Velas, cirios y veladoras convertirán al cementerio de Mixquic en un gran “jardín de fuego”

El copal y el incienso, se unirán
otra vez en las tumbas de
San Andrés Mixquic para
despedir agradables aromas,
para quienes asisten a ese lugar
Foto: Cortesía viajeslibres.com

Ciudad de México.- 31 de Octubre del 2008.- (CONACULTA) Lo pagano con lo religioso volverá a unirse nuevamente en Mixquic este Día de Muertos, como ya es una tradición desde la época prehispánica, hecho que describió el "Soldado Cronista" español, Bernal Díaz del Castillo, y donde las velas, los cirios y veladoras convertirán al cementerio local en un gran "jardín de fuego".

En la noche del 1 y 2 de noviembre, el cementerio de San Andrés Mixquic es muy impresionante, el color amarillo de la flor de cempasúchil, el guinda de las manos de león, el copal y el incienso, se unirán otra vez en las tumbas para despedir muy agradables aromas, para quienes asisten a ese lugar, entre los que figuran infinidad de turistas extranjeros.

Sobre las tumbas también son colocados los alimentos y bebidas que eran de la predilección del difunto.

El cempasúchil es como el fuego, grato para quienes en vida no pecaron e insufrible para quienes pecaron en demasía, porque les quema, les molesta, y de esta manera no olvidan sus culpas y sus castigos, y la mano de león representa la pasión y el sufrimiento de Jesucristo.

El incienso, por su olor penetrante, llega hasta las ánimas para avisarles, para notificarles que son esperados para que gocen su fiesta, y las velas, las veladoras y el cirio tienen el fuego que les ilumina y da calor.

Díaz del Castillo, en su libro "Historia verdadera de la conquista de la Nueva España" narra con lujo de detalles y mucho respeto ese acontecimiento.

El llamado "Soldado Cronista" se quedó maravillado de todo lo que veía en Mixquic y que se refería a esa fúnebre evocación.

Según diversos historiadores, Mixquic, es la síntesis de las remomeraciones del Día de Muertos, ya que según ellos, allí se conjunta lo pagano y lo religioso, en un ritual que constituye un polo de atracción mundial.

De acuerdo a esa fuente, la devoción a los muertos figuraba entre las más importantes creencias del mundo prehispánico.

El "Día de Muertos en Mixquic", como es conocido a nivel mundial, ha servido para que cineastas mexicanos y extranjeros lo filmen, y además siempre es tema para escribir sobre él, tanto en prosa, como en verso.

El 1 de noviembre (Día de Todos los Santos) se evoca con mucha devoción a los niños y el 2 (Día de los Fieles Difuntos) a los mayores que se fueron al más allá, al decir de sus dolientes.

Con días de anticipación, en todos los hogares de Mixquic se colocan las tradicionales ofrendas, que han alcanzado relieve mundial.

Se dice que la costumbre de hacer las ofrendas de muertos en México la inició el beato Sebastián de Aparicio en 1563, en la hacienda de Careaga, que se localiza en Azcapotzalco, de esta capital.

Los religiosos se encargaron posteriormente de extender por todo México esa costumbre, que tuvo buena aceptación, ya que era una forma de honrar a los difuntos, presentando comidas y bebidas que les eran gratas.

En algunos casos, los deudos de los fallecidos les ponen en sus ofrendas cajetillas de cigarrillos, no obstante que esas personas murieron de cáncer pulmonar, por fumar.

Lo más vistoso en las ofrendas que se acostumbran poner sobre una mesa de buen tamaño son las frutas, aunque hay muchas cosas más, como las bebidas, desde el pulque natural, hasta las botellas de mezcal o tequila.

Las verduras típicas ocupan también un lugar importante en las ofrendas y así se encuentran chayotes, calabacitas y elotes, que se ven bonitos y apetitosos.

También son muy típicas las calaveritas de azúcar que llevan en la frente el nombre de la persona y que a veces también obsequian a los vivos, con un humor algo macabro.

Si el difunto era goloso, no faltará en la mesa un buen platón con algún delicioso dulce casero o con crujientes buñuelos, que se heredaron de los árabes, a través de los españoles.

No obstante su aspecto de altar, pues también se incluyen imágenes de santos, las ofrendas vienen a terminar finalmente en un comilitón, en donde los honrados son los muertos y los agasajados son los vivos.

Diversos sociólogos mexicanos han coincidido en señalar que las celebraciones típicas del Día de Muertos en México son una prueba más de que la comida y la bebida están ligadas a todos los acontecimientos de la vida del hombre, y participan en los nacimientos, bautizos, primeras comuniones, bodas y hasta en las defunciones.

El llamado "Muro de las Calaveras", construído a base de restos humanos, es uno de los ingredientes indispensables en "La Noche de las Velas", el día 2, en el atrio parroquial, donde está la necrópolis que es el centro de adoración de los lugareños con motivo de la mortuoria efemérides.

Los habitantes de Mixquic también llevan a cabo el ritual denominado "El Paseo de los Difuntos" sobre las trajineras que cruzan en la noche del día 2 los canales de la zona de chinampería de esa legendaria población.

A la medianoche del 2 se escucha el tañer nostálgico de las campanas de la iglesia de San Andrés Apóstol, que no obstante que data desde el siglo XVI, conserva todas las características de su época.

El ya fallecido periodista mexicano Ricardo López Toraya escribió en una ocasión que el cineasta soviético Sergei Eisenstein, quien vivió varios años en México, le comentó que la "ceremonia de Mixquic no debería perderse por ningún motivo" y que debía ser llevada al cine "en todo su esplendor".

"Sigan amando sus tradiciones y creencias y nunca renieguen de ellas", señaló Einsenstein a López Toraya, en una entrevista que le concedió.

Para algunos historiadores mexicanos, el Día de Muertos en Mixquic, el Víacrucis de Iztapalapa en Semana Santa, y las fiestas en honor a la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre, están consideradas como las tres más grandes festividades y rememoraciones en todo el Valle de México.

El recordar a los muertos figuraba entre las más importantes creencias del mundo prehispánico y Mixquic rescata esa tradición cada año.

Las flores, el canto, la música y la danza eran muy apreciados por los antiguos indígenas, porque las consideraban como las mejores ofrendas para sus dioses y sus muertos.

En Mixquic, los muertos cobran vida en los recuerdos de los vivos, quienes evocan sus formas de ser, sus gustos, sus virtudes y defectos.

Entre las almas que son esperadas y los de este mundo se establece un diálogo intenso. No hay lugar para el rechazo, pero quizá sí para un reproche o dos.

En náhuatl hay un pensamiento que dice: "Es que en verdad se vive aquí en la Tierra. Si es jade se hace astillas, si es oro se destruye, si es pluma de quetzal se rasga; no para siempre en la Tierra, sólo un momento aquí".

(Notimex)

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