El espejo de pirita, conocido entre olmecas, toltecas y mayas, era puerta de entrada al “otro mundo”

Abajo a la izquierda
un espejo de pirita, de los que
eran muy apreciados
principalmente por los olmecas
Foto: Internet

Ciudad de México.- 14 de Agosto del 2008.- (CONACULTA) Mirarse en un espejo es conocerse, reconocerse, y admirarse; sin embargo, para los antiguos habitantes de Mesoamérica los espejos eran más que unos simples objetos de uso cotidiano; los concebían como algo mágico con el cual podían, además de adivinar el porvenir, comunicarse con sus ancestros, sus dioses y  con el “otro mundo”.

 

Dichos instrumentos no eran utilizados por toda la población, su carácter mítico reducía su uso a las grandes ofrendas colocadas en los monumentos de la ciudad, así como por los gobernantes, destacados guerreros y gente de élite, pues proporcionaban estatus.

 

Por sus cualidades (adivinatorias, fuente de conocimiento y  como puerta de entrada al otro mundo), en las culturas  olmeca, tolteca, maya y  teotihuacana, entre otras,  el espejo, hecho en ese tiempo de pirita, –un  mineral  metálico  de color amarillo y con formas geométricas  cúbicas, octaédricas o dodecaédricas casi perfectas– se concebía  como un objeto que mostraba más  que un simple reflejo de la realidad.

 

Lo anterior porque de acuerdo con Grégory Pereira, investigador del grupo “Las formas expresivas en México, Centroamérica y el Suroeste de Estados Unidos: dinámicas de creación y transmisión”, que forma parte de una red internacional de investigación, bajo la tutela del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), al mirarse en el espejo de pirita uno se veía, inevitablemente transformado, fraccionado por las múltiples incrustaciones que lo componían.

 

El espejo  de pirita era conocido desde la época olmeca, en ese entonces, estaba hecho de una sola pieza que se caracterizaba por tener una superficie cóncava y era utilizado, probablemente, como parte de las ofrendas.

 

Sin embargo, su apogeo y distribución en Mesoamérica –señala el investigador en el artículo La materia de las visiones: consideraciones acerca de los espejos de pirita prehispánicos, publicado en el más reciente número de Diario de Campo, publicación interna de la Coordinación Nacional de Antropología– corresponde al clásico temprano (150/200-600d.C) y parece estrechamente vinculado con  Teotihuacan.

 

“Este nuevo material se acompaña con varias innovaciones técnicas. Ya no se trata de elementos tallados en una sola pieza, sino de artefactos conformados por diversos compuestos. Constan de una base circular, a veces cuadrada, realizada a menudo con pizarra o arenisca sobre la cual se aplica un mosaico formado por incrustaciones poligonales de pirita”.

 

Además de Teotihuacan, la ciudad de los dioses, los espejos, fueron utilizados con gran interés en el mundo maya, muestra de ello es la gran cantidad de estos objetos reportados en el sitio arqueológico de los Altos de Guatemala, la influencia llegó, incluso al norte de Michoacán y el Bajío, hasta las regiones norteñas de Zacatecas.

 

Durante el clásico tardío o epiclásico (600-900 d.C.) y, pese a la caída de Teotihuacan, los espejos se siguieron utilizando en diversas regiones de Mesoamérica.

 

Grégory Pereira menciona que para el postclásico temprano, estos artefactos fueron transformados. “Las exploraciones en Tula y Chichén Itzá revelaron la existencia de espejos de grandes dimensiones, ahora elaborados en discos de madera y sobre los cuales se colocaron complejos mosaicos, que además de pirita tienen otros materiales como la turquesa, además de metal. En esta época los espejos están vinculados con el sol”.

 

De acuerdo con el autor, la asociación que se da en este periodo, entre el espejo y el sol,  se debe a las propiedades físicas de la pirita entre las que destaca la capacidad que tiene ese material para producir fuego.

 

El espejo, por lo que se puede apreciar, desempeñó otro tipo de funciones de las que actualmente tiene, significó la puerta de comunicación con los dioses o ancestros, y por  lo mismo, fungió como una fuente de conocimientos ocultos, oráculos o presagios, ya que de él podían emerger, según lo demuestran algunos textos e imágenes, seres procedentes de otros mundos.

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