Dámaso Murúa, el enhiesto narrador sinaloense, cumplió 75 años

Murúa cumplió 75 años y
con su obra y su conducta
ejemplar ha puesto pautas
que a los otros hacedores
de la literatura sinaloense
no les será fácil alcanzar
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Gregorio Martínez M./Azteca 21

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 18 de septiembre de 2008. Dámaso Murúa Beltrán Contreras cumplió 75 años el 13 de agosto pasado. Y lo recuerdo ahora porque la memoria ya me está fallando, pues creía que los cumplía el día de hoy, día de santa Sofía. Vaya usted a saber los porqués de este desliz, lo cierto es que es un acontecimiento digno de celebrarse, de recordación, de regocijo. Sobre todo para los que conocemos y queremos a Dámaso, para los –pocos, poquísimos– que nos parece el escritor sinaloense más importante de la actualidad.

 

Vaya, esto último debe aclararse para evitar suspicacias y malos entendidos. Para empezar, es mi opinión y la baso en que ha escrito y publicado, hasta donde sé, veintisiete libros en los que, como anticipó en el primero, “Doce relatos escuinapenses”, se ha dedicado a vindicar su condición de escuinapense, de sinaloense, de mexicano. Además, para librarme de cualquier reclamo, el más importante no quiere decir precisamente el mejor o el más influyente o el más académico o el más mediático. Simplemente, creo, es el más interesante y el más consecuente con su origen, a pesar de haber salido de Escuinapa antes de entrar a la mayoría de edad.

Bueno, insisto, eso es lo que pienso después de leer alguno de sus libros. Y también después de hablar con el propio Dámaso, quien al parecer está logrando un impensable ¿objetivo, despropósito? de quedarse solo, sin amigos, sin reconocimientos, sin premios. Solo y sólo con su vasta y rica obra que rezuma Sinaloa por todas sus páginas. Hablar de Dámaso Murúa es hablar de un autor casi desconocido para la mayoría de la población mexicana, incluso para la mayoría de los sinaloenses –no obstante ser Sinaloa un “estado de lectores”–, pues he preguntado en no pocas ocasiones si lo conocen los estudiantes de letras hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y la respuesta es negativa, a varios escritores mexicanos y la respuesta es similar, a unas amigas sinaloenses –una de Mazatlán y contadora para más señas, la otra, culichi y administradora– y no lo han oído mentar siquiera –es obvio que menos aún lo han leído–. Esto, repito, a pesar de los numerosos libros publicados, de las varias ediciones populares y de miles de ejemplares –“La muerte de Marcos Cachano y otros cuentos”, por ejemplo–, de haber aparecido en la señera colección “Letras Mexicanas” del Fondo de Cultura Económica con una antología personal, “Las mujeres primero”, de que su libro más conocido y representativo, “El Güilo Mentiras”, lleva varias ediciones y reimpresiones –vamos, eso sí, en Sinaloa (y en otros lugares, como en Sonora o el mismo Defe, donde una vez escuché a un cuentacuentos disfrazado de espantapájaros contar una de las historias del Güilo) es más conocido el pinchi Güilo que Dámaso, paradojas de la vida literaria– desde hace más de cuarenta años, pues ya lo incluye “Doce…”, que es de 1964, si no recuerdo mal.

En fin, también dicho desconocimiento no es tan fortuito, pues este prolífico autor no ha sido muy dado a llevar una vida social-literaria, no obstante haber sido amigo de varios escritores, como Juan de la Cabada, por mencionar uno, tampoco, en sus propias palabras, ha sido lambiscón ni ha buscado escribir con la propiedad que recomienda, sugiere o dicta la Real Academia Española. Dámaso, colijo de algunas charlas y de sus libros, ha hecho como ha podido y querido su obra literaria, como se lo manda su razón o sinrazón, solamente con el deseo sincero de contar relatos de pueblo, de hablar de los inolvidables personajes escuinapenses que marcaron su infancia, con el deseo tácito de no volverse loco.

Bien, todo esto vino a cuento porque Dámaso Murúa cumplió 75 años y con su obra y su conducta ejemplar ha puesto estándares o pautas que a los otros hacedores de la literatura sinaloense no les será fácil alcanzar o imitar. Sirva este testimonio de amistad y gratitud a un hombre por su obra literaria cabalmente sinaloense, la cual, siempre que vuelvo a ella, me hace sonreír con afecto, tal como tú sencillamente lo deseas, Dámaso. Además, como colofón, desde aquí seguiremos hablando de esa obra, para que se sepa, para que se conozca como lo merece. Muchas felicidades, Dámaso. Un abrazo de tu amigo y admirador.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

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