“Xico: El pueblo de María Magdalena. Crónica de una fiesta popular”, del periodista Quitzé Fernández

Una vieja historia y la
descripción viva de las
expresiones más recientes
de la fiesta xiqueña,
integran el contenido
de este singular libro
Foto: Cortesía CONACULTA

Ciudad de México.- 4 de Junio del 2008.- En Xico nadie sabe de dónde y cuándo llegó la imagen de la Santa María Magdalena, pero sí que apareció sobre el lomo de una de las “cuatro mulas sin dueño”, que un día sin fecha ni año estuvieron en el parque del pueblo durante más de 24 horas sin que nadie se acomidiera a brindarles un poco de atención.

Esto ocurrió hasta el día siguiente, cuando el párroco de la catedral ordenó que las llevaran al atrio y, al descargarlas para darles descanso y comida, él y las personas que lo ayudaron se dieron cuenta que una de ellas portaba una imagen de la santa que asistió al Señor Jesucristo en su crucifixión.

Fue así como surgió una de las fiestas patronales más bellas de Veracruz y uno de los fenómenos religiosos de mayor devoción y colorido lúdico del país, aunque no se conserva –como ocurrió con la aparición de la santa- ninguna data precisa ni difusa de cuándo ni quiénes la comenzaron.

Sólo se sabe que el mismo sacerdote que la recibió, mandó hacer una escultura de 125 centímetros de largo, que en posición yacente sobre una cama de flores y pasto ocupa el espacio principal de la catedral de Xico y sus 21 capillas.

También se tiene noticia, por obra de la memoria colectiva de los abuelos de los abuelos, de que antes de la llegada de María Magdalena el santo patrón había sido San Miguel Arcángel, y que el parque donde se asentaron las mulas era un lugar “donde crecían árboles frutales y flores de muchos colores”.

Esta vieja historia, su desarrollo ulterior en la segunda década del siglo XX y la descripción viva de las expresiones más recientes de la fiesta xiqueña, integran el contenido de Xico: El pueblo de María Magdalena. Crónica de una fiesta popular, del periodista Quitzé Fernández, publicado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes a través de la dirección general de Culturas Populares.

 Un libro de investigación periodística que a lo largo de 20 capítulos y un epílogo reseña con color y calidez una fiesta popular que reúne tradiciones, rituales, costumbres y hábitos comunitarios muy originales, como es el caso de las procesiones para traer bejuco y flores de cucharilla para la ofrenda de la santa, o la dotación de vestidos que habrán de enriquecer un guardarropa que hacen de ella “la mujer mejor vestida de México”, con más de 500 piezas en un museo habilitado ex profeso para su exhibición pública.

“Para cortar la flor (de cucharilla) –escribe Fernández en el primer capítulo- deben llevar alimentos de color blanco como queso, pan y aguardiente para que la flor no se manche. Además, deben otorgar una ofrenda de alimentos y pedir permiso a San Juan del Monte para que los guíe en la búsqueda”.

La fiesta, que empieza “apenas truena el primer cohete del mes de julio”, pero cuyos días fuertes son del 18 al 22 de julio (el mero día de la santa), promueve el tendido de tapetes de aserrín pintado en las calles, procesiones con la escultura de María Magdalena –portada por jóvenes a quienes se les llama magdalenas-, quema de cohetes, bailes con cencerros, correteos de toritos y corridas de toros.

La xiqueñada es una variante taurina de las callejoneadas de San Fermín o pamplonadas del famoso pueblo vizcaíno de España, con la particularidad de que los “paramédicos” que cuidan a las posibles víctimas de los 12 toros que se corren en las calles llevan el nombre de “Brujos de Xico”, con el cual se hace alusión con la antigua fama de brujos y nahuales de sus pobladores.

Xico; El pueblo de María Magdalena… es resultado de una investigación documental y de campo que implicó la realización de decenas de entrevistas con los vecinos de la atractiva población de Veracruz, ubicada a sólo 19 kilómetros de Xalapa, la capital veracruzana, y que tiene a la vista tres volcanes: el Citlaltépetl o Pico de Orizaba, el Cofre de Perote y el Acamalín.

Una de las fuentes documentales más interesantes de Quitzé Fernández fueron Los cuadernos de Silvestre Tlaxcalteco Yobal, un personaje extraordinario de Xico, que escribió durante su vida sobre todos los sucesos que ocurrían en el pueblo, que hablaba latín y náhuatl, que fue mayordomo de la feligresía de la catedral, presidente de la junta parroquial; que “enseñaba a leer y escribir a la gente y ayudaba a los enfermos a bien morir”; que fue acólito de monseñor Rafael Guízar y Valencia, y que “siempre cargaba una ánfora de caña para compartir y se hacía acompañar de algunos seguidores como Eutimio Zacarías, Juan Chimal Vázquez, Teodoro Tepetla y Tomás Zepeda, con quienes rezaba el rosario”.

“Cuenta que el día de su muerte, un 19 de enero de 1966 a la edad de 91 años, todo el pueblo fue a despedirlo al panteón, del cielo caía una especie de granizo que más bien parecía lágrimas y la actividad de Xico se detuvo”,  dice Fernández en el texto dedicado a este personaje xiqueño.

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