Armando Alanís charla con Azteca 21 del oficio del escritor y de su próximo libro sobre Pancho Villa

Alanís afirma que su acercamiento
a la Revolución Mexicana y a
Pancho Villa no es la de un
historiador, sino la de un
novelista, que es diferente
Foto: Cortesía del escritor

Por Benjamín Solís
Reportero Azteca 21

                                                                                                                      A Elvia Alaniz

Ciudad de México. 13 de octubre de 2008. Narrador de origen coahuilense, pero avecindado en el Distrito Federal desde hace dieciséis años, Armando Alanís ha recorrido desde temprana edad el cuento, la minificción (o “ficciones súbitas, como él las nombra) y, más tarde, la novela, luego de un largo andar por talleres literarios y un par de intentos fallidos en su juventud. Hoy es un escritor con una trayectoria en su haber, ha publicado sus cuentos y relatos en los principales medios impresos del país, tiene un libro de cuentos titulado “La mirada de las vacas” (1994) y otro de ficciones súbitas: “Fosa común” (2008), dos novelas: “Alma sin dueño” (2003), “La vitrina mágica” (2007), y una más en preparación. Azteca 21 platicó con el autor, quien nos habla sobre el oficio de escribir, sus primeras andanzas literarias y de su último proyecto narrativo, hasta ahora el más importante de su carrera, una novela sobre el legendario general Pancho Villa, de la cual nos da sus razones de por qué eligió a este jefe revolucionario.

Armando, platícanos un poco sobre tus orígenes de escritor, cómo fue o qué te llevó a las letras.

Siempre he escrito cuentos, pero cuando era niño, en mi primera adolescencia, lo hacía muy de vez en cuando y sin tener el propósito de convertirme en escritor. Finalmente, por presión familiar, entré a estudiar la carrera de Ingeniero Bioquímico, y las dos materias que menos me gustaban eran Química y Biología, que eran las más importantes de la carrera, y a veces, en vez de entrar a clases, me iba a la biblioteca de la escuela. Yo estudiaba en el Tec de Monterrey, ahí tenían un espacio dedicado a libros de literatura y me ponía a leer cuentos y novelas, y un día leí un libro llamado “El llano en llamas”, de Juan Rulfo. Yo nunca había oído de Juan Rulfo y mucho menos lo había leído, tenía yo como 18 o 19 años; en ese entonces en la prepa los maestros tampoco lo conocían –como ahora, que es prácticamente obligatorio leerlo–. Leyendo esos cuentos, me gustaron tanto que dije “por qué no me pongo yo también a escribir cuentos”, y lo empecé a hacer. Junté como diez y los mandé a una revista que llegaba allá a Saltillo, se llamaba “El cuento”, que dirigía Edmundo Valadés, y luego vi que en el Consejo de Redacción estaba Juan Rulfo, entonces, yo influido por Rulfo, la mayoría de los cuentos que mandé se desarrollaban en el campo. Y me acuerdo de que me contestaron diciendo “acertarastes”, me animaban a que siguiera escribiendo, pero me decían “deja el tema del campo, porque se ve que del campo tú no sabes absolutamente nada”, ahí aprendí la primera regla de oro para un escritor: escribir sobre lo que uno conoce.

¿Y cómo eran esos cuentos?

Prácticamente inventaba historias que se desarrollaban en un ambiente rural, aunque yo era de una ciudad bastante pueblerina como era entonces Saltillo, no como es ahora, que ha crecido mucho, era una ciudad bastante “arrancherada”, pero no dejaba de ser ciudad, y yo era urbano, no era del campo. El único cuento que me publicaron en esa revista fue uno que no se desarrollaba en el campo, se llamaba “El refugio de la araña”, el cual se desarrolla en un cuarto; era un cuento fantástico, a partir de una experiencia personal. Después de eso empecé a escribir otro tipo de cuentos. Ya estando aquí en la ciudad de México, estudié la carrera de Comunicación y entré a varios talleres, la carrera no me sirvió de mucho que digamos; sí aprendí cosas, maduras como persona, incluso, hubo unas dos materias que fueron importantes para mí en cuanto a mi trabajo de escritor. En ese tiempo tuve como maestro a Hugo Scherer, hermano mayor de Julio Scherer. Él me animaba mucho a seguir, le debo mucho en ese sentido, pues yo no tenía mucha orientación ni para leer, yo leía unos autores gringos y él un día me dijo: “Mira, estos autores están muy mal traducidos, léete a estos…”, y me dio una lista de escritores españoles donde estaban Azorín, Miguel de Unamuno, Pío Baroja; lo primero que leí fue a Unamuno, con “San Martín bueno mártir”, una novela sobre el primer mártir ateo, un cura de pueblo que se vuelve ateo, pero se da cuenta de que la religión es importante para el pueblo, pero decide seguir siendo cura porque piensa que Dios es bueno para el pueblo.

