Venus, la Estrella Polar, la Vía Láctea y el Sol sirvieron de ejes al edificar sitios prehispánicos

La inclinación y orientación
de los edificios también
permitía a los pobladores
observar los fenómenos astrológicos
Foto:Cortesía INAH/ H.C.

Ciudad de México.- 27 de Agosto del 2008.- (CONACULTA) En Mesoamérica, Venus, la Estrella Polar, la Vía Láctea, el Sol y otros elementos astronómicos –como las constelaciones– sirvieron a los antiguos pobladores como ejes para orientar la construcción de sus ciudades y edificios, y con ello asegurar su ubicación en el tiempo y el espacio.

Así lo explicó Daniel Flores Gutiérrez, investigador del Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), durante su participación en el Coloquio de Arqueología, Arquitectura y Cronología en el México Antiguo, organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia y que se realiza del 25 al 29 de agosto en el Museo del Templo Mayor.

El investigador señaló que antes de iniciar con la construcción de las ciudades, los sabios tuvieron que resolver problemas relacionados con la elección del lugar, aspectos tecnológicos del movimiento de la tierra, orientación de la masa arquitectónica y los materiales para la construcción.

De esta manera, tenían elementos para erigir los edificios y calzadas en lugares estratégicos, donde, por ejemplo, el reflejo de la luz del Sol indicara a la comunidad  la iniciación o finalización de ciclos, particularmente los agrícolas, y así contar con fechas y espacios para realizar los ritos representativos de cada periodo.

En el caso de la Pirámide del Sol, ubicada en Teotihuacan, su alineación está relacionada con el también llamado “astro Rey”, de ahí que el 2 de febrero se observe al Sol reposar sobre la punta de la construcción. Este fenómeno que se visualiza desde la calzada de los Muertos está asociado, de acuerdo con el investigador, con el inicio del año nuevo en el altiplano.

Otro ejemplo sobre la relación con los astros y la construcción de edificios prehispánicos se encuentra en Xochicalco, ya que en el llamado  observatorio, entre el 30 de abril y el 15 de agosto se observa la trayectoria solar porque filtra sus rayos por la pequeña abertura que este edificio tiene.

La orientación que los astros daban a los edificios cambiaba cada que concluía el ciclo de rotación de éstos, por lo que al inicio de uno nuevo, las  construcciones se tenían que alinear de nueva cuenta, lo que explica el por qué algunas obras tienen agregados basamentos o contrafuertes.

La inclinación y orientación de los edificios también permitía a los pobladores observar los fenómenos astrológicos como constelaciones o la vía láctea. Para explicar y representar lo visto en el cielo, realizaban pinturas murales, donde plasmaban la influencia que tenían las estrellas en la comunidad.

“En las ciudades mesoamericanas encontramos una gran diversidad de petroglifos asociados con astros y festividades”, dijo el investigador de la UNAM.

De ahí que existan murales donde se representa a Venus como una estrella de cinco picos, tortugas asociadas con Orión o incluso animales representativos de las constelaciones como el escorpión.

En Mitla, por ejemplo, existe un mural en la parte norte del sitio donde hay una secuencia de signos astronómicos, que de acuerdo con las investigaciones representa la continuidad de un eclipse.

En la época prehispánica estos fenómenos más que estar referidos a cambios estacionales, estaban relacionados con el frío, el calor y el tiempo de cosechas.

El Coloquio de Arqueología, Arquitectura y Cronología en el México Antiguo, que coordina la Dirección de Estudios Arqueológicos, se lleva a cabo del 25 al 29 de agosto en el Museo del Templo Mayor. La entrada es libre.

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