“Son para Milo”, ¿y quién es Milo?

Cuadro con una foto de 'Milo' en
el 'Taller de Danza Tezcatlipoca'
Foto: Gregorio Martínez M./Azteca 21

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 10 de junio de 2008. La explanada de la Benemérita Escuela Nacional de Maestros (BENM) resplandece con la luz del sol que cae a plomo. Camino con las maestras Chelo y Virginia Aguilar –que se nos unió para la charla– en busca de un lugar adecuado. Encontramos una banca donde un añoso y enorme fresno nos brinda su sombra e iniciamos formalmente la entrevista.

Maestros y personas transitan constantemente y dan idea de la actividad incesante que impera en esta escuela bien llamada benemérita, casi como una colmena. Me agrada pensar que por esas aulas y esos pasillos han desfilado miles de maestros, llevando la semilla del saber a otros tantos niños y alumnos de nuestro país, como lo hizo el maestro Hermilo Rojas Aragón, de quien me hablan las maestras, cuya pasión por nuestras tradiciones, su entrega a este homenaje y su amistad por Milo me conmueven y hacen que comparta su admiración por este hombre, al que, gracias a sus palabras, voy conociendo.

¿Quién es Milo?

Consuelo: “El maestro Hermilo fue catedrático de esta institución, promotor de la música y de la danza, y director del Taller de Danza Tezcatlipoca. Él falleció hace casi siete años, fue una persona que difundió la danza por muchos lados y espacios, y con ello a la música, pues van de la mano. También se hizo amigo de muchos músicos, cuando él estuvo enfermo –murió por un problema de cáncer–, sus amigos músicos decidieron hacer un fandango para recabar fondos y apoyar a la familia. Milo falleció entre semana, un martes o miércoles y el fandango iba a ser el sábado. Entonces se organizó dentro de la BENM un homenaje oficial, y nosotros pensamos ‘¿Por qué no darle cauce al fandango que ya estaba organizado…?’. Se hizo el fandango, iniciaron cinco grupos, fue el primero, en un espacio pequeñito, pero estuvo lleno de emoción y calidad humana, trajimos comida y a todos les dimos de comer, y dijimos ‘lo hacemos también el próximo año’. Milo nació en la población de Zaachila, Oaxaca, entonces todo lo que es cultura, música, danza… lo traía en las venas, sobre todo dio a conocer en la BENM elementos culturales de su región, apoyando manifestaciones como la Guelaguetza, rescató el fandango que se realiza en su tierra, particularmente los aspectos más tradicionales, que es el fandango zaachilense, la boda tradicional y todo lo que le rodea, que se montó en varias ocasiones.

“Además, fue un catedrático muy preparado, incursionó sobre todo en educación artística, apoyó la elaboración de los libros de texto gratuito, donde aparece como colaborador, en el libro para el maestro. Aquí, en la Nacional de Maestros, fue maestro de educación artística y de otras asignaturas, así, pues, mucha gente lo conocía, en la Nacional, en las escuelas primarias, en las academias de danza, los grupos de música… Fue así como en septiembre, antes de cumplirse un año de su muerte, se hizo su homenaje, regresando de las vacaciones, al inicio del ciclo escolar, acudió mucha gente. El auditorio de la BENM, que es aproximadamente para 600 personas, estuvo llenísimo, hubo gente hasta en las escaleras, hubo demasiada gente, todo ello para nosotros, para mí en especial, es como cosechar lo que alguna vez él sembró, pues creo que lo que nos identifica a todos es el rescate de elementos culturales, ya sea a través de la música, de la danza o el teatro. Nosotros somos integrantes del Taller de Danza Tezcatlipoca, de muchos años; este taller trabaja con alumnos normalistas, fue fundado precisamente para atender las necesidades de estos alumnos por el maestro Eduardo Ruiz. Nosotros somos egresados de esta escuela y con ello nuestra actividad en el taller data de muchos años atrás, después de egresados continuamos con el taller de danza cuando el maestro Hermilo falleció, nosotros estamos aquí laborando y cooperamos para llevar a cabo este evento…

“Milo falleció muy joven, a la edad de 41 años, de cáncer, entonces su trabajo como alumno y dentro del taller de danza, luego egresó, siguió preparándose, después ingresó como catedrático de la escuela, además del trabajo académico en el taller, en el trabajo cultural, realmente él estuvo trabajando pocos años, pero aun así vemos que su trayectoria fue mucha. Finalmente se hizo el fandango, pero no se recabaron los fondos, el propósito, que era ése, se convirtió en uno de difundir la cultura, darle un espacio a los grupos de música tradicional, sobre todo en el D.F., para que se hiciera esa labor de difusión y, hasta la fecha, es un evento que no se cobra, es totalmente gratuito”.

