Energía: to be or not to be

POR LA ESPIRAL
Claudia Luna Palencia

-Energía: to be or not to be
-Pros y contras energéticos
-Un mundo nuclear

    De acuerdo con BP Statistical Review of World Energy, casi dos tercios de las reservas de petróleo se concentran en Oriente Medio y tres zonas aglutinan la producción mundial de petróleo: Oriente Medio, la antigua Unión Soviética y América.
    El desequilibrio entre la oferta y la demanda actual por el petróleo y su tendencia de disponibilidad futura han abierto dos caminos paralelos, uno  convierte a multinacionales  y transnacionales del sector de la energía en modernos exploradores en busca del “oro negro” que a su vez los impulsa en poderosos sujetos de presión en los gobiernos.
Otro camino,  bifurca hacia la tendencia de reducir la dependencia en las energías fósiles optando por las energías renovables.
Debo añadir que, entre uno y otro, existe un despeñadero llamado energía nuclear cada vez más visible como opción de energía masiva,  aunque peligrosa en un mundo falto de equilibrios.
    No obstante, en cualquiera de las rutas junto con el despeñadero, debe analizarse muy bien cuál es la que más privilegia la estabilidad hemisférica y la vida. ¿Cuál representa el menor costo de oportunidad para los seres humanos?.
    Las energías fósiles contaminan, la dependencia industrial es riesgosa porque menor disponibilidad del petróleo y sus derivados seguirán encareciendo los costos de producción y éstos serán trasladados al consumidor y ello presiona la inflación.
Asimismo, inflaciones altas provocan problemas en el terreno de la política monetaria y la macroeconomía y el círculo es vicioso porque lo pagan los trabajadores con menos empleos y menor poder adquisitivo.
    La otra ruta incipiente con indicios de convertirse en opción  no sustitutiva del todo más bien complementaria, son las energías renovables y menos contaminantes, aquí los insumos utilizados son cereales, granos y otros insumos agrícolas base de la alimentación y en muchos casos para miles de millones de pobres son lo  único que comen.
    En este sentido observo  riesgos ante la falta de legislaciones en torno a la agricultura de suministro energético, porque de forma libre la iniciativa privada que cultiva tradicionalmente para el consumo humano y los procesos de producción de alimentos puede decidir ganar más en precio desviando del objetivo alimentario la producción agrícola para destinarla a un nuevo paradigma energético: el del etanol, biomasa y biocombustibles.
    De ser así no nos extrañe en unos años más observar legislaciones impulsadas -sobre todo por la izquierda-, a favor de garantizar cupos de granos y cereales producidos por la iniciativa privada para el consumo humano y otros cupos de esa producción para la industria de los biocombustibles.
    El peligro deriva igualmente del desequilibrio del mercado, entre la oferta y la demanda, la disponibilidad futura entre una carrera por demandar para comer y otra por demandar para encender la luz o moverse con el vehículo. 
El campo que ha sido abandonado en países como México, dejado a la vera de su miseria y en otros casos a la buena suerte del clima y la madre naturaleza, será objeto de disputa cuando se descubra el nuevo maná, el nuevo gran negocio del siglo XXI, el de los cereales y granos para la producción de energéticos.
Por tanto,  se abre  un círculo vicioso derivado de la menor disponibilidad de insumos para la producción de alimentos, su consecuente encarecimiento, inflación y presiones para la vida humana porque habrá gente que los pueda comprar y otras personas no.
Después, el despeñadero llamado energía nuclear, que podría funcionar sea como fuente absoluta de energía convertida en alternativa para el petróleo o fungir de bien complementario.
¿Un futuro nuclear? De acuerdo con el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), en el 2030, habrá incrementado la cantidad de energía atómica en el mundo en un 70 por ciento.
Hasta el momento, la energía atómica abastece el 17% de la electricidad a nivel mundial. De las más de cuatrocientas centrales instaladas en treinta países, la mayoría están ubicadas en Europa Occidental, Estados Unidos y Canadá, aunque el mayor número en construcción sucede en Asia.
A la fecha, Estados Unidos es el país que tiene un mayor número de plantas con 104 centrales nucleares. Según datos del Foro de la Industria Nuclear Española, en el mundo hay un total de 442 centrales nucleares.
En México la única instalación nuclear es la Central Nucleoeléctrica de Laguna Verde (CNLV) constituida por dos unidades independientes destinadas a la producción de energía eléctrica. La capacidad de producción de cada una de las unidades es de 654 MWe (megawatts eléctricos, o millones de watts eléctricos). La primera unidad inició su operación comercial el 14 de agosto de 1990 y la segunda unidad el 12 de abril de 1995. Esta instalación es operada por la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
La generación de electricidad de origen nuclear se concentra en los países desarrollados. Más de la mitad de los reactores del mundo están ubicados en América del Norte y Europa occidental y menos del 10% en países en desarrollo, donde, no obstante, es probable que se registre el mayor crecimiento de la demanda de energía en este siglo.
Para los países en desarrollo con huecos enormes en sus legislaciones y desfases en las mismas, la nueva ola de atracción de inversiones y capitales foráneos podrá  ser la construcción de centrales nucleares.
El problema de la energía nuclear es el uranio, elemento vulnerable en un mundo inestable amenazado por grupos terroristas.
GALIMATÍAS
¿Cuál es la mejor decisión? Por lo pronto, diversos investigadores la analizan de forma puntual. Simon Johnson, consejero económico y director del Departamento de Estudios del Fondo Monetario Internacional (FMI) advierte de la escalada de precios, al menos en parte por el fomento del uso de los denominados biocombustibles en los países industriales.
Johnson explica que del maíz se produce etanol, el cual se mezcla con gasolina para impulsar automóviles y también para sembrar más maíz.
“Como fuente de seguridad energética, este mecanismo tiene cierto atractivo, ya que diversifica las fuentes de energía.      Lamentablemente,   aunque a veces se exageran los beneficios de los biocombustibles, sus efectos colaterales son muy visibles”.
A juicio del especialista, la fabricación de etanol a partir de maíz no genera  mucha energía neta: se utiliza casi la misma cantidad de petróleo para producir y transportar etanol que para generar el equivalente de gasolina; además, tampoco se reducen en gran medida las emisiones de carbono. Pero sí se eleva el precio del maíz.

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