El minipacto Calderón

POR LA ESPIRAL
Claudia Luna Palencia

-El minipacto Calderón
-La inflación del pasado
-Paliar para convencer

    Esta vez no fue ni con obreros, ni campesinos,  el minipacto del presidente Felipe Calderón descansó únicamente en el apoyo de la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin) para acordar la no elevación de los precios de 150 productos alimenticios a fin de contener la escalada inflacionista.
    La concertacesión de los viejos gobiernos priístas siempre tan exaltada por la oposición como instrumento falaz del populismo, apunta a retomarse por la oposición en el poder.
    A glosa, si bien estamos mucho mejor en términos macroeconómicos en comparación con el sexenio del presidente Miguel de la Madrid, hoy en día se construye mucho menos obra pública y los trabajadores continúan sin llegar a fin de mes con cierto grado de holgura.
    De pactos a minipacto, hay un océano de por medio entre la inflación, el nivel del precio del petróleo, la situación del mercado cambiario del peso respecto al dólar, el nivel de reservas del Banco de México, la situación de las finanzas públicas y el comportamiento de la balanza de pagos.
    En aquellos años, los de 1982 a 1988, se vivió una etapa de transición entre un modelo de crecimiento interno con sustitución de importaciones y muchos mimos industriales hacia otro donde lo endógeno cede paso a lo exógeno y al crecimiento externo impulsado por el comercio, las divisas y la inversión extranjera.
    En  dicho sexenio apareció el Programa Inmediato de Reorganización de la Economía (PIRE), que  se convirtió en el telón para después instrumentar el Pacto de Solidaridad Económica (PSE)  basado en un plan heterodoxo para bajar los precios, casi de choque contra la inflación, cuyo ingrediente esencial fue el compromiso entre el gobierno y los sectores obrero, campesino y empresarial para no subir los precios de los bienes y servicios, ni el precio del factor trabajo, en un determinado lapso de tiempo.
    Este pacto que nació con el presidente De la Madrid, fue el eje ideológico, en teoría y práctica, del gobierno del presidente Carlos Salinas de Gortari con la etiqueta personal del Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento Económico (PECE), renovado en distintas etapas siempre bajo el compromiso del gobierno y los sectores obrero, campesino y empresarial y duró hasta 1994 cuando los errores de diciembre eliminaron el espejismo.
A COLACIÓN
    Afortunadamente, la vigilancia de la inflación en México no tiene la presión de hace dos décadas cuando el INPC llegó a 159.2% y debemos agradecer también que las reformas aplicadas hace unos años dieron autonomía de operación y decisión al Banco de México para deslindarse de cualquier contaminación política (y electorera) en el manejo de variables fundamentales como son la inflación y las tasas de interés pivotes de la política monetaria.
    Al dejar de ser Banco de México “aquella caja chica de impresión de billetes”, se ha dado una credibilidad en los mercados acerca del compromiso real para el control de la inflación con la meta persistente, aunque todavía inalcanzable, de acercar el INPC a niveles comparados con los de Estados Unidos y Canadá, los dos socios en el NAFTA-TLCAN.
    Empero, en los últimos años, lograr un 3% de inflación anual ha sido una pesadilla que se complica con el comportamiento del entorno internacional y la combinación de factores externos e internos que han hecho mella en el mundo elevando los precios de los insumos alimenticios.
    Como es lógico, cada país ha resentido los efectos de la crisis en distinto grado de magnitud, dependiendo de sus propias complejidades y sobre todo vulnerabilidades.
    México, que está siendo muy beneficiado por los altísimos precios del petróleo en el mercado internacional, recibiendo un caudal de recursos extraordinarios en dólares (de los que el Gobierno Federal debe dar cuenta) también enfrenta estragos de la crisis por la vía de la disponibilidad de los insumos alimenticios, pagando su dependencia con el mercado estadounidense por  las importaciones en la balanza comercial.
    En esta crisis a México le está costando más caro alimentarse y el gobierno atisba a responder con una medida desesperada: dejar que entren al país por la libre todos los granos y alimentos que vengan del exterior a fin de evitar el desabasto y con ello la especulación y el mayor incremento en los precios de los alimentos.
    Después de dicha medida, enseguida intenta controlar la inflación a su manera tras comprender que el Banco de México, en su autonomía y jugándose su credibilidad, no variara la política monetaria porque el presidente Calderón lo pide y es que para el instituto central, la prioridad es bajar la inflación, a costa inclusive de subir las tasas de interés.
    Una vez entendido, la acción del gobierno es la del minipacto con los industriales a fin de solicitar su compromiso para no incrementar  el precio de una serie de bienes de consumo en los próximos 6 meses.
    En lo personal me parece una medida inútil y poco eficaz sobre todo por la serie de alimentos elegidos para que su precio sea congelado en los próximos meses.
    De hecho,  si el presidente Calderón está llamando a la puerta de los industriales para evitar el alza desmedida en los precios de los alimentos, primero debe intentar controlar los alimentos que son los más  consumidos por la población mexicana y que verdaderamente entran dentro de la canasta básica familiar.
    Más que salsas, chiles, jugos y tes que son los que más figuran en la lista de 150 productos de precio congelado, la base de consumo del mexicano es de leche, huevo, aceite, frijol, azúcar, arroz, maíz, papas, nopales y café. En la lista figura el café, lo demás brilla por su ausencia.
    A lo mejor el gobierno quiere que en esta crisis las personas más golpeadas en su bolsillo por el incremento en los precios cambien la leche por te, el huevo por chilorio, el arroz por atún, los nopales por rajas. ¿Y con qué se acompaña?
    El gobierno le da la vuelta al problema del suministro de los alimentos, de su precio en el mercado internacional y no se atreve a hablar de precios congelados en arroz, maíz, azúcar, leche y huevo porque en la mayoría depende de comprarlos del exterior para garantizar el abasto interno. Pero como los precios internacionales están subiendo, hay una inflación que se está importando y que además combina con una carestía interna debido a la incapacidad productiva del país para producir sus alimentos básicos.
    Nuevamente no se ataca el problema de fondo, se recurre eso sí a las viejas fórmulas del pasado, a exagerar en los matices y sobre todo en paliar y paliar.
    

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