.- 3 de Noviembre del 2008.- (INAH) Entre el humo que despedían los incensarios se alcanzaban a distinguir las caras cobrizas de un grupo de indígenas mexicaneros que realizaban actos rituales hacia los cuatro puntos cardinales, con la intención de pedir permiso a los dioses viejos de la Zona Arqueológica de Cuicuilco (ZAC) para poder comenzar la celebración de Día de Muertos en el lugar.

En la parte más alta del basamento principal del sitio, lugar donde se verificó el ritual a manera de inauguración del Primer Festival de Día de Muertos en Cuicuilco, los olores a copal, cempasúchitl, pétalos de rosa y flor de nube, se combinaron con los sonidos de un gran caracol que despedía melódicos lamentos, junto con los cantos que el grupo originario, formado por niños y adultos, elevó a sus dioses.

Carlos Rangel, director de la Zona Arqueológica de Cuicuilco, mencionó que esta primera edición del festival inició con una ceremonia prehispánica acompañada por una ofrenda tradicional de flores, debido a que las creencias transmitidas de forma oral por generaciones, dictan que se debe pedir permiso a los dioses para realizar actos en Cuicuilco.

Un vez que el arqueólogo Rangel terminó de dirigirse al público asistente, tanto niños y adultos mexicaneros comenzaron a dar forma al Tlalmanalli u ofrenda tradicional hecha con flores y pétalos, al pie del gran basamento. Una figura circular comenzó a trazarse sobre el pasto, semejante a la forma de la estructura.

Sin “dar la espalda a los dioses” se alejaron y los visitantes con ellos siempre con la vista arriba como si se perdiera entre el gris del cielo, el grupo indígena inició un recorrido hacia diferentes puntos de la zona arqueológica. Largas y diferentes líneas formadas con pétalos de cempasúchitl indicaban los caminos a seguir.

Algunos se quedaron atrás sin saber hacia donde dirigirse. Sin embargo, la olorosa estela de copal inmersa en el viento penetró sus olfatos ayudándolos a encontrar la ruta correcta. De pronto, un altar de calaveras conocido como Tzompantli dio la bienvenida a la comitiva, éste era adornado en la época prehispánica con los cráneos de los sacrificados cautivos de guerra de los mexicas.

En la tradición azteca, dicen los especialistas, se creía que el rumbo de las energías que despedían los difuntos era determinado por el tipo de muerte que habían sufrido y no por su comportamiento en vida. Celebraban el Miccailhuitontli o fiesta de los muertitos, así como el Ueymicailhuitli, o de los muertos grandes.

Visitantes y mexicaneros llegaron al Museo de Sitio de la ZAC, habilitado en esta ocasión como el Mictlán, “la casa de los muertos”. Al paso, aparecieron las ofrendas dedicadas a los investigadores del INAH fallecidos este año: Margarita Nolasco, William Sanders y Andrés Gutiérrez Pérez.

El edificio se tornó gris y nebuloso, el humo de copal seguía presente dando olor y color a la inauguración del Festival de Día de Muertos. El público recorrió sus pasillos y salones adornados y al mismo tiempo disfrutaron de esa conjunción de tradiciones prehispánicas y coloniales.

Con una danza tradicional el acto culminó. Parecía que la vida prehispánica de Cuicuilco resucitaba. Los olores, sonidos, vestimentas, cantos y ofrendas se volvían uno solo. Al término del ritual los pasos alejaban a las personas pero las tradiciones permanecieron en ese recinto donde los hombres elevaban sus cantos para convertirse en dioses.

Las actividades seguirían a lo largo del día y el fin de semana. Antonio Espinoza Hernández, cronista de Tlalpan, se acercó a la sombra bajo un árbol para empezar con sus relatos. A su alrededor, público asistente y otro improvisado que llegó por casualidad, avisparon los sentidos para atender las añejas narraciones.

Complementan el programa del festival una serie de actividades como danza, montaje de ofrendas, celebraciones huicholes, crónicas, representaciones teatrales y diversos talleres”, agregó Rangel, también investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Durante este fin de semana habrá una serie de actividades para honrar la memoria de los fieles difuntos, además de rituales de comunidades huicholes con la presencia de un marakame o sacerdote. La Zona Arqueológica de Cuicuilco se ubica en avenida Periférico, esquina con Insurgentes. El horario de visita es de las 9:00 a las 17:00 horas.

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