Conchas y caracoles fueron unidad de intercambio y base para elaborar ricos ornamentos

El libro describe la riqueza de
estas especies, el uso práctico
y estético de las corazas,
así como su valor
simbólico para las
culturas de Mesoamérica
Foto: Cortesía INAH

Ciudad de México.- 17 de Octubre del 2008.- (CONACULTA) Desaprovechados en la actualidad –salvo por el valor nutrimental de los moluscos y una escasa y uniforme producción artesanal– y desprovistos de su antigua connotación mágico-religiosa, las conchas y los caracoles fueron para los pueblos prehispánicos desde unidad de intercambio, hasta base para elaborar ricos ornamentos que sólo ostentaban las personas de alto rango.

 

La riqueza de estas especies, su descripción, el uso práctico y estético de las corazas, así como su valor simbólico para las culturas de Mesoamérica y Aridoamérica, son tratados por la doctora Lourdes Suárez Diez en el libro Conchas y caracoles. Ese universo maravilloso, editado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

 

La publicación, sin perder su esencia científica –resultado de años de estudio por parte de la antropóloga y arqueóloga–, pretende difundir ese universo entre lectores no especializados en el tema. Lo anterior,  gracias a un lenguaje que evita tecnicismos y a una buena cantidad de fotografías que ilustran la rareza de algunas especies, así como piezas de gran calidad artística.

 

Con este fin de divulgación, dio a conocer Lourdes Suárez, se eligieron un centenar de las tomas captadas por Martha Alicia López Díaz, para conformar una exposición itinerante que comenzará a mediados de 2009 y cuyo guión se basa en la citada obra.

 

La especialista de la Dirección de Etnohistoria del INAH explicó que a pesar de que otras culturas –entre ellas, la inca– elaboraron una enorme cantidad de objetos en conchas y caracoles, difícilmente éstos son equiparables en calidad y variedad a los que se realizaron a lo largo y ancho de lo que hoy es México.

    
Por mencionar cifras, durante el salvamento arqueológico alrededor de la presa Adolfo López Mateos (mejor conocido como El Infiernillo), sobre el río Balsas, se hallaron más de 22 mil objetos manufacturados. También se han encontrado en sitios mayas y tanto sólo en Casas Grandes, Chihuahua, fueron localizadas dos millones de piezas trabajadas.

    
“Así mismo, Occidente es rico en este aspecto y actualmente nuestras investigaciones se enfocan en esta región”, anotó Suárez Diez, quien se halla en la preparación de un libro más, ahora en torno a la joyería en concha ostentada por los dioses mexicas representados en códices.

    
En Conchas y caracoles. Ese universo maravilloso, los objetos realizados en estos caparazones se dividen en de tipo utilitario y de carácter ornamental. Estos últimos “tenían además de una función suntuaria, un simbolismo religioso, pues se portaban en relación con los atributos de ciertas deidades”.

    
Como se citó, la concha fue utilizada como moneda, uno de los medios por el que optaron muchos pueblos, generalmente se utilizaban en su forma natural y gran parte de ellas eran de color rojo. Incluso, se sabe que hasta el siglo XIX en California prevaleció como unidad de intercambio.

    
“Por ejemplo, encontré un dato según el cual en lo que ahora es el suroeste de Estados Unidos, para esa centuria (XIX) todavía se compraba un caballo con dos o tres sartas de determinadas conchas”.

    
En el otro extremo, se encuentran las conchas y caracoles ya elaborados. Destacan pectorales decorados en altorrelieve, collares de cuentas, brazaletes, pendientes, orejeras y narigueras, entre otros, y sobre los cuales se aplicaron distintas y variadas técnicas: desgaste, calado, canalado y/o esgrafiado.

    
Además de piezas recuperadas como parte de las numerosas ofrendas depositadas en el Templo Mayor de Tenochtitlan, y otras procedentes de Cacaxtla y de las áreas oaxaqueña y del Golfo, sobresalen la Coraza de Tula y un collar con representaciones de muelas hechas en concha, descubierta en Teotihuacan.

    
No obstante, la obra “consentida” de Lourdes Suárez Diez es la escultura formada por un mosaico de concha conocida como el Coyote emplumado, proveniente de Tula. En lo particular, la especialista consideró que el objeto realmente recrea una especie de víbora –denominada orejona– propia del estado de Hidalgo.

 

“Su manufactura requirió conchas importadas de cinco mares distintos y posiblemente se trata de la interpretación del gran señor de Tula, Topiltzin-Quetzalcóatl, cuya leyenda influyó en la conquista de Hernán Cortés”, concluyó.

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