Amable y con emoción en su voz, la maestra Virginia Aguilar abre el álbum de los recuerdos y nos comparte los momentos que vivió con esa extraordinaria persona, a su parecer, que se llamó Milo: “Él incursionó como director adjunto del taller, podemos decir, por ahí de 1985, 1986, porque estábamos todavía en la Escuela Nacional de Danza Folclórica del INBA… Mira, creo que una parte muy importante es que Hermilo fue una persona muy inquieta. Después de su formación docente en la BENM, incursionó en Bellas Artes para hacer la carrera de ejecutante profesional y maestro en danza folclórica, luego siguió estudiando y preparándose en la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) en la especialidad de educación básica, posteriormente realizó un diplomado de investigación en danza en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el que nuevamente es una persona muy importante porque a un proyecto innovador de la UNAM él aporta la cuestión de crear evidencias artísticas, montajes que integraban música, danza, teatro, artes plásticas, que es algo que no habían considerado allá, y se convierte en un líder, como líder nato que era, de ese diplomado y promueve mucho la participación de los compañeros para integrar las demostraciones de trabajo.

“Todo eso formó parte de su naturaleza y, cuando empieza a apoyar el trabajo del taller, primero como asistente de dirección, pues el maestro Eduardo Ruiz, que es un detector automático de capacidades, le empieza a ceder mucha de la autoridad dentro del grupo, a cederle el timón, Milo comienza a hacer montajes, desde los repertorios más básicos, hasta impulsar la participación del taller dentro de una convocatoria que lanzó Bellas Artes, que es un premio a la coreografía más innovadora, que es donde él lleva a la realidad su proyecto del fandango en Zaachila; con esa participación ganamos un segundo lugar y el reconocimiento general, pues la gente decía ‘el gane era para ustedes’, sin embargo, logra el reconocimiento al trabajo innovador como investigador y sobre todo como creativo.

Virginia, ¿hay algún legado físico de la labor del maestro Milo, un libro, una tesis o una memoria…?

Como te comentaba la maestro Consuelo, él colaboró para la edición de un libro muy importante para los maestros de educación básica, que es el libro de educación artística para la escuela primaria, que está en tres tomos, para primero y segundo, para tercero y cuarto, para quinto y sexto. ¿Cómo es que logra colaborar en esto? Bueno, el maestro colaboró primero como parte de un proyecto innovador en el sexenio de Miguel de la Madrid, cuando se impulsa un programa llamado Pacaec [¿?], él incursionó en esa generación pionera del programa, cuyo trabajo consistía en que se adscribía al docente a una escuela en la que iba a atender por niveles, primero, segundo, tercero, cuarto, quinto y sexto años, junto con otros dos compañeros, y era el Programa de Actividades Culturales en la Escuela Primaria, para impulsar toda la competencia de los niños a nivel de interés, investigación de su comunidad, práctica de sus costumbres, el registro, todo el rescate, y Hermilo impulsó mucho esto en una comunidad escolar, en una escuela primaria que se llama ‘Pascual Ortiz Rubio’, en Ticomán, en Lindavista. A través de este programa se fomentó lo que se llamaba ‘Veladas Culturales’, que era una velada cada dos meses, en la que se conjuntaba gente de la comunidad que quisiera participar en poesía, danza, música o canto, lo que quisieran, pero a nivel comunitario, el propósito era que la comunidad escolar realmente integrara el saber social de su comunidad. De ahí es invitado a participar como asesor en la especialidad de danza o expresión corporal en otro programa que se llamaba Apoyo Didáctico al Área de Educación Artística (ADAEA), ahí inicialmente él es asesor de expresión corporal, más tarde pasa a coordinar este programa en el Distrito Federal, en esta participación hay un paréntesis en el que es invitado, a nivel de la Subsecretaría de Educación Elemental, a ser parte de un programa de difusión de música y danza, ahí se conjunta su labor con el Grupo Típico Mestizo, y el trabajo que desempeñaba era visitar escuelas. A partir de la música mexicana, que interpretaba el Grupo Típico Mestizo, él hacía que los niños la disfrutaran, a través de sencillos ejercicios de expresión corporal, que se desmitificara la idea de que es para cierto sector social y, al contrario, que el niño quedara muy incentivado, estimulado, para seguir investigando respecto de la música mexicana. Cuando este proyecto terminó, se reincorporó a sus clases de educación primaria, y es cuando entra como coordinador de ADAEA en el DF, en ese periodo comienza la renovación de los libros de texto, sobre todo en apoyos para el maestro y es cuando se elabora ese libro de educación primaria, de apoyo para el maestro de educación artística.

