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Por la Espiral - February 22, 2008

Un mundo de mayores

POR LA ESPIRAL
Claudia Luna Palencia

-Un mundo de mayores
-México, ¿está preparado?
-Además bono demográfico

Del 6 al 15 de febrero pasado sucedió la segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento que sirvió para subrayar el enorme esfuerzo que deben realizar los gobiernos y la iniciativa privada en aras de prepararse para la nueva realidad demográfica: la de un mundo de mayores.
    No se trata únicamente del envejecimiento del continente europeo que por décadas observamos desde países considerados relativamente jóvenes, el espectro abarca a buena parte del globo terráqueo.
    La característica es muy clara: pocos nacimientos, menos jóvenes, una banda más ancha en el grupo de adultos mayores que además serán cada vez más longevos.
    Al respecto, la propia Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)  proyecta que, a partir del año 2040, habrá en América Latina más personas de 60 años y más, que niños menores de 15, mientras que estima que la relación de dependencia demográfica, producto del envejecimiento poblacional, empezará a aumentar en 2025.
“Estos indicadores  demuestran que la región envejece a un ritmo más acelerado que el de los países desarrollados, por lo que es fundamental realizar esfuerzos para adaptarse al cambio demográfico”.
    El mismo organismo destaca que, el año pasado, América Latina y el Caribe registró un  9.1% de población de edad avanzada (60 años y más de edad), cifra que llegará a 25% en 2050.
    A juicio de José Luis Machinea, titular de la Cepal, ante tales perspectivas, existe un limitado horizonte de tiempo para actuar.
    El experto  propone que  para ampliar y mejorar los sistemas de protección social en la región es indispensable superar las actuales restricciones referidas al funcionamiento del mercado del trabajo, de acceso a los servicios de salud y  la calidad de las pensiones.  
    La  verdad es que se trata de una bola cantada, las políticas públicas en América Latina evolucionan lentamente para adecuarse a esa realidad que tarde o temprano terminará alcanzándonos y es altamente preocupante dada la persistente discriminación de género anidada en la región.
    Si en el actual entorno son mujeres las más discriminadas en el sector laboral y el renglón salarial, en el terreno de la vejez, viudez y pensión son igualmente marginadas.
Muchas de las mujeres de hoy que pasan de los 65 años de edad carecen de medios propios de subsistencia, al menos en el caso de México,  un buen número viven con sus hijos, o reciben pensiones mensuales de 40 a 100 dólares promedio y habitan de forma precaria y con mucha estrechez.
También la indigencia, la marginación, explotación  y la indiferencia son males que atacan a las personas de la  llamada tercera edad.
Por ende este tema tiene que importarnos y movilizarnos para elaborar propuestas cabales para el Gobierno Federal a fin de asegurar la cobertura de la seguridad social, la salud pública y un techo digno.
A COLACIÓN
    De acuerdo con la Cepal, dos características de este fenómeno despiertan gran preocupación, en primer lugar, el envejecimiento ha sido más rápido que el registrado históricamente en los países hoy desarrollados.
 En segundo lugar, se da en un contexto caracterizado por una alta incidencia de pobreza, una persistente desigualdad, un escaso desarrollo institucional, una baja cobertura y calidad de los sistemas de protección social y una sobrecargada institución familiar.
Para afrontar los desafíos del envejecimiento, los países están avanzando en la creación y desarrollo de legislaciones, políticas y programas para mejorar las condiciones de vida de la población adulta mayor.
En comparación con el año 2003, hay nuevos nichos de política pública y más intervenciones en este ámbito, aunque persisten las diferencias de situaciones y logros entre países y subregiones que, en algunos casos, responden a la heterogeneidad interna de las sociedades y a las características de sus procesos de desarrollo.
Así, mientras en los países con una población más envejecida los niveles de protección suelen ser más extendidos, en los que se  encuentran en plena transición, los desafíos que impone la población adulta mayor coexisten con rezagos derivados de la pobreza y exclusión de otros grupos sociales.
En América Latina y el Caribe los países más pobres y con menor desarrollo institucional son los que presentan un envejecimiento demográfico menos avanzado.
En los datos que analiza el organismo recopilados de los últimos censos realizados en los países de la región, no se observa una tendencia clara en la intensidad del envejecimiento de la población adulta mayor.
Aun así, 10 de los 12 países analizados han aumentado la proporción de personas de 75 años y más respecto de los de 60 a 74 años. En la ronda de los censos de la década de 1990, el país con menor proporción de personas de 75
años y más era Brasil (22.3%), mientras México tenía la tasa más elevada (33.9%).
 En la primera década del siglo XXI, Brasil continúa con la menor proporción (24.6%) y Ecuador presenta el mayor porcentaje (33.9%).
GALIMATÍAS
    La Cepal considera que el cambio de la estructura etaria puede entrañar beneficios tangibles para estos países, por el hecho de crear oportunidades derivadas de una relación cada vez más favorable entre la población de edades dependientes y la población en edad de trabajar.
“Para estos países los desafíos se centran, por una parte, en desarrollar una visión a largo plazo que permita prestar atención en la agenda actual al proceso de envejecimiento poblacional, sin dejar de atender la apremiante demanda de solución de problemas coyunturales y, por otra, elevar la calificación de los recursos humanos y ampliar la capacidad de los sectores productivos para asegurar su utilización efectiva, de tal modo que esas oportunidades no sean un mero espejismo”.
    En el caso mexicano, el reto es apremiante. El Consejo Nacional de Población (CONAPO) reconoce que después del año 2050 podría iniciarse un periodo de más gente adulta y menos jóvenes y niños.  
    Por ello los próximos años son vitales para sacar el mejor partido al llamado “bono o dividendo demográfico” referido a los  eventuales beneficios derivados de una ventana de oportunidad que, por primera y única vez, permanecerá transitoriamente abierta durante los próximos veinticinco años cuando concurrirán condiciones demográficas más propicias para evitar un deterioro en la pirámide poblacional.
El organismo explica que un aprovechamiento adecuado y racional de ese bono podrá contribuir a detonar el potencial de crecimiento económico de México y aliviar la carga de una creciente población de adultos mayores cuando esta ventana ya se haya cerrado.

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