“La polvadera”, de Antioco Garibay y su conjunto de arpa grande, un disco de colección

Portada de un disco que es
testimonio sonoro de un
conjunto que se caracterizaba
por tocar una música excepcional
Foto: Cortesía 'Discos Corasón'

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

A Ricardo Alvarado, que podría ser el retoño de esta música, si se lo propone, porque es la suya

Ciudad de México. 8 de febrero de 2008. Hace más de treinta años, Eduardo Llerenas y Enrique Ramírez de Arellano grabaron al Conjunto de Arpa Grande de Zicuirán, de don Antioco Garibay. Fue en el año de 1975, el mismo en que los gringos salían con la cola entre las patas de Vietnam y los españoles vislumbraban un nuevo amanecer en su vida política con la muerte del dictador que los tuvo bajo su sombra casi cuarenta años. Aquí, Luis Echeverría estaba por concluir un sexenio lleno de contrastes, pero que tuvo la virtud de mirar hacia “las culturas populares”.

En 1999, dentro del catálogo de Discos Corasón, apareció “La polvadera”, de Antioco Garibay y su Conjunto de Arpa Grande, un disco compacto que incluye 16 temas y cuya dedicatoria, en la contraportada del cuadernillo anexo al disco, reza así: “A los nietos de Antioco Garibay”, porque el legendario “arpero” pensaba en ellos cuando realizó la grabación, para “dejarles un recuerdo”.

Según se consigna en el cuadernillo susodicho, don Antioco murió al año siguiente, en 1976, con lo que ese conjunto quedó acéfalo. Al momento de ver la luz pública el disco, aún sobrevivían tres integrantes, mismos que aún siguen con vida, pues se infiere que en ese momento don Vicente Hernández, que era la primera voz y tocaba la guitarra de golpe, ya había pasado a mejor vida. Entonces quedan don Isaías Corona Bedolla, que rebasa los noventa años y ya no tamborea el arpa, y su hermano Leandro, primer violín de ese conjunto, que ya va por los 101 años y aún puede tocar, así como don José Jiménez, el violinista segundero, que está próximo a cumplir ochenta.

Afortunadamente –para los nietos y para nosotros–, don Antioco nos dejó más que un recuerdo: el testimonio sonoro de un conjunto que se caracterizaba por tocar una música excepcional, con temas que sólo ahí –en Zicuirán y La Huacana– eran tocados y conocidos. Si no fuera por estas grabaciones –hay otra grabación comercial que incluye a este conjunto, y de la cual daremos cuenta en otra oportunidad–, ahora sería imposible conocer y admirar la música que tocaban estos músicos campesinos, como se define a sí mismo el centenario don Leandro.

Para los amantes de la música mexicana tradicional será un banquete escuchar al Conjunto de Arpa Grande de Zicuirán de don Antioco Garibay, con su sentimiento casi arrebatado al cantar y su magnífico estilo de jananeo, además de que el citado cuadernillo contiene valiosa e ilustradora información y fotografías de los músicos.

Los temas que incluye son “La media calandria”, “El ausente”, “El aguadulce”, “Las abejas”, “La torbellina”, “El veinte”, “La samba [sic] Amalia”, “La malagueña”, “El gusto saleño”, “La mala mujer”, “La huilota”, “El gusto remao”, “El caballo”, “La hormiga”, “El gusto pasajero” y “La polvadera”.

Comentarios a esta nota: gregorio.martinez@azteca21.com

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