¿El taller o ustedes como sus compañeros no han pensado en hacer una memoria o algo sobre él?

De hecho, en el encuentro se acostumbra poner una mampara con su foto y toda su semblanza. Con este acercamiento, mucha gente se empieza a identificar con él, ya sea porque fue su compañero de generación en la Normal, o porque tomó alguna vez una clase, ah, porque otra cosa es que también participó e impulsó lo que actualmente es un diplomado de danza, pero que en el inicio fue un proyecto para colaborar en la formación de los docentes, darles los elementos para que tomaran la educación artística como un pretexto didáctico para integrarlo a la curricula formal de la educación primaria, él fue impulsor de ello, fue coordinador de ese proyecto, que en esa época trabajaba en verano, y atendíamos mucho docente que venía de provincia. Y lo rico es eso, pues mucha gente se quedó en que fue su compañero de Normal, bueno, nos ha tocado que, siendo que este año son seis de que Milo partió físicamente, llegan personas que se enteran del evento, pero lo vienen buscando, jamás se imaginan que el compañero ya no está. Esto es algo lógico, pues en realidad Hermilo incursionó en muchos ámbitos, en la UPN, en la UNAM, en el INBA, en muchos espacios, y lo valioso es que no se limitó como ejecutante o maestro de danza, sino precisamente le interesaba participar en cosas integradoras, ya que él no concebía la danza como un ente individual, pues “no existe danza si no existe música, no existe música si no existe un tema, no existe un tema si no existe una calidad humana…”, entonces todo eso es lo que él vino a sintetizar, ya que poseía una visión muy integradora…

Esto es muy cierto, pues si no hubiera existido ese ser humano llamado Hermilo Rojas Aragón, ahora no existiría el “Son para Milo. Séptimo Encuentro de Música Tradicional Mexicana” ni tampoco las décimas que a continuación reproduzco, tomadas de la página de otro gran personaje de nuestra música tradicional (www.culturatradicional.org/zarina/Versada/loquedefiendo.htm), Ana Zarina Palafox Méndez, que son obra del escritor y músico chilango José Daniel Rodríguez Mendoza, fechadas en marzo de 2003:

Lo que defiendo trovando

A la memoria del maestro Hermilo Rojas Aragón

La voz de mi pueblo santo
es raíz de nuestra cultura
savia de gente tan pura
que nos nutre con su canto.
En un musical océano
mis décimas voy pescando,
con orgullo voy clamando
la tradición de mi tierra.
Lo que la costumbre encierra
yo lo defiendo trovando.

He andado por muchos trechos
yo soy de cepa, paisano
me conocen en los llanos
por ser un hombre derecho
si un grito nace en mi pecho
será porque estoy versando;
soy copla que va soplando
la brisa de Sotavento.
Todo el orgullo que siento
yo lo defiendo trovando.

Llevo en la espalda los sones
de mi aguerrida jarana
que como buena canana
va disparando ilusiones,
pólvora de mis canciones
que hacen arder el fandango
cuando enciendo los huapangos
y se inflaman las tarimas.
El baile que me calcina
yo lo defiendo trovando.

Ante el auge pasajero
de cantos superficiales
de palabras tan banales
y de ritmos extranjeros
no hay mejor que un jaranero
–garganta al viento vibrando–
observo y voy comparando
no puede haber nada igual.
Mi música regional
yo la defiendo trovando.

Se perfuman los tablados
cuando las jarochas bailan
raza y candor se entrelazan
tejiendo los zapateados;
blanco vestido adornado,
negro mandil coqueteando
peineta que va trenzando
abanicos de pasión.
Al amor de mi región
yo lo defiendo trovando.

El requinto lanza al viento
su canto veracruzano,
el arpa deja en los llanos
pedazos de sentimiento
y hasta allá en el firmamento
Sol y Luna zapateando;
los sones siguen sangrando
dando voz a los paisajes.
Al fandango, con coraje
yo lo defiendo trovando.

La maldita explotación
que empobrece al campesino,
el crimen del asesino
que mata sin compasión
o el político cabrón
que se la vive robando,
mi canto va denunciando
al gobierno y su inmundicia.
Al que vive la injusticia
yo lo defiendo trovando.

Lo que los viejos sembraron
perdura en la tradición:
décima, jarana y son
con amor me lo heredaron;
en Sotavento gestaron
semillas que están brotando.
La sangre sigue cantando
–con altivez lo aseguro–
mi pasado y mi futuro
yo lo defiendo trovando.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

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