Para mucha gente que viene por primera vez del interior del país a la ciudad de México, al principio les puede resultar muy caótico vivir aquí. ¿Cómo fue tu caso?, al menos en términos de un escritor novel.

Llegué al D.F. a los 19 años, para mí fue ver algo completamente diferente a Saltillo, algo totalmente nuevo, incluso la gente se comportaba de manera distinta, para mí fue muy importante, sobre todo porque entré a talleres literarios, ahí tuve a Gustavo Sainz, Arturo Azuela, Juan Tovar –que de los tres era el mejor–. Recuerdo un consejo que daba él en novela, decía que eran muy importantes los detalles porque una novela está hecha de detalles. Tovar nos daba ideas, una vez llegó alguien del taller muy contento porque había terminado de leer el best seller “Tiburón” y estaba escribiendo una novela y se lo recomendaron, decía la persona que estaba tan bueno el libro que lo había leído en una noche de tanto que le había gustado; entonces, Tovar le dice: “Bueno, por qué no lees el original, por qué no lees ‘Moby Dick’ de Herman Melville”. Viendo eso, me di cuenta en los talleres de que me faltaba mucho como escritor y también como lector, oía hablar de escritores como Joyce, William Faulkner, y del boom latinoamericano, que también eran muchos autores.

Entonces, ¿la ciudad se volvió vital para ti?

Mira, ésta es un ciudad que ofrece todo lo bueno y todo lo malo, es una ciudad muy vital, muy estimulante para un escritor; pero déjame decirte que a un escritor fundamental lo descubrí en un súper de Saltillo, fue Kafka, en un estante donde había unos cuantos libros acomodados, quién sabe cómo llegó hasta ahí “La metamorfosis”, era una edición argentina traducida por Jorge Luis Borges y con prólogo de él mismo, para mí fue un doble hallazgo como lector porque descubrí a dos grandes escritores. La primera frase de la metamorfosis, “Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño…”, me pareció sorprendente y me enganchó a esto, sigo pensando que ese principio del relato, del cuento, es uno de los mejores en la historia de la literatura. Bueno, pero cuando llegué a la ciudad de México leía mucha novela fantástica y de terror, en un principio yo quería escribir cuentos y novelas de terror, llegaba al taller de Sainz con una novela que estaba empezando, era sobre un vampiro, la había titulado como “El castillo del conde”, era muy mala, pero eran mis primeros intentos. Me acuerdo de que me la criticaban mucho en el taller, porque era muy mala, pero me sirvió mucho; una vez Gustavo Sainz me dijo, “mira, aquí casi todo lo que traen los compañeros es literatura realista, tú vas a tener muchos problemas”, a él le gustaba que la gente escribiera cosas como lo que hacía él, literatura de la calle, coloquial, sobre los chavos y las chavas, de eso le gustaba que escribieran sus discípulos…

¿Eso dificultó tu camino?

Lo que me llevó a la novela fue que desde el principio yo quería escribirla, aunque mis esbozos fueron cuentos breves. La novela del vampiro obviamente quedó trunca, luego hice una de terror, “Detrás de las máscaras”, ésa sí la terminé, y afortunadamente no se publicó porque también era muy mala (risas), era un esbozo de lo que quería hacer, me basé en una vieja residencia de estudiantes cuando llegué aquí a la ciudad, me imaginaba una casona donde había unas catacumbas y ahí se realizaban misas negras y se atormentaba a gente que era sacrificada, por ahí iba la novela.

