“La Coleccionista”, de Eric Rohmer, parte del homenaje a la Nueva Ola Francesa en la Cineteca

Escena de la cinta, estelarizada
por Patrick Bachou, Haydée
Politoff y Daniel Pommereulle,
misma que obtuvo el
'Oso de Plata' en el
'Festival de Cine de Berlín'
Foto: Cortesía Cineteca Nacional

Por Enrique Montañez
Reportero Azteca 21

Ciudad de México. 4 de agosto de 2008. Continúa en la Cineteca Nacional, con gran éxito de público, la celebración del cincuenta aniversario de la Nueva Ola Francesa, como se le denominó al trabajo fílmico de un grupo de cineastas que manó de la revista de crítica cinematográfica “Cahiers du Cinéma” a finales de la década de 1950. Entre las propuestas generales de Francoise Truffaut, Alain Resnais, Jean-Luc Godard, Jacques Rivette, Claude Chabrol y Eric Rohmer, iniciadores del movimiento, están la ruptura con las estructuras del cine francés de su momento y la libertad de expresión y técnica, con el fin de establecer el “Cámera-Stylo” o cine de autor.

El evento, en colaboración con la Embajada de Francia en México, Fundación Televisa, Canal Once, la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y el Instituto Mexicano de la Radio, está integrado por tres ciclos de cine, dos exposiciones y la publicación del libro “Nouvelle Vague: una visión mexicana”.

El pasado viernes se exhibió “La coleccionista” (1966), segundo largometraje de Eric Rohmer, uno de los exponentes principales de la corriente homenajeada. La cinta, con Patrick Bachou, Haydée Politoff, Daniel Pommereulle y Alain Jouffroy, elenco de actores no profesionales, obtuvo el "Oso de Plata" en el "Festival de Cine de Berlín".

Tres jóvenes deciden instalarse indefinidamente en una hacienda en el campo para alejarse de la existencia mecanizada y las exigencias “parasitarias” de la sociedad burguesa de la que son parte mediante la indolencia, el ocio y la laxitud absoluta. Sin embargo, conflictos personales, sexuales y la añoranza del estilo de vida irrenunciable de la vida moderna demuelen las intenciones del trío.

En “La coleccionista”, Rohmer cuestiona con sutil crudeza las pretensiones falsas de la emergente clase intelectual joven de la posguerra por ejercer nuevas formas de interacción social y una percepción del “sí mismo” distante de la moralidad imperante, así como poner en práctica una sexualidad desprejuiciada y libre de fórceps emocionales. Rohmer juega con absolutos como amor, amistad, belleza, moralidad, arte, sexualidad, identidad y libertad para desenmascarar desoladoramente la banalidad y vacuidades volitivas de quienes ansían sin motivos reales y francos disidir del statu quo.

Comentarios a esta nota: enrique.montanez@azteca21.com

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