Charlas coloquiales y albureras de Alfonso Hernández sobre la cultura antigua y actual de Tepito

Las pláticas de Hernández
contemplan la riqueza
espiritual, cultural y social
de Tepito desde la época
preshispánica a la actual
Foto: Cortesía
Jorge Vargas/CONACULTA

Ciudad de México.- 13 de Febrero del 2008.- (Ángel Trejo/CONACULTA) El objetivo central de estas charlas, como prefiere llamarlas Alfonso Hernández, es aportar la información histórica, social, económica y política de lo que está ocurriendo hoy en Tepito, especialmente sobre aquellos fenómenos que más lastiman a la comunidad: consumo de drogas, pornografía, piratería, violencia, basura, operativos, expropiaciones, fayuca y criminalización del barrio.

 

“Se trata de explicar a los estudiantes de primaria y secundaria las causas de por qué vivimos en un ambiente difícil, confuso y riesgoso, y cuáles son las alternativas que tenemos para resistir a esta realidad hostil”, dijo el cronista de la colonia Morelos y sus tres barrios (Tepito, Lagunilla y Peralvillo), quien a la fecha ha platicado con alumnos de nueve escuelas primarias y tres secundarias ubicadas en esa zona de la ciudad.

 

Las sesiones se realizan en la sala principal de la Galería José María Velasco, que pertenece a la red museográfica del Instituto Nacional de Bellas Artes. Alfonso Hernández es miembro de la Asociación de Cronistas del Distrito Federal y secretario del Consejo de la Crónica de la Ciudad de México.

 

Las pláticas son amenas, interactivas, con lenguaje coloquial y simpáticas ejemplificaciones, incluso que recurren al chiste rojo, al caló, al albur y al calambur. Para complementar su información, entrega a sus interlocutores folletos donde reseña las diversas formas utilizadas para el desahucio de Tepito desde hace 50 años y cómo éste ha logrado “resistir al desalojo desde tiempos prehispánicos”.

 

La serie de textos de “resistencia” llevan títulos albureros como ¡Qué trabajos pasa Carlos de Tepito! y Alármala de tos patada y coz. Su bibliografía se complementa con un número de la colección Dos Filos, revista del Centro de Estudios Tepiteños, un folleto con la Toponimia de Tepito y el origen del Barrio Bravo y dos mapas prehispánicos.

 

El contenido de fondo de la información proporcionada por Hernández a los alumnos y público en general es reivindicativa de la riqueza espiritual, cultural y social de Tepito desde la época preshispánica a la actual, con base en el esfuerzo, la inteligencia y el valor. “Somos los herederos del Sol, los hijos de las grandes culturas originales de esta tierra y nadie, desde entonces, ha podido sacarnos de ella”, dijo.

 

Entre los grandes hechos históricos ocurridos en su barrio natal y reivindicados por el cronista figuran los 93 días que el tlatoani Cuauhtémoc resistió a la invasión española, teniendo como cuartel general el lugar donde hoy está asentada la iglesia de La Conchita, en las calles de Constancia y Toltecas. Ahí mismo, el “Joven Abuelo” se rindió ante Hernán Cortés después de agotar el último esfuerzo de resistencia.

 

Una de las primeras acciones sincréticas practicadas por los curas españoles fue convertir un templo prehispánico dedicado a la diosa Toci (abuela-madre) en la iglesia de Santa Ana, madre de la Virgen María y abuela de Cristo. Antes de la independencia fue párroco de esta iglesia don Mariano Matamoros, uno de los más aguerridos generales del movimiento de Independencia de 1810. El templo se encuentra en las calles de Matamoros y Peralvillo.

 

Alfonso Hernández recordó también que el nombre Peralvillo fue tomado de un dicho de Sancho Panza en la segunda parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra; que el escritor mexicano Mariano Azuela vivió y fue médico de barrio en la esquina de Carbajal y Tenochtitlan, donde escribió La mala yerba, con personajes e historia tepiteños, y que don Manuel Payno aporta una descripción detallada de Tepito en su célebre novela Los bandidos de Río Frío.

 

Durante la invasión estadounidense, los léperos de Tepito dieron una de las principales muestras de coraje y patriotismo cuando, valiéndose de las muchachas de la “mala vida”, atrajeron y eliminaron a más de 120 rangers, mientras Winfield Scott preparaba en el Zócalo el asalto al Castillo de Chapultepec y Antonio López de Santa Anna se pavoneaba de una más de sus traiciones a México en los ranchos de la colonia Morelos.

 

“Independientemente de su mala fama, merecida en algunos casos, Tepito es un barrio paradigmático no sólo de la ciudad de México sino del país entero, por su cultura artesanal y de reciclaje, el ingenio de su gente, su bravura y su capacidad de resistencia a las adversidades”, dijo Hernández, entre otras muchas anécdotas que sorprendieron a los asistentes. No sabían o ni siquiera podían imaginar, por ejemplo, cómo en los años 50 del siglo pasado Tepito era tan tranquilo que un solo policía, "El Popochas", con la placa 27, bastaba para mantener en orden el barrio.

 

“El Popochas" ponía letreros en las esquinas donde presumía que había chicos malos "con el siguiente recado: Al bato que se le sorprenda con las manos en la masa será consignado a la autoridad competente. Y con eso bastaba para poner orden y controlar a la raza, porque se le respetaba”, aseguró Alfonso Hernández, tepiteño de pura cepa, con 62 años de edad y testigo presencial de gran parte de lo ocurrido en su barrio en la segunda mitad del siglo pasado y lo que va del XXI.

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