Encuentran nueve ofrendas cerca del lugar donde se descubrió la gran escultura de Tlaltecuhtli

Sobre el significado de estos
hallazgos correspondientes
a la VI etapa constructiva del
Templo Mayor, se comentó
que datan del reinado de
Ahuítzotl (1486-1502
de nuestra era)
Foto: Cortesía INAH

Ciudad de México.- 27 de Febrero del 2008.- (CONACULTA) Nueve ofrendas con múltiples objetos, entre los que destacan cuchillos de pedernal, cuentas de piedra verde y esqueletos de aves rapaces, entre otros, fueron descubiertas recientemente en torno al monolito de la diosa Tlaltecuhtli, como parte de las excavaciones arqueológicas que realiza el Proyecto Templo Mayor en el predio Ajaracas-Campanas, del Centro Histórico de la Ciudad de México.

 

Se trata de depósitos rituales asociados a la gran escultura de la deidad terrestre, los cuales han sido hallados desde marzo del 2007 a la fecha, en las porciones central y suroeste del predio. Con estos descubrimientos, suman ya 147 las ofrendas recuperadas en los últimos 30 años por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en el marco del Proyecto Templo Mayor.

 

El director de este programa de investigación científica, Leonardo López Luján, dio a conocer que hasta el momento sólo se conoce el contenido de seis de las nueve ofrendas, toda vez que las últimas tres se detectaron en fechas muy recientes. Éstas serán exploradas en las semanas subsecuentes, conforme avancen las excavaciones.

 

“Con estos hallazgos hemos podido definir dos áreas de depósitos rituales. Por un lado, la suroeste, relacionada al piso de la plaza, donde se encontraron las ofrendas designadas con los números 115, 117, 119 y 120. Por el otro, la central, asociada directamente al monolito y donde aparecieron las ofrendas 118, 121, 122, 123 y 124”, precisó el arqueólogo, quien destacó que tan sólo de la ofrenda 120 se han recuperado hasta el momento más de 600 objetos.

 

López Luján, quien el próximo 1 de marzo impartirá la conferencia Excavaciones arqueológicas recientes en el área del Templo Mayor, como parte de las actividades académicas organizadas por el 30 aniversario del hallazgo de la Coyolxauhqui; mencionó que el descubrimiento de las nueve ofrendas ocurrió en el marco de la séptima temporada de campo, que inició en marzo del año pasado y podría concluir en 2009 ó 2010.

 

“Una de las ofrendas más ricas e interesantes es la 120, donde la arqueóloga Osiris Quezada y su equipo han registrado hasta ahora una vasija Tláloc, 335 cuentas de piedra verde, 87 cuchillos de sacrificio de pedernal, seis punzones de hueso, una máscara-cráneo y 67 piezas de copal, entre otros objetos".

 

Por su parte, las biólogas Norma Valentín y Aurora Montúfar han identificado también los esqueletos de 12 águilas reales, dos ibis pico de espátula, un lobo, así como semillas de algodón, chía, amaranto y calabaza, detalló.

 

Asimismo, —continúo—, en el espacio donde se localizó en octubre del 2006 el monolito de la diosa Tlaltecuhtli, el equipo de la arqueóloga Ximena Chávez hizo el hallazgo de la ofrenda 121, la cual contenía barras de copal, punzones de hueso para el autosacrificio, cuentas de piedra verde, plumas carbonizadas y abundantes restos de pencas de maguey. “Este depósito ritual fue hallado en la entrada que se localiza al oeste del monolito y que pudiera conducir hipotéticamente a un depósito funerario“, aseveró.

 

“Por el contexto en que fue encontrada la urna 121, es claro que fue colocada cuando se ingresó por última vez a este espacio subterráneo y se selló la entrada de manera definitiva. Los objetos que componen el depósito nos indican que en esa ocasión se hicieron ofrendas de sangre y copal”, indicó el arqueólogo.

 

Sobre el significado de estos hallazgos correspondientes a la VI etapa constructiva del Templo Mayor, comentó que datarían del reinado de Ahuítzotl (1486-1502 de nuestra era).

 

Reanudan exploraciones en la oquedad debajo de Tlaltecuhtli

 

Por lo que respecta a la excavación del hueco que hay en el sitio que ocupaba el monolito de Tlaltecuhtli y que podría esconder una cámara funeraria, López Luján señaló que la tarea comenzó hace una semana luego de la conclusión exitosa de la perforación de varios pozos que permitirán abatir el agua fréatica que impera en el subsuelo.

