“Sones y danzas de la Huasteca veracruzana”, del Trío Tamalín, un disco para llorar y reír

En algunas piezas de este
disco dan ganas de danzar,
ya sea por gusto o por melancolía,
de imaginar la algarabía
carnavalesca o la
tristeza de los deudos
Foto: Cortesía 'Titanio Records'

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 10 de octubre de 2008. Con “Sones y danzas de la Huasteca veracruzana” (Titanio Records, México, D.F., 2004), del Trío Tamalín, concluyo mis reseñas (a final de cuentas, opiniones sobre un disco) acerca de las producciones discográficas de este trío veracruzano de son huasteco, pues sólo poseo los tres discos que adquirí con Gabino, el jaranero y vocalista, quien me aseguró que tenían más títulos, pero esa ocasión en San Sebastián, municipio de Tantoyuca, sólo llevaban tres.

Actualmente, deben contarse por cientos, o quién sabe si ya se cuenten por miles, las producciones discográficas existentes de tríos huastecos contemporáneos y antiguos de los seis estados. Tan sólo los tríos hidalguenses son muy dados a grabar sus discos, como el trío "Renovación Hidalguense", que recientemente encontré tocando en un mercado y traía discos a la venta. Desafortunadamente para mí, ese sábado no traía lana y no pude adquirir ni uno de los dos distintos que llevaba. Además, como “andan correteando el bolillo”, como todo el mundo, no les interesó al comentarles que, si me proporcionaban uno, podía reseñarlo y darles difusión en este portal, es decir, para que más gente conozca sus discos y así compartir su trabajo con otras personas interesadas en estas expresiones culturales.

O los que se suben al metro y venden sus producciones caseras, de las que hablaré en otro momento. Ni modo, así es esto, a veces los músicos o quien los dirige tiene la visión y la sensibilidad de proporcionarme su material discográfico a fin de difundirlo; otras, sólo piensan en el dinero para comprar “el bolillo” o cubrir otras necesidades y sólo venden sus discos, sin importarles si alguien tiene otro fin diferente a sólo poseer el disco. Casos de estos últimos conozco algunos asaz deplorables.

En fin, en cualquier caso, en Azteca 21, cumpliendo con nuestra visión y misión, resumidas en nuestro eslogan, “México en todo su esplendor”, siempre que un trío nos facilita su material, bien o mal le damos difusión; cuando lo adquirimos, igual, aunque se complica más realizar nuestra labor.

Basta de rollo, volvamos a este excelente material discográfico, cuyo título es muy elocuente y oportuno por las fechas importantes que se avecinan (sí, me refiero a los días 1 y 2 de noviembre). Dado el carácter del contenido del disco –una bella muestra de música religiosa y profana–, voy a dejar la palabra a los hacedores del disco, con el propósito de sólo hacer eco a sus aseveraciones, contenidas en la parte posterior de la portadilla: “… La Huasteca es una tierra pródiga en festividades, mismas que tienen hondas raíces. El culto a los muertos, que ellos [los téenek, “los hombres de aquí”, es decir, los propios huastecos, se dice en otra parte del texto citado] denominan Xantolo, sus danzas de carnaval y fiestas mágico-propiciatorias proyectan siempre singulares destellos. Los sones llamados ‘de costumbre’ no se cantan, sólo se interpretan con el violín, la jarana y la guitarra quinta o huapanguera.

“Los danzantes, con su zapateo y júbilo, enriquecen la música que contiene un carácter religioso. Entre las danzas más tradicionales de la Huasteca veracruzana destacan la Danza del Palo Volador, Danza de Huehues con sones de Xantolo, Mekos, Matlachines, Coatecomates, Varitas, Cuanegros, Danza de Chicomexóchitl, Danza de Negritos o Candiles, Comanches, etc. La música y la danza, al conllevar un carácter místico, obedecen a rituales marcados celosamente por la tradición. Las fiestas tradicionales sirven como modelos de cohesión social y permiten al pueblo mantener su propia cosmovisión. Los sones y el huapango son sonidos del México profundo que no muere…”.

Poco que agregar a lo anterior, salvo que al escuchar algunas piezas de este disco dan ganas de danzar y de proferir gritos, ya sea por gusto o por melancolía, de imaginar la algarabía carnavalesca o la tristeza ancestral de los deudos. Además, celebro la autenticidad del trío, que nos contagia el sentimiento que destila; el connubio feliz de Angélico con su violín, su voz en uno de los temas, así como la de Gabino. Enhorabuena, Tamalín. ¿No les digo? Hay que conseguir los otros discos del trío, pues, monsivianamente, ayudan a documentar nuestro optimismo.

“Sones y danzas de la Huasteca veracruzana” incluye diez temas: “El aguacero”, “Son de la muerte”, “Son de la india”, “Son de paso cruzado”, “Son de llegada”, “Pajarito tonto”, “El canario”, “Los enanos”, “La polla pinta” y “La despedida”, y participaron en la grabación Angélico Domínguez Santos, violín y segunda voz; Gabino Cruz Martínez, jarana y primera voz; Celestino Santiago Martínez, quinta huapanguera, y Feliciano Cenobio Martínez, músico invitado. La investigación, la dirección y las décimas están a cargo del profesor Rosendo Martínez Hernández.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

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