Pero no publicaste ninguna de ellas…

En realidad, lo primero que saqué fue un libro de los cuentos que me habían publicado en diversos momento de mi vida, todo lo reuní en un libro que se tituló “La mirada de las vacas”. Sin embargo, mi primera novela por fin publicada fue “Alma sin dueño”, la hice aquí en la ciudad de México, pero es un retrato de mi ciudad natal, el mundo de escritores, artistas, la historia gira en torno a este mundo y a una mujer muy bella que vivía sola, esa mujer, la protagonista, es asediada por muchos hombres, pero siempre conserva su independencia; ella es una mujer tan independiente que no puede vivir con ningún hombre y ninguna mujer, vive sola, pero hay escritores y mujeres poetas que están perdidos por ella, que la buscan… De alguna manera, contar una historia tiene en mayor o menor medida elementos autobiográficos, es importante tener una distancia en el tiempo y en el espacio, yo la tuve, pues ya me encontraba en el D.F., ya estaba fuera de Saltillo, la mujer también existe, ya hace años que no sé nada de ella, sólo sé que vive en Estados Unidos. La novela termina cuando el personaje decide irse a vivir allá, antes incluso de que el personaje en la vida real siquiera lo pensara que se iría, ahí creo que le atiné, en ese sentido la novela fue visionaria, se adelantó a los hechos, aunque yo sostengo que en la novela el personaje no es la mujer de la realidad, sino un personaje de ficción.

Muchos escritores, incluso de diferentes épocas, afirman que la verdadera literatura sólo puede escribirse tras una infancia infeliz o a partir de una vida llena de episodios funestos, ¿qué piensas de ello?

No estoy muy seguro de ello, pero uno sí tiene obsesiones, y éstas pueden ser dos, tres o cuatro, o ser una sola. Creo que una de mis obsesiones es la soledad, por ejemplo, Alma, aquella mujer de una de mis novelas, a pesar de estar rodeada de muchos hombres, vive sola; también mi personaje Sepúlveda de mi novela “La vitrina mágica” está solo en una ciudad de millones de habitantes, en muchos de mis cuentos reaparece el tema de la soledad, inclusive sin proponérmelo es un tema. Tal vez el amor imposible sea otro. La soledad es una obsesión, yo viví en una familia bien formada, y a pesar de que mi relación con ella es estupenda, yo viví una especie de soledad hacia dentro, pero creo que  no es necesario que uno pase por acontecimientos trágicos para poder escribir novelas o cuentos; por ejemplo, un clásico, Sófocles fue un hombre muy feliz, exitoso, como escritor ganaba premios de teatro, todos los años; era muy feliz con su mujer y con sus hijos, era un atleta, participaba en las olimpiadas y ganaba el primer lugar, vivió una vida larga, fue muy feliz y escribió sólo tragedias, nada menos que “Edipo rey”, una de las tragedias más impactantes. O sea que no tiene uno necesariamente que vivir o pasar esos hechos tan desafortunados, o vivir en la miseria o haber sufrido una pérdida muy grande. Creo que si no una infancia o una adolescencia desgraciadas, sí una profunda insatisfacción, y eso creo que sí la tuve, nunca estuve contento, nunca me sentí satisfecho, siempre creí que yo quería hacer algo más, antes de descubrir mi vocación como escritor no estaba conforme con aquel mundo tan sosegado en el que vivía, por ejemplo,  recuerdo que el primer poema importante que me llamó la atención cuando era niño fue “Oda a la vida retirada”, de fray Luis de León, donde dice “Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que del mundo han sido”, bueno, pues yo quería huir del mundanal ruido, pienso que estaba muy lejos porque Saltillo estaba muy lejos de ser una ciudad bulliciosa, era una ciudad muy tranquila, pero yo tenía esa especie de obsesión de escapar, ¿de qué?, no sé. Tal vez obedecía a una insatisfacción muy profunda de la que no era muy consciente.

Si, como dices al principio, “la primera regla de oro para un escritor es escribir sobre lo que uno conoce”, ¿entonces la vida de un autor puede considerarse materia dispuesta para su literatura?

El escritor toma de lo que ha vivido, lo que ha leído y lo que le hayan contado también o que ha soñado o anhelado, sin embargo, yo pienso que si uno va a escribir una historia basada en una experiencia personal, para que funcione hay que alterar los hechos, no puedes contarlos tal cual ocurrieron, pasa como con el chisme: uno dice una cosa, y otro otra cosa, otro algo más y finalmente el chisme se vuelve mucho más interesante, pero se despega cada vez más de la realidad, de aquel pequeño acontecimiento que lo propició.

