“La hija de Rapaccini”, única obra teatral de Octavio Paz, inicia temporada en el DF

Dirigida por Héctor Mendoza y
con una escenografía de Leonora
Carrigton, la puesta en escena
se estrenó en 1956
Foto: Cortesía CONACULTA

Ciudad de México.- 29 de Octubre del 2008.- (CONACULTA) En 1956, Octavio Paz escribió –exclusivamente para el segundo programa de Poesía en Voz Alta– La hija de Rapaccini, su única pieza teatral, basada en un cuento de Nathaniel Hawthorne, con influencias de la literatura de la India. Dirigida por Héctor Mendoza y con una escenografía de Leonora Carrigton, la puesta en escena se estrenó ese mismo año y se convirtió en un hito en el teatro nacional.

 

A más de 50 años de ese primer montaje y en el marco del décimo aniversario luctuoso del poeta, narrador, ensayista, traductor, editor y diplomático, la Coordinación Nacional de Teatro estrenó en Guanajuato –dentro de las actividades de la edición 36 del Festival Internacional Cervantino– un nuevo montaje sobre ese texto.

 

En un frío y metálico jardín, lleno de todo tipo de plantas venenosas, “un arsenal de la muerte” se da cita una inmensa gama de pasiones y sentimientos mientras se gesta una historia de amor y muerte. Con diálogos extensos y llenos de poesía, los personajes de la obra transitan con los ojos cerrados en un mundo desconocido y con la sangre convertida en veneno.

 

En medio de un sepulcral silencio, un extraño ser amorfo –parecido a un coyote con mucho pelaje, gran nariz y unos dedos alargados– entra en escena para mostrar la universalidad del amor, la muerte y la vida.

 

Juan es un joven que llega a Padua para realizar sus estudios, se hospeda en un cuarto de una antigua casa que colinda con un descuidado pero aromático jardín, en el cual el doctor Rapaccini hace grandes experimentos para capturar la esencia de la vida mientras Beatriz, su hermosa hija, se pasea por aquel patio y en algún momento quema unas rosas.

 

Extremadamente blanca, Beatriz se asume como una flor más del inmenso jardín prohibido. “Estoy ligada al suelo. Soy una de estas plantas. Si me arrancasen, moriría”.

 

Juan y Beatriz quedan ligados de inmediato: él se le acerca mientras ella descubre a su lado, el deseo y el amor; ella se quiere acercar pero tiene miedo que al ser parte del inmenso follaje envenado lo pueda lastimar.

 

A la par, Baglioni –un experto doctor de la Universidad y amigo del padre de Juan– rivaliza con Rapaccini, para tratar de mostrar el error del otro y ponderar sus posturas.

 

Clarissa Malheiros, Pilar Ixquic Mata, Pablo Cruz Guerrero, Humberto Solórzano, Sharon Zundel y Diego Jáuregui son los encargados de expresar el desasosiego y las dudas de los personajes, quienes se arriesgan a vivir para morir y a su vez morir para vivir.

 

Mónica Raya realizó la escenografía con corte minimalista, de color predominantemente gris metálico; el piso está completamente lleno de pequeñas piedras blancas, las cuales  al contacto con los pies de los actores hacen un sonido ríspido y fuerte.

 

A los lados, dos cuartos de dos niveles con barandales. En el centro del escenario hay tres grandes semicírculos entrelazados y, al fondo, hay unos escalones y una pantalla, en la cual se ve una luz roja que se mueve horizontal y lentamente, mientras un sonido eléctrico infesta la obra.

 

En medio, en la parte de arriba del escenario, hay un panel metálico –con focos de luz amarilla y de neón– que representa al árbol central del jardín de Rapaccini, llamado “el Árbol del conocimiento”, haciendo una analogía con el árbol que le dio origen al pecado y a la sabiduría.

 

Antonio Castro, director de obras como 1822, el año que fuimos imperio, El capote y Las obras completas de William Shakespeare (abreviadas), explora la poética y belleza de las palabras  que desarrollan esta historia de interminable búsqueda entre terrenos contaminados.

 

El texto –dedicado a la artista surrealista Leonora Carrigton– es un viaje hacia las profundidades del alma, de los pensamientos y sentimientos que se contraponen ante una mirada hipnótica y un beso letal.

 

“Como el concertado movimiento de los soles y los planetas, infatigablemente repiten la danza, condenadas a buscarse, condenadas a encontrarse y a perderse y a buscarse sin tregua por los infinitos corredores”.

 

La hija de Rapaccini tendrá una corta temporada en el Teatro Julio Castillo, del Centro Cultural del Bosque, a partir de este jueves 30 de octubre, los jueves y viernes, a las 20:00 horas; sábados, 19:00 y domingos, a las 18:00 horas.

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