“40 días”, pretencioso “road movie” mexicano de Juan Carlos Martín

![]() |
Escena de una cinta sobre
un tema recurrente en el
cine, la crisis de personalidad
y el viaje como una
búsqueda de autoafirmación
o pérdida de la identidad
Foto: Cortesía FICG
|
Por Benjamín Solís
Reportero Azteca 21
Guadalajara, Jalisco. 12 de marzo de 2008. En las películas mexicanas que se exhiben en el XXIII Festival Internacional de Cine en Guadalajara merece especial atención “40 días”, una cinta sobre un tema recurrente en el cine, la crisis de personalidad y el viaje como una búsqueda de autoafirmación o pérdida de la identidad del individuo; en este caso, tres jóvenes de la ciudad de México, acomodados, abúlicos y materialistas que llegaron tarde a las filas del yupismo chilango.
Al principio, la historia de Juan Carlos Martín (ciudad de México, 1966) parecería la producción de un director que no puede abandonar los clichés noventeros de muchos de nuestros jóvenes cineastas: el truene de la pareja del barrio de la Condesa o Polanco, una chica hermosa que deja al galán porque éste no supo tratarla, el chavo sacado de onda va, adolorido, pues es artista y descubre que el incomprendido ha sido él, en busca del consuelo bajo el cobijo de una amiga, también bella, con la que termina enrolándose para después volver a ser abandonado… No, “40 días”, es eso, pero también es un trabajo más inteligente y elaborado. Tres jóvenes, uno de ellos, Andrés, un cineasta fan del superocho, el que lidera al grupo, rompe con su novia, la cual se va de viaje espiritual a la India; por su parte, él también decide hacer si propio tour introspectivo, pero a un destino más cercano, Real de Catorce; para ello va en busca de una linda amiga, la espiritual Ecuador, para invitarla al plan susodicho, a ellos se les une un amigo gay de Andrés, el Pato, el personaje mejor logrado, controvertido, rebelde y con espíritu contestatario, pero gozador a su vez de los valores burgueses, es el que le da mayor sentido y soporte a la película; pues es el amigo, pero también es la contraparte de Andrés, éste, obsesionado por que México sea absorbido de una vez y por todas por los Estados Unidos, como él dice, si todos vemos series gringas y usamos ropa y productos made in USA, qué más da el anexarnos a ese país.
Así, una vez montados en la aventura, se dirigen en auto a la región potosina y, después de un alucinante viaje en el desierto, de buenas a primeras apuestan por prolongar la fuga hasta Nueva York, de ahí a California y de nuevo a México, sin más equipaje que sus pasaportes y mucha lana, los tres amigos hacen la apuesta y el resultado es una cinta versátil, fluida, inteligente (aunque sin erradicar el fantasma del recurso simplista, como la muerte de Andrés). Las expectativas elementales de este road movie mexicano quedan cubiertas, el viaje como vía de liberación y de lo inesperado, la búsqueda introspectiva, lo trágico en lo gracioso y viceversa; la crisis interna de cada uno de los protagonistas: la perversidad insatisfecha, y no precisamente sexual, del Pato; la pérdida del hijo de Ecuador y el proimperialismo de Andrés, hacen crak en alguna parte del camino, todo con una cuidada fotografía del desierto mexicano y las interminables carreteras estadounidenses. Por último, descubrir la renovación o hundimiento de los personajes, si la carretera fue una revelación liberadora o demoníaca de los protagonistas.
“40 días” (México, 2008), dirección: Juan Carlos Martín; guión: Pablo Soler Frost; fotografía: Miguel López; música: Ian Brown y Martín Thulin; sonido: Cristian Manzutto; edición: Mario Sandoval y Juan Carlos Martín; reparto: Luisa Sáenz (Ecuador), Andrés Almeida (Pato), Héctor Arredondo (Andrés), Elena de Haro (María), José Márquez (padre Toribio).
Comentarios a esta nota: benjamin.solis@azteca21.com