Sé que ahora escribes una novela sobre Francisco Villa, ¿qué fue lo que te llevó a este nuevo proyecto?

Efectivamente, estoy trabajando una novela sobre Pancho Villa, me nació el interés una mañana que estaba arreglando el clóset y pensaba en la novela histórica, como las de “Noticias del Imperio” o la de “El águila y la serpiente”, y dije que no escribiría una novela histórica porque me costaría mucho trasladarme a una época donde no me tocó vivir, pero si me decidiera —me pregunté—, qué personaje de la historia me gustaría hacer, cuál, y ahí sí no me tardé ni dos segundos en contestar: Pancho Villa, pero de él se han escrito mucho novelas, biografías, o aparece en otros textos, pensé que era un personaje sobre el que se ha dicho bastante, está en libros de historia, están los libros de Katz, que son una biografía exhaustiva y rigurosa en dos tomos; está también la de Paco Ignacio Taibo II, “Pancho Villa, una biografía narrativa”, en “Cartucho”, de Nellie Campobello, bueno, pero yo dije “voy a abordarla desde otro punto de vista, voy a escribir una novela sobre Pancho Villa donde se note que han pasado 100 años desde el inicio de la Revolución”. Y entonces me metí en camisa de once varas; sin embargo, no hay ningún libro que te retrate de cuerpo entero a Villa. Además, es un personaje controvertido, de cada uno de sus hechos y hazañas, y de los momentos históricos en los que estuvo, siempre hay versiones diferentes, no sólo de los acontecimientos de la Revolución donde participó, sino también sobre su personalidad, y obviamente unos están a su favor, lo consideran casi un héroe nacional, un hombre lleno de virtudes, osado, alguien que logró reunir un ejército que en sus mejores momentos tuvo 50 mil hombres, la poderosa División del Norte, personaje histórico sin el cual hubiera sido imposible que cayera Porfirio Díaz y que posteriormente Victoriano Huerta tuviera que huir a los Estados Unidos. No obstante, para otros Villa simplemente es un asesino, alguien capaz de matar a sangre fría, alguien que mandaba asesinar a prisioneros desarmados. Entre el héroe nacional y el villano está Pancho Villa.

¿Cómo acercarse a este personaje tan controvertido, que sigue causando tanta polémica, cómo abordas la novela?

Lo primero que hice fue leer de todo o casi todos los libros que han publicado sobre él, ver películas; leí no solamente biografías, anecdotarios o memorias de diferentes personas, también leí la novela de la Revolución, que es un ciclo extraordinario en la novela en México, como “Los de abajo”, de Mariano Azuela, que es prácticamente una novela impresionista, casi cinematográfica. Todavía continúo escribiendo la novela, pero no es una novela de la Revolución, aunque toco el tema de lleno, pero desde otra óptica, yo quiero “entrar” en la cabeza de Pancho Villa, qué pensaba, qué sentía, casi todos los historiadores y la mayoría de los novelistas hablan de los hechos, de lo que hizo o dejó de hacer, pero no se meten a hablar de los pensamientos, de los sentimientos de Villa, ¿quién era aquel ser humano que se llamó Doroteo Arango y que en un momento dado decidió cambiarse de nombre? Tiene de todo, era un hombre valiente hasta la osadía, pero también era alguien que era capaz de echarse a llorar –como en el momento en que Huerta estuvo a punto de fusilarlo, donde Villa tuvo que suplicar a un coronel que no lo matara–, era un hombre muy sentimental también, lloró ante la tumba de Pancho Madero, a la vez era un individuo con una capacidad de mando extraordinaria, su ejército en cierto momento era bastante disciplinado para el tamaño que había alcanzado.

Al ser un hombre tan complejo, ¿es posible conocerlo a fondo?