 

“El máximo obstáculo de las labores arqueológicas en el Centro Histórico, desde 1790 hasta nuestros días, ha sido la presencia de un manto freático muy superficial y que además está contaminado con aguas residuales. Hay que recordar que trabajamos en una antigua cuenca lacustre, exactamente en el corazón de la isla de Tenochtitlan-Tlatelolco”, acotó.

 

Refirió que con la perforación de los pozos se intenta solucionar de raíz ese problema en el predio Ajaracas-Campanas, por lo que se contrató a la compañía Colinas de Buen, cuyos expertos han intervenido en varios edificios del Centro Histórico, entre ellos la Librería Porrúa, la antigua Casa del Marqués del Apartado y el Centro Cultural de España en México.

 

“Se perforaron tres pozos en torno al área donde se encontraba la escultura de Tlaltecuhtli: uno en el sur, otro en el este y uno más en el norte. Son excavaciones de apenas 30 centímetros de diámetro, pero con una profundidad de 18 metros desde la superficie de la calle. Por esos canales se introduce tubería en la que se instalan modernos equipos de extracción y reinyeccción de agua, abundó el arqueólogo.

 

Antes de emprender los trabajos de perforación, se hicieron estudios de geofísica, con el fin de conocer el subsuelo y evitar así dañar algún depósito ritual o escultura que eventualmente estuviera en el área donde se harían los pozos. “La perforación tardó tres meses y se hizo con todo cuidado porque estamos hablando de horadaciones en una zona arqueológica”, acotó López Luján.

 

Luego de que el pasado 5 de noviembre se trasladó la escultura de Tlaltecuhtli a la calle de Argentina para iniciar su restauración integral, y haber controlado el problema del nivel freático, el equipo de arqueólogos del Proyecto Templo Mayor retomaron este mes de febrero las excavaciones en este punto.

 

“Ya se empezó a excavar. Estamos removiendo gran cantidad de piedras de relleno que se encontraban bajo el monolito y se registra con todo detalle cómo fue que la escultura se colapsó hacia el centro de la cavidad”.

 

“Estamos muy optimistas, pues en los próximos meses estaremos en condiciones de corroborar o refutar la hipótesis que hemos planteado conjuntamente con el profesor Eduardo Matos Moctezuma, la cual plantea que el monolito es una lápida funeraria y cubre el sepulcro del octavo soberano mexica, Ahuítzotl”, refirió.

 

Asimismo, el investigador del INAH comentó que como parte de las cinco líneas de investigación que plantea la temporada de campo, el equipo del Doctor Luis Barba del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM se han realizado estudios de geofísica bajo el monolito y en el área circundante.

 

“Con el uso de varias antenas de georadar y un resistivímetro, se ha confirmado la existencia de importantes anomalías bajo el monolito y en torno a la entrada que se encuentra inmediatamente al poniente. Esto se habrá de corroborar por medio de excavaciones para determinar si los datos arrojados corresponden o no a varios espacios funerarios que se localizarían a unos cuantos metros bajo la escultura”.

 

“Al parecer no sería una sola cavidad, sino un conjunto de tres o cuatro cámaras, aunque esto es una mera especulación. Luis Barba ha calculado que el techo de estos espacios se encuentra a 2.5 metros de profundidad y que probablemente cada espacio tendría una altura de 2 metros”, abundó López Luján, al tiempo de considerar que los datos que da la geofísica y el hallazgo de ofrendas, son evidencias sólidas que apuntan a que debajo hay un gran depósito funerario.

 

“De cualquier manera seguiremos siendo cautos hasta no estar cien por ciento seguros. De hecho, nos enfrentamos a tres escenarios posibles: que no haya absolutamente nada; que se encuentren ricas ofrendas similares a las encontradas con las esculturas de Coyolxauhqui, el chacmool o las cabezas de serpiente; o que se trate de un sepulcro de un alto dignatario mexica. Cualquiera de estos casos tendrá un importante valor documental a nivel científico”, advirtió.

 

De acuerdo con las fuentes históricas del siglo XVI —añadió—, las exequias de los gobernantes mexicas implicaban también el sacrificio y entierro de mujeres y servidores, además del depósito de grandes ofrendas funerarias en el interior de cámaras. “Eso nos dicen las crónicas. Sin embargo, nunca se ha explorado un contexto de esta naturaleza. Por ello, en caso de detectarse una tumba, se estaría contrastando la información histórica con el dato arqueológico”, concluyó López Luján.

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