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Libros - February 26, 2008

“Haikú. Todo cabe en un poema si lo sabes acomodar” y “Universo de palabras”, 2 libros para niños

En este libro Riva Palacio
Obón –que también lo ilustra–,
invita al niño lector a jugar
con las palabras y a escribir
poemas o 'haikús'
Foto: Cortesía 'Ediciones El Naranjo'

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 25 de febrero de 2008. El jueves 21 se efectuó la presentación de dos títulos de poesía para niños publicados por Ediciones El Naranjo: “Haikú. Todo cabe en un poema si lo sabes acomodar” y “Universo de palabras”, de Martha Riva Palacio Obón y Eduardo Carrera, respectivamente, en el Centro Cultural y Social Hidalguense, ubicado en Calzada de Tlalpan y San Fernando, al sur de esta ciudad.

Ambos libros, editados en 2007, pertenecen a la Colección Luciérnagas de la editorial susodicha y se dirigen a niños que ya saben leer, con edades ideales de seis años en adelante. El propósito de tales publicaciones, de acuerdo con la editorial, es “acercar a los pequeños lectores a la poesía de manera sencilla, al quitarle el halo de solemnidad: al hacer poesía se debe buscar que el niño, al leerla, la sienta, la escuche, que le diga algo, puesto que las palabras tienen diversos significados”.

Esto viene a cuento porque en ambos casos se puede señalar que se busca propiciar el encantamiento que las palabras y las imágenes pueden ejercer sobre los lectores desde edades tempranas, ya que, por un lado, no son textos complacientes ni tan sencillos o facilones, y las ilustraciones los adornan –embellecen– y complementan.

En el caso de “Haikú. Todo cabe en un poema si lo sabes acomodar”, de Riva Palacio Obón –que también lo ilustró–, se invita al niño lector a jugar con las palabras y a escribir poemas o haikús y, por ende, a construir o inferir significados desde un punto de vista pedagógico, lúdico e imaginativo. Sin duda, es un material poético interesante, en algunos casos muy bien logrado, que se suma, quiéralo o no la autora, a la tradición mexicana en este campo, que inició con José Juan Tablada y ya sobrepasó los cien años; en los otros casos, cumple con sus fines de acercar a los niños a la lectura desde el arte de la poesía.

Sólo por ilustrar lo anterior, me voy a permitir reproducir dos ejemplos:

Viento

Tuerce, retuerce,
el viento arcoíris
los rehiletes.

Lluvia

La lluvia cae.
Un trueno, un silencio…
la gente corre.

No obstante, creo que, como en general todos los libros para niños, la lectura debe realizarse en compañía de un adulto, y si es con otros niños, mucho mejor, dado que los retos que presupone implícitamente al novel lector no son tan simples (qué es un poema, puesto que desde el título se infiere que esto es un haikú; qué es una sílaba, hiato, sinalefa…; qué es un ideograma, qué es metáfora o imagen…), por lo que la superación de éstos será una meta digna de alcanzar. Además, la sobriedad del papel negro podría resultar, al final, demasiado severa para un libro infantil.

Por su parte, “Universo de palabras”, de Eduardo Carrera, con ilustraciones de Cecilia Varela, es un poemario en serio que no se toma ídem. A ver si me sé explicar: es un libro de poemas muy bien escritos –hace poesía medida, con sílabas y acentos, rimas consonantes y asonantes; cuartetas y redondillas…– y con un espíritu lúdico, juguetón de veras, y con palabras sencillitas (con acento sudamericano del poeta, quien reside en Cuernavaca). Un autor que se divierte al escribir pensando en divertir a sus pequeños lectores. Y esto es debido, como lo dice él mismo al final de su libro, por haber vivido su infancia en la sierra y el campo de Córdoba, Argentina. También, en gran medida, digo yo, por haber tenido bien abiertos los sentidos de poeta.

Este librito se podría decir que está dividido en cuatro poemarios o secciones muy “temáticos”: Universo, Sueños, Con mis alas de papel y Bichos confidentes, en los que Carrera trata asuntos relacionados con cada uno. Así, en el primero habla de la Luna, de las estrellas…; en el segundo, de eso: de sueños; en el tercero, de mariposas y otros seres alados, y en el cuarto, de bichos y otros animales.

De la serie de Bichos confidentes, transcribo a continuación un ejemplo volátil:

Murciélago Pancho

¿Acaso no es divertido
chillar en vuelo rasante
y cenar más que abundante
tanto bichito dormido?

Pues claro que me divierto,
pero luego se me olvida,
es que gozo de la vida
sólo cuando estoy despierto.

Orientado por el eco
de noche soy abusado
de día duermo colgado
como al sol un chile seco.

No me cubre ni una manta,
ni siquiera me mareo.
¿De veras seré tan feo,
que todo el mundo se espanta?

Agregaré contrariado
del modo más elegante:
¡Es poco gratificante
dormir sin cama y volteado!

Son varias las virtudes de este libro, pues no sólo invita a practicar el hábito de la lectura, sino que también toma de las manos la mente de los niños y la ayuda a sobrevolar el casi páramo panorámico que hay a su –nuestro– alrededor en cuanto a programas de tele e incluso libros de editoriales “infantiles”. Aquí cabe hacer mención de las ilustraciones –que en parte me recordaron a algunas de Saint-Exupèry en “El Principito”–, pues son eficientes, coloridas y sobrias, con “movimiento”.

En fin, no digo que un libro es mejor que otro: los dos son muy buenos, simplemente señalo que representan una encrucijada, un par de caminos por recorrer a fin de llegar al mismo punto por parte de lectores inteligentes: al paraíso siempre en construcción de la literatura infantil.

Así, Ediciones El Naranjo sigue cumpliendo con lo que denomina “su tarea”: producir libros que, además de fomentar el hábito de la lectura, despierten el interés y la sensibilidad de chicos y grandes, que estén relacionados con su cotidianidad, en los que puedan ver retratado su entorno, sus paisajes, sus preocupaciones, su marco cultural, sus valores y su modo de ver la vida, pero que, al mismo tiempo, los acerquen al conocimiento.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

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