Me meto en la psicología del personaje, en sus anhelos, sus frustraciones, tal vez, sus temores, sus deseos y sus diferentes facetas, porque lo mismo fue un revolucionario y también fue un bandido, hay quien niega que lo haya sido. Platicaba yo con una de las nietas de él y me decía que Villa nunca había sido un bandido, que se dedicó a robar reses porque no le quedaba de otra, era además un perseguido y, pues, desde el punto de vista de ella, Villa no era un bandido, pero, bueno, es una de las facetas que conforma su leyenda, otra faceta es la del hombre irascible, que de pronto si algo o alguien lo hacía enojar por cualquier razón te mandaba a fusilar sin ponerse a averiguar si tú merecías realmente ser fusilado o no, si eras un traidor o no lo eras. Algo que no aguantaba Villa era la traición; era un hombre muy desconfiado, la vida lo había hecho así, acostumbrado a voltear para atrás, no confiaba en nadie ni en las personas que tenía cerca ni en sus amigos, en nadie. He intentado varios tratamientos, pero finalmente me decidí por una novela polifónica, varias voces, no sólo de la Revolución —que incluye por supuesto la de Villa—, están un soldado raso, un coronel, un historiador, un periodista, todos hablan en primera persona, sobre todo, es una novela donde va a haber muchas voces, donde se van a respetar sus puntos de vista, o que van a relatar determinado hecho histórico, desde su propia perspectiva; esas voces pueden ser complementarias, aunque también contradictorias.

Conforme avanzas, ¿qué resulta más complicado al momento de escribir sobre Francisco Villa?

Mira, ha habido momentos en que me he sentido rebasado por el tema, justo ahora ya tengo leídos muchos libros sobre Pancho Villa, y el personaje me sigue intrigando, porque pienso que no he logrado abarcarlo todavía en su totalidad. Francisco Villa era un individuo muy diverso, siendo semianalfabeta era un hombre muy inteligente y con varias facetas en su personalidad que lo convierten en un hombre polifacético, sobre el que nunca se acabará de decir la última palabra, ésta todavía no ha sido dicha, pero no solamente eso, el personaje está vivo, Villa sigue interesando a las nuevas generaciones, cuando les hablo a mis hijos de él se muestran muy interesados.  

¿Lo consideras un mito?

Pues, mira, en el extranjero nos conocen por el tequila, las tortillas y por Pancho Villa. Es una situación paradójica, un personaje con el que nos identificamos, lo podemos querer o quizá odiar, lo sentimos como alguien muy mexicano, como que nos representa a los mexicanos, así como también probablemente también nos representen otros personajes, como Zapata, Moctezuma, Cuauhtémoc, no Cuauhtémoc Blanco (risas), o bueno, sí, también Blanco de alguna manera (risas), aunque en este caso me refiero al emperador azteca. Entonces Villa es un personaje que nos sigue interesando y nos sigue intrigando y no acabamos de conocerlo.

¿En qué parte te encuentras de tu novela?

En una primera etapa escribí en poco tiempo, en un mes, digamos, alrededor de 70 cuartillas, que más bien fueron hojas de cuaderno, tipo profesional, porque escribo mucho en los cafés, a mano, soy un escritor de los que escriben a mano; llevaba como 70 cuartillas casi sin orden, a como iban saliendo, a vuela pluma prácticamente, luego me detuve y dije: “No, ahora tengo que ordenar el caos”, y empecé a escribir un primer capítulo que he reescrito varias veces. Ahora la novela digamos que está arrancando, pero con bases más sólidas, tengo una idea más clara de lo que quiero hacer. Para terminarla es difícil dar una fecha exacta, pero fíjate que no me voy a tardar mucho, ahora llevo ya con ella como un año, y como ya tengo más al toro por los cuernos, pienso que la voy a escribir con relativa rapidez en el transcurso del año, y en la primera mitad del próximo. Sí, me gustaría que se publicara en 2010, ahí sí aprovechando la fecha (del centenario).

¿Pensaste en una novela conmemorativa o que coincidiera con el centenario?

Fíjate que no la estoy escribiendo porque dentro de dos años sea el centenario, cualquiera lo podría pensar y es lógico que lo piense así, pero la verdad desnuda no es de esa manera, cuando yo pensé en escribir una novela sobre Pancho Villa no estaba pensando en el centenario, ya después sí me cayó el veinte y caí en la cuenta, sin embargo, creo que es oportuno revisar a ese personaje histórico tan vilipendiado por unos y tan aplaudido por otros.

Comentabas al principio que tu novela también pretende dar una perspectiva de Villa desde nuestro tiempo ¿no?, ¿cómo?

