“El Niñopa” de Xochimilco, un niño de amor y milagroso

Sin duda, el 'Niñopa'
representa una muestra
más de la fe y el amor
de muchos mexicanos
Foto:
Gregorio Martínez M./Azteca 21

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 16 de mayo de 2008. El pasado domingo 27 de abril acudí a Xochimilco al Segundo Festival Musical Cultural, que se celebraba en la explanada de dicha demarcación, a platicar con los amigos Arturo Castillo Tristán y Nicolás Cárdenas Reyes, “Tenpash”, que participaban en dicho evento; con el primero hablamos de la Cuarta Fiesta Huasteca en Citlaltépec, Veracruz, y con el segundo, de su exposición montada en el interior del edificio delegacional.

También tuve ocasión de presenciar algunas actividades de dicho festival, como danzas bolivianas y otras de Oaxaca interpretadas por grupos de bailadores pertenecientes a la banda de música “Nueva Generación” de Analco, Oaxaca, que vendía tlayudas a un costado del escenario. Además, había una carpa en la que se instaló una muestra gastronómica y artesanal. Precisamente cuando adquiría algunos productos de amaranto escuché música de viento. Eran alrededor de las seis de la tarde. Sin dilación, busqué el origen de la música.

Salí de la carpa y desemboqué en la calle que lleva directamente a la iglesia de San Bernardino de Siena, en el mero corazón de Xochimilco, hermosa construcción que data del siglo XVI y cuyo retablo es una maravilla. Bueno, en esta calle no sólo encontré el origen de la música –a cargo de la banda “Traición”–, sino también a una comparsa de chinelos, que bailaban festiva y entusiastamente. Luego venía un grupo de personas al que se añadían otras; un aire de respeto y sumisión se advertía en ellas.

Me acerqué y pude apreciar en toda su majestuosidad y donosidad al celebérrimo Niñopa, patrono de los xochimilcas actuales, una imagen que es muy venerada y reputada de milagrosa en esa delegación y fuera de ella. Era transportada en brazos por una joven, seguramente perteneciente a la familia que le toca ser la encargada de “tener” por determinado tiempo al santo niño. Es de sobra conocido que la lista de espera para resguardar al Niñopa es muy larga y pasan varios años antes de que le toque a los aspirantes gozar de tal privilegio, honor y responsabilidad.

En fin, la gente que transitaba por ahí en esos momentos se atravesaba al paso de la caravana y hacía fila para besar la ropa del santo, junto al que una señora portaba un letrero en el que se prohibía tomar fotografías con flash, pues, hasta donde sé, es una imagen muy antigua. Además, varias personas depositaban limosna en una pequeña alcancía colocada en un extremo del Niñopa.

Así, poco a poco y con los danzantes y la banda en la vanguardia, la comitiva fue aproximándose a la iglesia y ex convento de San Bernardino, siempre detenida por los fieles, que no dejaban pasar la oportunidad de reverenciar al Niñopa. Por fin llegamos a la iglesia, en la que el párroco salió a recibir a los peregrinos y fieles.

Durante la realización de la eucaristía, los chinelos se despojaron de sus máscaras y se colocaron a los lados del pasillo central de la iglesia, haciendo valla al paso del Niñopa, que fue puesto en una sillita especial, instalada al lado derecho del altar. Una joven madre, con su bebé en brazos, inició el cumplimiento de su manda o voto al entrar de rodillas al templo y así llegar hasta el Niñopa, ante el que se mantuvo postrada unos minutos, para luego besar su ropón albo y ser ayudada a ponerse de pie.

Sin duda, el Niñopa representa una muestra más de la fe y el amor de muchos mexicanos, que se ven recompensados por la gran cantidad de milagros que se le atribuyen al santo niño de Xochimilco. Una experiencia religiosa que vale la pena vivir y gozar, como muchas más en todos los puntos de nuestro país, pues forma parte de la mexicanidad.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

Leave a Reply