Sí, en la novela deben notarse que han pasado ya 100 años después, una de las voces que aparece en ella es una voz contemporánea, en el presente año, es decir, cómo vemos a Villa con casi 100 años de iniciada la Revolución, más bien el movimiento armado, pues la Revolución tiene orígenes desde el movimiento magonista de 1906 aproximadamente, también desde aquellas huelgas de Cananea y Río Blanco.

Admirado u odiado, ¿cuál es tu visión?

Intermedia, yo pienso que Villa tiene muchas facetas, era lo mismo el hombre valiente, también podía ser cobarde en un momento dado, arbitrario, muy justo, tenía un sentido de la justicia, sí favoreció a mucha gente humilde, en ese sentido fue una especie de Robin Hood mexicano, pero es un personaje definitivo en la Revolución Mexicana.

Si se ha escrito mucho sobre Villa, ¿por qué hacer un libro más, cuál sería su virtud o su aportación en términos narrativos?

Mi novela va a participar tanto de la historia como de la imaginación, aunque, por supuesto, las bases históricas van a estar ahí, sí tiene una parte completamente ficticia, como yo me imagino, por ejemplo, no sabemos cómo pensaba Pancho Villa, hay registros de algunas de sus conversaciones, por escrito, porque no había grabadoras en ese entonces, pero no sabemos realmente qué pensaba Villa cuando estaba hablando consigo mismo, qué sentía, cómo veía a las otras personas, o la misma Revolución, cuáles eran sus motivos profundos para meterse a revolucionario; entonces, de todo eso, como sus sentimientos, no tenemos idea, por ejemplo, Villa era muy mujeriego, a una mujer la veía con unos ojos y a otra con otros, sobre sus afectos sabemos poco. Y en eso es en lo que yo me quiero meter, en la vida interior de Pancho Villa, ese hombre que aparentemente era pura acción; entonces va a ver mitad de historia, mitad de ficción… Mi acercamiento a la Revolución Mexicana y a Pancho Villa no es el de un historiador, yo no me acerco con los ojos de un historiador, me acerco con los ojos de un novelista, que es diferente…

¿En qué sentido?

El novelista tiene más libertad, porque puede imaginar, aunque muchos historiadores inventan muchas cosas, pero no deberían hacerlo, algo que el narrador sí puede, mira, para ponerte un ejemplo nada más, cuando Villa ataca Columbus, y luego es perseguido por el general Pershing en aquella famosa Expedición Punitiva, con Pershing al mando de una tropa de soldados estadounidenses entra a territorio mexicano para capturar a Pancho Villa, y Villa que estaba herido en una pierna, debido a una escaramuza con carranclanes –así les llamaba–, se escondió en una cueva porque no podía caminar, era un lugar de difícil acceso, ahí estuvo varios días, ¿qué hizo en esos días?, no hay noticias de lo que hizo, qué pensó, se sabe que estuvo en esa cueva, que tal vez los gringos llegaron a pasar cerca de ahí sin descubrirla, pero no sabemos qué pasaba por la cabeza de Villa en esos momentos, ahí hay materia para imaginar. Otro ejemplo, mira, yo leí las memorias de su mujer más conocida, Luz Corral, se llama “Villa en la intimidad”, y cuenta muchas cosas que no cuentan los historiadores, pero no nos dice nada de su vida íntima con Villa, por ejemplo, la relación sexual con él, de eso no hay nada, por pudor, ahí también uno puede imaginar muchas cosas, cómo sería Francisco Villa en la cama, con sus diversas mujeres; ¿llegó a enamorarse de alguna de ellas o las vio solamente como objetos sexuales?, entonces el novelista puede especular, tiene la libertad de imaginar, y es curioso porque a veces los novelistas, sin pretenderlo, dicen la verdad, dan en el blanco, hay algo que es como la intuición del escritor, llegas a conocer al personaje como si hubiera sido tu amigo, tu hermano…

¿Cómo la vas a titular?

Fíjate que todavía no tengo título, he pensado en algunos, pero ninguno me ha convencido aún, el título está pendiente, pero estoy tan metido en el tema que prácticamente no leo otra cosa que no tenga que ver con Villa o con la Revolución Mexicana.

Muchas gracias por tus palabras.

Al contrario, gracias a ti.

Comentarios a esta nota: benjamin.solis@azteca21.com

Libros sobre la Revolución mexicana: www.vialibros.net

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